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Consagrar a María, Madre de pueblos, para unir a sus hijos

Pontificia Commissione per lAmerica Latina

Estimados amigos,
En el contexto de la próxima consagración y encomienda de la humanidad – especialmente de Rusia y Ucrania – al Inmaculado Corazón de María, que el Papa Francisco pronunciará  en la Basílica de San Pedro, en la tarde de este viernes 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del Señor a María, compartimos una breve reflexión «Consagrar a María, Madre de pueblos, para unir a sus hijos», escrita por el Rev. P. Alexandre Awi Mello, ISch, Secretario del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y Consejero de la CAL.
Esperamos pueda ser de utilidad para unirnos en oración y súplica a María por la paz en todo el mundo.
Saludos fraternos,
Secretaría
Pontificia Comisión para América Latina (CAL)
P. Alexandre Awi Mello, ISch:
Secretario del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida
Consejero de la Pontificia Comisión para América Latina
Desde el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania, Papa Francisco no escatimó esfuerzos para
tratar de detener la guerra y sensibilizar a los gobernantes para que busquen incesantemente la
paz. Estos esfuerzos van acompañados de una convocatoria al Pueblo de Dios para que recen,
ayunen y sean solidarios con los que más sufren en este momento dramático.
En ese contexto se entiende el acto de consagración o entrega de la Ucrania y Rusia al Inmaculado
Corazón de María el 25 de marzo, día de la Anunciación del Señor, convocado por el Papa
Francisco. El CELAM y los obispos de todo el mundo respondieron diligentemente a la invitación
del Papa, uniéndose a él en ese gesto tan significativo.
Desde nuestros pueblos
De hecho, los pueblos de América Latina tienen una especial sensibilidad para entender esta
convocatoria, pues – en palabras de San Juan Pablo II – “se puede decir que la fe y la devoción a
María y sus misterios pertenecen a la identidad propia de estos pueblos”, cuya piedad popular es
“indisolublemente mariana” (Homilía en el Santuario de la Virgen de Zapopán, 30 de enero de
1979). En momentos de dificultad, angustia o peligro nuestros pueblos recurren espontáneamente
a la protección de la Virgen María, entregándose confiadamente a ella, para que ella interceda
junto a Jesús por todas sus necesidades.
En la historia nacional y religiosa de los pueblos latinoamericanos fueron frecuentes distintos tipos
de acto de consagración a la Virgen, sea por parte de los colonizadores sea por los pueblos
autóctonos. Se puede mencionar el voto de Bernardo O’Higgins a la Virgen del Carmen en Chile, o
la entrega de la patria a la Virgen de Luján por parte de los próceres argentinos.
San Juan Pablo II explicaba que, en la piedad de nuestros pueblos, “María Santísima ocupa el
mismo lugar preeminente que ocupa en la totalidad de la fe cristiana. Ella es la madre, la reina, la
protectora y el modelo. A ella se viene para honrarla, para pedir su intercesión, para aprender a
imitarla, es decir para aprender a ser un verdadero discípulo de Jesús… Lejos de empañar la
mediación insustituible y única de Cristo, esta función de María, acogida por la piedad popular la
pone de relieve” (Homilía en el Santuario de la Virgen de Zapopán, 30 de enero de 1979).-

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