Opinión

¿Qué hicimos? ¿Cómo estamos? ¿Cómo corregiremos?

No es posible "estar en las buenas con Dios y con el Diablo"

Egildo Luján Nava:

El planeta  está viviendo actualmente momentos difíciles y peligrosos. Parte importante de su liderazgo escribe un capítulo nuevo en la historia que, en muchos casos, lo hace recurriendo a la violencia y al menosprecio de sus vecinos y connacionales; en otros casos, apelando a la convivencia para justificar desvaríos; al ejercicio de mandos con el fin de abrirle espacios a la proliferación de males entre malos; a la anulación de su propia especie.

El hecho natural tiene su propio reinado. Sólo se puede escribir exacerbando  lo inevitable: terremotos, maremotos, explosiones volcánicas, inundaciones, plagas o pandemias causantes de muertes y de destrucción. Mientras que el suceso antinatural se distingue y sobresale, en muchos casos, por la acción de la mano del hombre y de su empeño en destruir, contener avances, estimular retrocesos.

Lo cierto: nunca antes la humanidad estuvo expuesta a una posible extinción, tal como está hoy en día. Basta con analizar e interpretar lo que traduce la decisión de un individuo que, como Vladimir Putin, ha decidido, desde la jefatura de Rusia, imponer una visión política e ideológica para justificar la necesidad de recomponer o rehacer la vigencia de la Unión Soviética. ¿Y cómo?: a partir de la promoción y sostenimiento de una guerra, mayoritariamente sostenida por las fuerzas que ofrecen y garantizan el uso desmedido de las armas de guerra.

Asimismo, llegar hasta allí lo hace posible el útil soporte de una guerra necesaria para justificar el control de Ucrania; y de hacerlo a partir de la desmedida visión y determinación de uso de la fuerza bélica, como de estar consciente que eso se traduce, de ser necesario, inclusive en el empleo de la disponibilidad del  mayor arsenal  de armas nucleares del planeta.

Sin embargo, nunca imaginó Putin que su megalomanía, afianzada en su innegable pasión por las bondades que disfrutó mientras estuvo al frente de la KGB, le llevaría a encontrarse con su propia sombra cuando, desde su punto de vista, decidió rescatar identidad y echar las bases de una nueva Unión Soviética. Lo logre o no, lo cierto es que  un país infinitamente más pequeño, poseedor de un gran orgullo nacionalista y de una perseverancia de y para el combate abierto, se le ha plantado, evidenciando que sí es una expresión organizada para la lucha.

Los análisis de lo que ha sucedido hasta más allá de los primeros 30 días de los enfrentamientos, arrojan una descripción innegablemente dura para un político que ya es calificado de criminal de guerra. Y se trata de que, no obstante su enorme desventaja en el desarrollo del enfrentamiento, Ucrania ha logrado causarle un gran daño  material, físico, económico y de desprestigio internacional a Vladimir  Putin y los suyos. Asimismo, ha podido captar la solidaridad de casi todo el concierto internacional de las naciones democráticas, en ciertos casos, ayudándolos con armas y tecnologías para el combate.

Hoy hay peligro, mucho peligro. Y el mismo está reflejado en un conjunto de escenarios en el que figura precisamente Rusia, poniendo en peligro a la humanidad, en caso de que Putin pueda verse impedido -y ¿ridiculizado?- por la imposibilidad de convertir a Ucrania en su último trofeo político.

Los hechos y comportamiento que rodean a quien lidera el por qué y para qué del combate, no subestiman lo que pudiera suceder, si los resultados son los antes descritos. ¿Acaso  llegar a  oprimir el botón nuclear que se traduzca en el desarrollo formal de una GUERRA MUNDIAL, capaz de convertirse en el motivo de peso para que sea posible la extinción de la vida en el globo terráqueo?.

Que Dios, el sentido común y la sensatez humana no lo permitan.

