¿Por qué Chesterton tardó tanto en convertirse al catolicismo? Varias hipótesis para un misterio
Se cumple el centenario de su ingreso en la Iglesia: muchos llegaron luego gracias a él
Innumerables personas han llegado a la fe católica gracias a Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Treinta y cuatro de ellas, incluyendo nombres conocidos como el obispo James Conley, el filósofo Peter Kreeft o el escritor Joseph Pearce, dieron testimonio de cómo fue ese proceso en un libro, Mi nombre es Lázaro, compilado por Dale Ahlquist, presidente de la American Chesterton Society.
¿Por qué entonces el propio Chesterton tardó tanto en dar ese paso, y qué le motivó a vencer las reticencias -fuesen las que fuesen- que le retenían? No está del todo claro ni siquiera para los grandes conocedores de la vida del escritor, a quienes ha consultado K.V. Turley en el National Catholic Register (los ladillos son de ReL).
G.K. Chesterton se convirtió al catolicismo hace 100 años, atraído por Jerusalén y la Virgen Nuestra Señora
El 30 de julio de 1922, en el Railway Hotel, en Beaconsfield, Inglaterra, G.K. Chesterton se hizo católico. A falta de una iglesia católica local, la propietaria irlandesa del Railway Hotel había permitido que el salón de baile se convirtiera en una capilla improvisada. Allí, bajo un techo de chapa ondulada y rodeado de paredes de madera, el escritor de 48 años entró en plena comunión con la Iglesia.
¿Cuáles fueron las razones por las que Chesterton dio este paso?
Y, teniendo en cuenta su pensamiento y sus escritos sobre el cristianismo durante muchos años, ¿por qué tardó tanto?
Razones personales, no doctrinales
«La conversión es al fin y al cabo un acto de la voluntad, no únicamente de la mente», afirma Karl Schmude, presidente de la Australian Chesterton Society, «y la conversión de Chesterton al catolicismo se retrasó por razones personales, no doctrinales«. La reticencia de Chesterton a convertirse, ha declarado Schmude al Register, se debió esencialmente a la esposa del escritor, Frances. Aunque Chesterton había sido bautizado en la Iglesia de Inglaterra, su educación religiosa fue en gran medida unitaria. Las creencias cristianas ortodoxas que llegó a tener más tarde se desarrollaron bajo la influencia de Frances, que pertenecía a la High Church. Y, en 1922, ella seguía siendo anglicana; aún no estaba preparada para hacer el mismo viaje espiritual que su marido. Eso cambiaría más adelante: en 1926, ella lo siguió y entró en la Iglesia católica.
Gilbert y Frances se conocieron en 1896 y se casaron en 1901. Hondamente compenetrados, todo lo hacían juntos, incluido el itinerario espiritual.
Aunque la reticencia de Frances hacia Roma puede explicar el retraso de su marido, no nos dice nada de su motivación para dar finalmente ese paso. La inevitable conversión de Chesterton al catolicismo, intuye Schmude, fue el punto final de un viaje que comenzó con la posición intelectual expuesta en Ortodoxia (1908) y que allanaría el camino para la aceptación cada vez más profunda de la creencia en lo sobrenatural por parte del escritor.
Schmude considera que este crecimiento gradual del entendimiento en la vida de Chesterton condujo a una actitud de humildad y gratitud hacia la creación. También condujo a Chesterton a una creciente conciencia de la naturaleza del mal que causa la pérdida de la bondad, lo que lleva a la necesidad del perdón. Como observó Schmude, cuando le preguntaron a Chesterton en Autobiografía (1936) que explicara por qué se hizo católico, respondió «Para librarme de mis pecados».
Según Schmude, este sentido del pecado y la consiguiente sensibilidad ante el mal son claves para comprender el camino que llevó a Chesterton al catolicismo en 1922. «Malcolm Muggeridge«, observa Schmude, «pensaba que Chesterton era ‘un espíritu melancólico, angustiado y asustado’ y que bajo su chispa superficial de ingenio y optimismo se escondía el temor de que el mundo fuera un lugar depravado y diabólico. Solo Dios podía salvarlo».
