Santa Matilde, la reina que luchó para reconciliar a sus hijos
Cada 14 de marzo se recuerda a Santa Matilde, primera reina de Alemania, en tiempos en que esta se encontraba en proceso de formación como nación (siglo X). Matilde de Ringelheim -su nombre de pila- se caracterizó por ser una mujer humilde, piadosa y caritativa con los más necesitados. Apoyó y mandó a construir muchas iglesias y monasterios importantes como los de Quedlinburg, Nordhausen, Engern y Poehlden.
Linaje de guerreros
Santa Matilde fue descendiente del famoso guerrero Widukind, capitán de los sajones que batallaron contra Carlomagno durante el siglo VIII. Nació en Enger en el año 895. Fue hija de Dietrich, duque de Westfalia y Reinhild.
De niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt donde adquirió las numerosas virtudes cristianas que adornaban su carácter. Se casó muy joven con Enrique I, quien se convertiría más tarde en duque de Sajonia (año 912); ambos formaron un matrimonio feliz, bendecido después con la prole.
Una sierva de Dios es coronada
En el año 918, Enrique I fue escogido para suceder al rey de la llamada ‘Francia Orientalis’, Conrado I. Fue así que el esposo de Matilde se convirtió en el primer soberano de los territorios ubicados al oriente de Francia que provenía de una dinastía sajona, por lo que es considerado fundador y primer rey del estado alemán medieval.
Matilde, así, se convirtió en reina, pero nunca dejó de ser una mujer sencilla y piadosa, muy generosa, dedicada a asistir a los más necesitados. Su figura es crucial porque representa la impronta católica en la matriz del pueblo germano.
Todo por su familia y por los que sufren
Después de 23 años de matrimonio quedó viuda en 936, y decidió desprenderse de todas sus joyas y brillantes por el alma de su esposo fallecido. Otón I, su hijo, fue declarado emperador. Sin embargo, cuando todo presagiaba una sucesión tranquila, Otón la acusó de haberse puesto de lado de su hermano Enrique, quien se había rebelado contra su ascensión al trono imperial. Otón, entonces, expulsó a su propia madre del palacio. Matilde, después de tan trágico suceso, fue acogida en un monasterio. Allí permaneció por algún tiempo, rezando y trabajando como una monja más, rogándole al Señor por la reconciliación de sus hijos.
Cuando la reconciliación llegó, Matilde fue repuesta en palacio, pero no pasaría mucho tiempo y sería acusada por ambos hijos de haber escondido parte del tesoro familiar, para repartirlo entre los pobres. Esta fue otra dura prueba para la santa, quien no dejó de confiar en Dios y pedirle a Él paciencia y misericordia con los suyos. Tras haber demostrado su inocencia, pudo finalmente recuperar a su familia, concediéndole el perdón a Otón y Enrique, sus hijos.
En el corazón de su pueblo
Sus últimos años los pasó dedicada a fundar conventos y a dar limosna a los pobres.
Matilde murió el 14 de marzo de 968, en el monasterio de San Servacio y San Dionisio en Quedlinburg; fue sepultada al lado de su esposo, cuyos restos se encontraban en ese lugar. Inmediatamente después de su muerte, Matilde empezó a ser venerada como santa.-