En cuanto a Venezuela, ¿cómo le afecta esta terrible situación de guerra distante?. Estando bajo el yugo de un régimen que sólo ha necesitado 23 años para arruinar al país, gestores y responsables de grandes desatinos, logrando tanto el rechazo mayoritario de la población, como del concierto de naciones democráticas del mundo Occidental, no puede estarse frotando las manos ante la creencia de que es un «vencedor por excepción o por accidente».

Interesadamente,  lo cierto es que el régimen venezolano ha pactado y logrado escudarse en Rusia, país integrante de las tres principales potencias del mundo (USA, CHINA Y RUSIA). No reconocerlo y admitirlo se traduce en una visión ingenua de lo que se está desarrollando y puede traducirse como respuesta al futuro inmediato. Y no aceptar que Ucrania ha logrado causarle grandes pérdidas humanas y económicas, limitando las posibilidades de Rusia para darle o mantener un soporte a otros países como Venezuela, es no entender qué es lo que está planteado y en qué se puede convertir la prolongación de los hechos.

Sin embargo, más allá de aquello en lo que pudiera convertirse el aún crudo proceso de entendimiento diplomático y que luego pudiera traducirse en camino funcional, siempre con miras a evitar que el baño de sangre continúe eventualmente, todo también va a depender de lo que Putin esté dispuesto a sacrificar desde sus posiciones de dominio.

En Rusia, no hay perdedores bélicos a los que se les rinda culto. Por el contrario, se les excluye del ejercicio del poder. Así lo describe la historia bélica de dicho país. Y así se le hace saber a los ciudadanos que están claros en cuanto al precio que debe cancelarle a la historia de su país, cualquier sedicioso que no sea capaz de convertir ideas, principios y confrontación en victoria.

Antes de que se haga presente la Semana Santa, en Venezuela ya se diseñan interpretaciones favorables que magnifican las modalidades en que habrán de traducirse la paternidad rusa de mano extendida para el país, y la supuesta neohermandad que emergerá a partir de la participación de los Estados Unidos en la conversión del país en el garante suplidor de petróleo nacional. Es, si se quiere, el ilusionismo emergente  que se da  por obra y gracia de la misma realidad. Sin embargo,  esta situación también pudiera dejar al régimen venezolano sin PADRINO protector,  además de  desamparado, como de expuesto a mayores sanciones y presiones.

No es posible «estar en las buenas con Dios y con el Diablo», sólo a partir de la vigencia de una serie de ventajas a las que les corresponde desenvolverse entre la terquedad y la prepotencia, mientras que, adicionalmente, se  ponen  en práctica la inteligencia y la lógica.  Podrían lograr acuerdos internos, es verdad, mientras se  evita caer en mas conflictos en los que inevitablemente pagarán justos y pecadores, por igual. Pero lo que la lógica le recomienda a todos -o a la mayoría de los integrantes del régimen- es transigir, negociar y propiciar entendimientos dentro de la misma «OPOSICION», como con el mismo régimen y los aliados externos, primordialmente con los Estados Unidos de Norteamérica.

Si se insiste en poner dos conejos en el fuego, a partir de habilidades inexistentes o infuncionales, la situación del régimen  se hará insostenible. Y, tarde o temprano (o más temprano que tarde), se logrará el rescate del país, que, por la casi destrucción lograda, habrá que REFUNDARLO e ir a unas elecciones libres,  con garantías de pulcritud. De lo contrario -e inútilmente- y de no propiciar y lograr un entendimiento, el país, de una u otra forma, no se deslastrará de esta locura en las condiciones que las necesita, logrando su libertad y recuperación.}

Por lo pronto, lo que los eventuales escenarios plantean o sugieren, es que, al poseer enormes reservas de recursos naturales que puede ofrecer para explotar ordenada y pulcramente, el país podría obtener el importante financiamiento y la ayuda necesaria para convertir sueños en realidad. Además de contar con un valiosísimo contingente de recursos humanos para lograr, con éxito, la recuperación económica del país, además de su paz social.-

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