Sin embargo, Chesterton a menudo enmarcaba su conversión como un asentimiento intelectual a la verdad. En su ensayo de 1926 Por qué soy católico escribió que «la dificultad de explicar ‘por qué soy católico’ es que hay diez mil razones, todas ellas equivalentes a una sola: que el catolicismo es verdadero«. Pero Schmude afirma que este asentimiento intelectual no fue el único motor de su conversión. Según él «fue la culminación de una evolución basada en percepciones y experiencias naturales, elevada y alcanzada por medio de la fe sobrenatural del catolicismo».
Más problema los católicos que los anticatólicos
Dale Ahlquist, presidente y cofundador de la American Chesterton Society, está de acuerdo y sugiere que ha habido pocas conversiones más deliberadas que la de Chesterton. «Diez años antes de su conversión», declara Ahlquist al Register, «Chesterton dijo que si todos los hombres vivieran mil años, todos acabarían siendo ateos nihilistas o miembros del credo católico. En ese momento, ya estaba hablando con su amigo el padre John O’Connor para hacerse católico».
Curiosamente, Ahlquist tiene dos teorías sobre por qué Chesterton tardó tanto en convertirse. «La primera es la misma teoría que tiene todo el mundo», explica Ahlquist: «No estaba preparado para unirse a la Iglesia católica sin su esposa a su lado. Lo compartía todo con Frances, y los dos dependían realmente el uno del otro. No compartir lo más importante de su vida con la persona más importante de su vida no parecía posible. Pero ella simplemente no estaba preparada».
La segunda de las teorías de Ahlquist es más sorprendente por su originalidad. «En su libro sobre la conversión, La Iglesia católica y la conversión [1926], Chesterton dice algo que era más que una simple observación externa; [era] algo que él mismo había experimentado. Dice que cuando un hombre está pensando en convertirse al catolicismo, la ‘habitual propaganda anticatólica’ no es un obstáculo. Eso no es lo que mantiene al potencial converso fuera de la Iglesia».
Filmación y sonido real de Chesterton en 1931, homenajeado en Estados Unidos al ser nombrado Cruzado de la Santa Cruz del Holy Cross College, universidad jesuita en Worcester (Massachusetts). Entre palabras de gratitud, el escritor bromea: «Debo decir que no tengo mucho de cruzado, pero al menos no soy mahometano» (minuto 0:32).
Ahlquist continúa citando las palabras de Chesterton de que el converso rara vez se asusta de la imagen protestante del catolicismo, sino que se asusta de la imagen católica del catolicismo. Según Ahlquist, para Chesterton las palabras desacertadas de los católicos hacían más daño a cualquier potencial conversión que cualquier virulencia anticatólica de los no católicos. Reflexionando sobre las palabras de Chesterton, Ahlquist concluye, de forma bastante desconcertante, que lo que mantuvo fuera de la Iglesia durante años a uno de los conversos más famosos del siglo XX fueron otros católicos. A la luz de esta experiencia, Ahlquist reflexiona: «En verdad, fue un paso valiente el que dio G.K. cuando tomó la decisión de hacerse católico».
De Jerusalén a Brindisi
Antes de su recepción en 1922, había indicios de que Chesterton deseaba hacerse católico. A finales de 1914 el escritor sufrió un colapso físico: durante los seis meses siguientes entró y salió del coma mientras luchaba por su vida. Chesterton dejó claro a su amigo el sacerdote católico padre O’Connor, que fue la inspiración para el padre Brown de Chesterton, que, in extremis, deseaba ser recibido en la Iglesia católica y ungido.
Además, parece que seis años después, en 1920, Chesterton hizo una promesa a la Virgen de que entraría en la Iglesia católica. Esto ocurrió mientras el escritor y su esposa se encontraban en la ciudad italiana de Brindisi de camino a Inglaterra después de una peregrinación a Tierra Santa.
[Pincha aquí para conocer cómo veía Chesterton la Tierra Santa tras su viaje.]
Fue desde Brindisi, durante la Semana Santa, el 31 de marzo de 1920, cuando Chesterton escribió a su amigo Maurice Baring: «Hay algo aún más importante que quiero discutir contigo debido a ciertas cosas de las que hablamos hace tiempo. Solo diré aquí que mi razonamiento, que realmente era un razonamiento y no una emoción fugitiva, llegó a explotar en la Iglesia del Ecce Homo de Jerusalén«.
