El Infinito en un junco
Cardenal Baltazar Porras Cardozo;
Encontrar un tesoro escondido es siempre motivo de júbilo. Así nos lo recuerda la parábola evangélica sobre la mujer que encontró la dracama perdida y convocó a sus amigas para celebrarlo. Esa misma sensación he sentido al caer en mis manos el excelente ensayo de Irene Vallejo, titulado “el infinito en un junco”. No había tenido contacto con ninguno dfe los ensayos y artículos de esta especialista y doctora en filología clásica, catedrática de la universidad de Zaragoza.
Lo mejor, la vinculación de lo antiguo con el devenir histórico en los tiempos sucesivos hasta nuestros días de cada uno de los episodios que analiza. Mi curiosidad creció al constatar que esta voluminosa obra ha logrado más de treinta ediciones en menos de dos años, y no parece que haya sido por una buena campaña de marketing. Lo bueno, por ser tal, se multiplica por sí solo exponencialmente.
El libro es un canto magristra al “libro”, instrumento básico para la consolidación de la cultura y el progreso de la humanidad. Como todo lo humano, el libro, manuscrito o impreso, ha sufrido los avatares de los tiempos y lo absurdo de la manía destructora de algunos detentores del poder que pensaron y piensan qu, acabando con las bibliotecas o quemando ediciones del pensamiento adverso, lograran imponer su visión obtusa e inhumana de la realidad. Ejemplo reciente lo vemos en la conducta del innombrable líder ruso que prohibe todo medio que informe su errado proceder y bombardee sin misericordia centros emblemáticos de la cultura, el arte o la salud. La vida de los seres humanos es vista como meracancía, materia inerte, de la que se puede prescindir a su antojo.
Las 40 páginas del libro sobrepasa los espacios de una crónica. Invito cordialmente a su fascinante lectura. Unos breves pinceladas sirvan de abrebocas. La oralidad ha sido hábil vehículo del pensamiento y de la historia. Pero es insuficiente. Lo que no se teje en algo estable, llámese piedra, jeroglíficos rupestres, pergamino, papel o similares, en complicados alfabetos o sencillos dibujos, no ayudan al progreso.
Desde Alejandro Magno, Alejandría fue ciudad de placeres y de libros. Por allí comienza el ensayo, hilvanando reflexiones desde esa famosa biblioteca que encierra misterios, controversias, historias desconocidas o mal interpretadas, pensamientos diversos y hasta contradictorios, única manera de amasar consensos y provocar progresos en todos los órdenes de la vida.
Gracia imaginó el futuro y desde Homero y los antiguos filósofos, narradores e intérpretes de leyendas, fueron configurando la experiencia vivida en una sociedad que es la madre cultural del mundo occidental. Grecia supo pensar pero no tuvo la audacia de convertirse en forma de gobernar y actuar en los pueblos que se iban conquistando. Roma encontró la clave para convertirse en el imperio que conocimos, porque unió a sus orígenes bastardos, la humilde y audaz aceptación de adueñarse sin rubor del pensamiento y la cultura griega y convertise en política de estado para darle sello definitivo a la cultura del mundo occidental del que somos deudores.
La capacidad de síntesis y de vincular y encontrar raíces comunes entre el pensamiento antiguo, el medieval, el renacentista, el moderno y el actual, es impresionante en las reflexiones de la autora. Ayuda a entender muchas de las situaciones que vivimos en los conflictos de hoy, controvertidos e inexplicables. Ejemplo iluminador, los capítulos en los que queda claro que el occidente europeo y el medio oriente hasta los lejanos pueblos asiáticos, han vivido siempre entre la desconfianza y la animadversión, con guerras y escaramuzas que han impedido una convivencia fraterna en las movibles fronteras de ambos frentes.
El infinito es el ancho mar del planeta, con sus múltiples y variadas culturas; tienen como antecedente glorioso el uso del fruto del junco, de donde se saca el pergamino, “moderno” y estable, más fácil de manejar y trasladar, para que en “letras de molde”, sea el portador de la ciencia, el pensamiento y la historia de la humanidad. “La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción. A los juncos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la sabiduría que no estábamos dispuestos a perder. Con su ayuda, la humanidad ha vivido una fabulosa aceleración de la historia, el desarrollo y el progreso”.
24-3-22