Rafael María de Balbín:
Una nueva sociedad no se improvisa. Se apoya en lo que fue, y sobre todo en lo que es en presente. No nace por generación espontánea. Hay que partir de su realidad concreta, con afanes de superación. <<En los albores del tercer milenio, la Iglesia en Venezuela, presente con luces y sombras durante quinientos años en el quehacer histórico de nuestro pueblo, requerida hoy por el Espíritu Santo, atenta a los signos de los tiempos, y llamada a ser “luz del mundo y sal de la tierra” (Mt 5, 13-14), asume con renovado entusiasmo y decisión el reto de contribuir a la gestación de una nueva sociedad, más justa, más solidaria, más fraterna y más cristiana>> (CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA. Documento 3: Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad, n.1).
Se pueden señalar unas grandes líneas para el progreso: <<Esa nueva sociedad, cuyo anhelo hunde sus raíces en la esperanza cristiana, surgirá sólo como resultado del esfuerzo comunitario y armónico realizado en los ámbitos social, cultural, económico y político por todos los hombres y mujeres que habitamos en Venezuela, y exigirá el aporte que los católicos hagamos en la línea de la Nueva Evangelización. Orientados por Paulo VI, Juan Pablo II, Puebla y Santo Domingo, la identificamos con la expresión “Civilización del Amor”>> (Idem, n.2).
Es preciso partir de las circunstancias actuales. <<Este proceso que, a su vez, se enmarca dentro de otro fenómeno más amplio y universal, el de la globalización a nivel económico, político y cultural, es potenciado cada vez más por las facilidades que brindan las nuevas tecnologías en un mundo más pluralista, secularizado, participativo, preocupado por la ecología y con tendencias a consolidar la integración en bloques regionales>> (Idem, n.3).
El Sínodo Plenario señalaba: <<Nuestro Concilio centra su análisis en cuatro grandes ámbitos con sus correspondientes núcleos problemáticos. Ellos son: el ámbito de lo económico, caracterizado por la existencia de un sistema dominado por el individualismo, el afán de lucro y la agudización de las desigualdades sociales; el ámbito de lo social, caracterizado por la disolución del núcleo familiar, el progresivo empobrecimiento del país, el grave deterioro general, y las fallas en la valoración y respeto a los derechos humanos; el ámbito de lo político, signado por la falta de participación y organización ciudadanas en la línea de la libertad y la justicia; y el ámbito de lo ético-cultural donde se observa una acentuada pérdida del sentido moral, expresada en el poco aprecio por los auténticos valores humanos>> (Idem, n. 6).
Se nos presenta una tarea altamente ardua y positiva, necesaria y apremiante: <<La Iglesia, Pueblo de Dios que peregrina en Venezuela, comparte los gozos y las esperanzas, así como las incertidumbres y angustias del pueblo venezolano (Cf. GS 1); al mismo tiempo se sabe portadora de un mensaje trascendente y liberador, de cuya fecundidad es testigo. Por eso, los cristianos no sólo percibimos los elementos negativos desde una toma de conciencia y una actitud crítica, sino que debemos identificar los elementos positivos para enriquecerlos y potenciarlos como desafíos y oportunidades para participar desde el evangelio en la construcción de una nueva sociedad>> (Idem, n. 8).
Se requiere el protagonismo de los fieles laicos (n. 127), el respeto de los derechos humanos así como evitar los abusos del poder y de la riqueza (n, 129), la educación en virtudes desde la infancia (n.134), la educación para el trabajo y su justa valoración y retribución (n.136), el fortalecimiento de la familia y del hogar completo, con padre y madre (n. 141), la superación de la mentalidad antinatalista (n. 142), la defensa del derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural (n. 143), la promoción del voluntariado social (n. 146), la lucha contra el alcoholismo y el narcotráfico (n. 147), el fortalecimiento de la atención sanitaria (nn. 151-152), la participación en la política como compromiso y servicio (n. 156), el ejercicio de honestidad en contra de toda corrupción (n. 161), la autonomía y eficiencia del Poder Judicial (n. 162-163), la evangelización en todos los niveles educativos (n. 164), el fomento de intelectuales católicos que den brillo y profundidad a la gestación de una nueva Venezuela (n. 167), la competente presencia de los católicos en los medios de comunicación social (n. 172).-