La basílica del Ecce Homo de Jerusalén tiene una historia única. Se construyó en el siglo XIX sobre los restos arqueológicos del patio de Pilatos, donde se cree que el gobernador romano formuló la pregunta a Cristo atado: «¿Qué es la verdad?». La basílica del Ecce Homo -«He aquí el hombre»- fue construida por Alphonse Ratisbonne, un judío convertido al catolicismo que entró en la Iglesia tras una visión de la Virgen en una iglesia romana.
«Algo sucedió en la basílica del Ecce Homo», afirma Marco Sermarini, presidente de la Società Chestertoniana Italiana. En declaraciones al Register, Sermarini cree que ese viaje a Tierra Santa le aclaró las cosas de forma irrevocable al inglés. «El diario de Frances registra que fueron tres veces a la basílica del Ecce Homo. La primera visita, el 4 de marzo, la hizo Frances sola; luego fueron juntos el 26 de marzo por la mañana», explicó, «y, de nuevo, para una bendición al día siguiente por la tarde. Allí mantuvieron una larga conversación con una monja inglesa. No tenemos ningún otro registro de esto, pero es seguro que Chesterton se sintió particularmente impresionado por este lugar o, quizás más correctamente, todo se aclaró allí».
Interior de la basílica del Ecce Homo, en la Via Dolorosa de Jerusalén. Foto: Evi Horowitz (Wikipedia).
La referencia de Chesterton en su carta a Baring a «ciertas cosas de las que hablamos hace tiempo», debe haber sido, sostiene Sermarini, una referencia a las continuas conversaciones que habían tenido sobre la conversión de Chesterton al catolicismo. Sermarini considera que Baring debió de ser un válido interlocutor en estas conversaciones, ya que él también se había convertido en 1909.
La mística y la conversión de Cecil
Además del episodio de 1914, cuando Chesterton estuvo gravemente enfermo, Sermarini dice que cuando Chesterton se había recuperado de su enfermedad «afirmó haber tenido un ‘éxtasis místico‘ poco antes de salir del coma en el que fue invitado por la difunta esposa de Belloc [Elodie] a convertirse. Pero una vez superada la enfermedad, el asunto quedó ‘en el fondo de mi mente’, como dijo Chesterton, aunque a partir de ahí siguió trabajando en él».
Curiosamente, fue Elodie Belloc, según Sermarini, quien influyó en el hermano de Chesterton, Cecil, para que se hiciera católico en 1912. La conversión de Cecil no fue bien recibida por la familia Chesterton en general, y esto pudo haber retrasado la decisión de su hermano de hacerse también católico.
En cualquier caso, al igual que Schmude y Ahlquist, Sermarini considera que la reticencia de Frances a aceptar ir a Roma fue el principal obstáculo para la evolucion de su marido en la Iglesia. «Frances era problemática en todo el asunto», afirma Sermarini. «Varias veces en el pasado había dicho que no quería convertirse al catolicismo porque amaba la fe -el anglicanismo- en la que se había criado«. Sin embargo, señala Sermarini: «Como Maisie Ward [editora de alguna de sus obras y su primera biógrafa] dice siempre: ‘Frances nunca movió un dedo para evitar que Gilbert se uniera a la Iglesia católica'».
Sin embargo, lo que ocurrió durante la peregrinación a Tierra Santa en 1920, y el posterior viaje de vuelta a Inglaterra, lo cambió todo. Al llegar a Brindisi, continúa Sermarini, los Chesterton no pudieron encontrar una habitación de hotel, por lo que se alojaron en una habitación de una casa particular. En la habitación que les dieron había una figura de la Virgen. Él siente que fue allí, «justo aquí, en Italia, frente a este mar nuestro, bajo la mirada de la Virgen María«, donde terminó la larga conversión de G.K. Chesterton. «La Virgen María siempre desempeñó un gran papel en la vida de Chesterton», concluye Sermarini.
La iglesia de Santa Teresa de Beaconsfield fue construida en 1926, apenas un año después de la canonización de Santa Teresita del Niño Jesús, y fue una de las primeras de Inglaterra consagradas a esta santa. En el minuto 1:56 se ve la imagen donada por los Chesterton.
Cuando finalmente, en mayo de 1927, se bendijo e inauguró una iglesia católica en Beaconsfield, los Chesterton contribuyeron con una notable suma a la misma, a saber: una estatua de Nuestra Señora.
Traducido por Verbum Caro.