Opinión

¿Será posible?

Venezuela y el mundo necesitan políticos que entiendan que la política es una forma de amor al prójimo. En consecuencia, la política es para servir al Bien Común, a la dignidad de las personas, de cada una de las personas y del conjunto de las personas

Eduardo Fernández:

¿Será posible una política que promueva el amor, la fraternidad y la solidaridad entre todos los venezolanos y entre todos los seres humanos?

¿Una política que rechace el odio y la violencia, que promueva la unión y no la división de los ciudadanos, que no amenace con venganzas o con revanchas sino que se ocupe de promover consensos para resolver los problemas del país y los problemas del mundo?

¿Será posible una política en la que se privilegie el servicio a la gente y no la satisfacción de vanidades o de apetitos de poder o de dinero?

La política y los políticos están muy desacreditados en Venezuela y en el mundo. Hay casos excepcionales como el de la señora Ángela Merkel en Alemania, que después de catorce años en la jefatura del gobierno de aquel país, sale de la Cancillería Federal con un amplio reconocimiento de sus conciudadanos. Una señora que ejerció la política con humildad, con sencillez, con eficacia y con corrección. Una señora que nunca puso de manifiesto un afán de dominar, de atropellar a los demás, de satisfacer ambiciones personales o propósitos de enriquecimiento, una señora que llegó a la política para servir al Bien Común y trabajar por la democracia, por el bienestar de sus compatriotas y por la justicia social, tanto dentro de su país como en la comunidad de las naciones.

Venezuela y el mundo necesitan políticos que entiendan que la política es una forma de amor al prójimo. En consecuencia, la política es para servir al Bien Común, a la dignidad de las personas, de cada una de las personas y del conjunto de las personas.

La política es para trabajar por la Paz y no por la guerra. Es para trabajar por la Justicia y no por la explotación. Es trabajar por el estado de derecho y no por la arbitrariedad y el abuso de poder. Hacer política no puede ser promover golpes militares o invasiones extranjeras. Hacer política es compartir con los pobres, con los más vulnerables, con las víctimas de la injusticia.

Es organizar al pueblo para que el pueblo organizado, motivado por un noble ideal de progreso y desarrollo sea capaz de construir un futuro mejor para sus hijos y para sus descendientes.

Recuperar el prestigio de la política y de los políticos exige un esfuerzo de autocrítica. Responder a la pregunta: ¿Por qué estamos tan desacreditados? Y actuar en consecuencia.-

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