Opinión

Democracia, política y aporofobia

Esa ceguera de los políticos en general para enfrentar la cuestión, resulta tan inaudita como inaceptable

Roberto Fermín Bertossi*:

“Aporofobia o la exclusión del pobre”, es un dato humanamente cruel y relevante según los “hechos” o desempeño democrático y político argentino en los últimos 39 años, exactamente a partir de la recuperación de la democracia, el 30 de octubre de 1983.

Don Arturo Humberto Illia, hombre de la democracia, médico y “apóstol” de los pobres, fue el último presidente argentino que según los “hechos e índices estadísticos oficiales”, se ocupó privilegiadamente de los necesitados, tanto como persona fraterna, como profesional de la salud, pero muy especialmente, como presidente democrático y republicano entre 1963 y 1966, siendo derrocado entonces por el golpe de estado encabezado por el general Juan Carlos Onganía con paradójicas complicidades peronistas y conspicuos columnistas de la época.

 “Un desafío para la política

Por estos días, cuando una lacerante pobreza fatalmente alcanzará el 44%, en tanto la indigencia, un pavoroso 11%”; atónitamente datos semejantes lucen “invisibles e irrelevantes” para los políticos, sus plataformas, campañas y discursos o participaciones periodísticas de cara a un 2023´ electoral.

Esa ceguera de los políticos en general para enfrentar la cuestión, resulta tan inaudita como inaceptable.

La impresionante pobreza e indigencia que caracterizan el espectro nacional, pareciera encontrarse con abordajes políticos partidarios que pretenden rebotar sobre este presente –mucho peor que el pasado-, en un trance y percance de cuatro décadas de mediocridad.

Claramente no estamos ante la mejor Argentina, pero los políticos hablan y actúan como si fuera la mejor de las últimas seis décadas. Obviamente, ¿quién podrá tener probabilidades de éxito para gobernar esta Argentina real, si ninguno de ´los anotados´ “mira” lo que pretende gobernar, o niega lo que “ve en su mirar”?

A más de 54 años de su derrocamiento, a nadie le quedan dudas de que Arturo Umberto Illia no solamente fue un hombre de firmes convicciones axiológicas. Con su presidencia, la desocupación, que había llegado a un récord histórico en julio de 1963, bajó al 4,6% en octubre de 1965. El salario real horario creció entre diciembre de 1963 y diciembre de 1964 un 9,6%. La inflación, que en el bimestre anterior se había mantenido en el 26%, bajó en 1964 a 22,1%.

Más que un detalle, la piedra angular de la “interrumpida” Administración Illia, fue su política educativa contra la pobreza, uno de los aspectos más elogiados de su gestión. El principal dato para ello fue el sensible y substancial incremento del porcentaje del presupuesto nacional dedicado a educación, que pasó del 12% en 1963, al 17% en 1964 y al 23% en 1965. El diario Las Voz del Interior de Córdoba, sostuvo que este último porcentaje fue el más alto de la historia argentina. Hoy podemos ratificar que la inversión en educación del presidente Illia, realmente aún continúa siendo la más alta.

Preconclusivamente, urgen salarios dignos y equitativas que superen los guarismos de la canasta familiar básica –alquiler incluido-, porque mucho argentino tiene hambre cuando el 51,5% de los menores de 14 años son pobres.

Si bien fracasos recurrentes, populismos, “la grieta”, la corrupción e impunidad, la demagogia o cooptación clientelista por ausencia de cultura cívica y compromiso democrático, se sumaron y multiplicaron para ahondar el abismo que tanto atrapa, empobrece, denigra y posterga; no obstante ello y ante tanto cinismo, inescrupulosidades y enriquecimientos ilícitos por todos conocidos, sin demora debiéramos exigir nuevas y novedosas propuestas políticas programáticas, pragmáticamente realistas, genuinamente financiables y humanitariamente sostenibles, para revertir paulatinamente la caída estrepitosa de todos los índices del desarrollo humano argentino, y con ello, el rescate premuroso de todo destrato y maltrato a que nos sometieron gruesos errores, ineptitudes, nepotismos, corrupciones e irresponsabilidades de quienes han detentado el poder ya por 39 años.

Por último, duele admitir que durante estos 39 años, demasiados argentinos fueron empobrecidos o sumidos en la indigencia, sin poder alimentarse, educarse ni curarse conforme originarias promesas presidenciales; pero más nos duele e indigna la vil, insaciable e imparable corrupción propia del enriquecimiento ilícito de políticos incompetentes, ”titulares de modernidad y moralidad liquidas” como de una notable capacidad improductiva, perpetuados en el poder nacional, provincial y municipal; precisamente los responsables directos e indirectos de cada empobrecimiento, de cada indigencia como de estas ascuas permanentes en cada jubilado o pensionado “ordinario”.-

*Experto en cooperativismo de la Coneau

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