Mozambique, una guerra sin titulares a pesar de las denuncias de los obispos de la zona
800.000 personas han huido del norte del país a causa de una violencia que no cesa
Los obispos no han dejado de denunciar la tragedia poniendo todos los medios a su disposición para ayudar a los desplazados
Boris Cheshirkov, Alto Comisionado de la Acnur: «Las personas que huyen sufrieron y presenciaron atrocidades que incluyen asesinatos, decapitaciones y desmembramientos de cuerpos, violencia sexual, secuestros, reclutamiento forzado por parte de grupos armados y torturas»
Tal como informa Obras Misionales Pontificias los desplazados se dirigieron hacia el sur, al distrito de Mueda, en el que ya hay refugiadas 135.000 personas
El sacerdote misionero de Valladolid, Raúl Marcos, describía en marzo de 2019, lo que ya es un relato que se repite innumerables veces: «Aparecen grupos de desconocidos y sin mediar palabra comienzan a degollar a todo el que encuentran y a incendiar sus casas»
Se habla de un grupo islamista, pero muchos hablan también de intereses de explotación de ricos recursos naturales de la zona (petróleo), para lo que interesaría despoblarla para después explotarla
Miles de personas siguen huyendo de la violencia en el norte de Mozambique. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) denunciaba la semana pasada lo que la Iglesia católica del país y los misioneros llevan denunciando desde finales de 2017.
Según el Alto Comisionado de la Acnur, Boris Cheshirkov, la inseguridad obligó desde enero a 24.000 personas a huir en el distrito de Nangade, cerca de la frontera con Tanzania: “Las personas que huyen de la violencia sufrieron y presenciaron atrocidades que incluyen asesinatos, decapitaciones y desmembramientos de cuerpos, violencia sexual, secuestros, reclutamiento forzado por parte de grupos armados y torturas”, explicaba en una rueda de prensa en Ginebra.
Tal como informa Obras Misionales Pontificias los desplazados se dirigieron hacia el sur, al distrito de Mueda, en el que ya hay refugiadas 135.000 personas.
En total cerca de 800.000 personas huyeron de sus hogares desde que comenzó el conflicto en Cabo Delgado en octubre de 2017. Muchos lugares están superpoblados. La cifra incluye a personas desplazadas por los ataques de los rebeldes armados en las zonas de Nangade, Meluco, Macomia y el archipiélago de las Quirimbas, y a las desplazadas por los ataques que tuvieron lugar en diciembre en la provincia de Niassa.
La mayoría de las familias que huyen de la guerra viven en comunidades de acogida, mientras que alrededor de una cuarta parte está en campamentos creados especialmente para esta emergencia. El último asalto se produjo el 24 de marzo, cuando un grupo armado atacó Macomia, uno de los principales pueblos de Cabo Delgado, obligando a sus habitantes a esconderse en la selva.
Los obispos de la zona no dejan de denunciar la tragedia poniendo todos los medios a su disposición para ayudar a los desplazados. El sacerdote misionero de Valladolid, Raúl Marcos, describía en marzo de 2019, lo que ya es un relato que se repite innumerables veces: “Aparecen grupos de desconocidos que entran en las aldeas de la zona central de Cabo Delgado, un área extensa de quizá más de 1.000 Km2, entre Mocímboa da Praia y Macomia, casi llegando a Meluco, y sin mediar palabra comienzan a degollar a todo el que encuentran y a incendiar sus casas”.
“El terror -agregó- se apoderó de la población, que huye abandonándolo todo para salvar sus vidas, porque los ataques no cesan. Al día de hoy no hay una explicación de lo que está pasando, y el gobierno dice que la situación está controlada, pero los muertos se suceden y el terror no cesa. Se habla de un grupo islamista, pero muchos hablan también de intereses de explotación de ricos recursos naturales de la zona (petróleo), para lo que interesaría despoblarla para después explotarla. El pueblo mozambiqueño está sufriendo. La Iglesia sufre con los que sufren, y ella misma también está padeciendo en muchos de sus hijos”.-
(AICA)