Encuentros 22
Mons Nelson Martínez Rust:
¡Bienvenidos!
El capítulo VIII de “Lumen Gentium” trata “De la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia”. Como vemos el Concilio nos presenta el misterio de la Virgen-Madre, no de manera aislada, sino vinculada a la cristología y a la realidad eclesial de la cual ha venido exponiendo la doctrina en los anteriores capítulos. El título de por sí es muy diciente ya que no solo sintetiza, sino que en una sola línea formula con claridad toda la doctrina católica de “La Mariología” mediante los siguientes puntos: 1º. María, conservando su virginidad, es Madre de Dios, 2º. Está vinculada a Cristo por su maternidad y 3º. No obstante, su maternidad divina, continúa siendo miembro insigne de la Iglesia.
El capítulo VIII está dividido a su vez en cinco partes, la primera de las cuales tiene la función de “introducción” que contiene tres partes: la primera nos habla de la relación de María con la persona de Jesucristo (No. 52), la segunda con la Iglesia (No. 53) y la tercera indica el plan y el método con el cual el Concilio va a proceder en su enseñanza (No. 54). En el No. 52 el Concilio se refiere al encuentro entre la Divinidad y el Hombre. El más portentoso que ésta haya llevado a cabo al asumir la naturaleza humana de Cristo, a la cual se unió sustancialmente la naturaleza divina en la persona del Verbo: unión de dos naturalezas que siguen perfectas y sin confundirse la una con la otra, pero que subsisten en la única persona del Hijo de Dios, hecho Hijo de María en cuanto hombre.
1º.- La Virgen María en el misterio de Cristo (No. 52)
a.- El Concilio nos presenta desde el mismo comienzo la razón de la encarnación: “Queriendo Dios…llevar a cabo la redención del mundo…” (Gal 4,4-5). La encarnación tiene una finalidad muy concreta: la salvación o redención del mundo. Dios no actúa de manera caprichosa o al boleo.
b.- Para llevar a cabo esta salvación, la segunda persona de la Trinidad – el Hijo – debía hacerse hombre. Para ello se valió de una creatura humana: María, la Virgen. Cuando los domingos celebramos la Eucaristía decimos: “que, por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre…”
c.- La veneración que la Iglesia católica profesa a la Virgen María se fundamenta en el hecho de ser: Madre de Dios. Se ha dicho que la Virgen Madre antes de engendrar físicamente a la Segunda Persona de la Trinidad fue preparada para ese acontecimiento de manera espiritual. Debemos entender esta afirmación de la manera siguiente: 1º. Que la Virgen, desde que fue engendrada, gozó del privilegio de verse libre del pecado y 2º. Se destaca el hecho de que asintió libremente al deseo de Dios-Padre de que fuera la Madre de su Hijo en el momento de la Anunciación. Se destaca el hecho de querer cumplir siempre con la voluntad divina por parte de María (Lc 1,26-38).
2º.- La Virgen María en el misterio de la Iglesia (No. 53)
a.- La Iglesia profesa de manera solemne que María “es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor”. No es solo una maternidad espiritual o de deseo o de crianza.
b.- Que en función de su maternidad divina ha sido “redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser Madre de Dios Hijo…con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas”. En virtud de los méritos de Cristo es que la Virgen es liberada del pecado desde su concepción y goza de un puesto especial en medio de los hombres. No debe olvidarse que todas las prerrogativas marianas tienen su origen en Cristo y están al servicio de la redención del hombre.
c.- El hecho de tanta grandeza realizada en la persona de María, la Virgen, no la aparta de la realidad de ser un miembro de la Iglesia y de la humanidad: “Pero a la vez está unida a la estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de salvación; y no solo eso, “sino que es verdadera madre de los miembros (de Cristo), …por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza”. El Concilio cita a San Agustín. El santo obispo de Hipona fundamenta la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia en el hecho de haber estado dispuesta a cumplir la voluntad del Padre en la obra de la redención.
¿Cómo debe ser la relación del creyente con la Virgen, María? Es un hecho que, en nuestro entorno cultural, desde los inicios de la implantación de la fe católica en este continente la devoción a la Madre de Dios ha sido una característica desbordante. También debemos tener en cuenta que dicha devoción ha tenido sus momentos de desborde, creemos que, en algunos momentos, ha llegado a opacar el misterio de Cristo y el de la misma Iglesia. El Concilio ha situado nuevamente la devoción a María en el lugar correcto: en ámbito de la cristología y en el ámbito de la eclesiología. A este respecto es muy ilustrativo tener en cuenta los No. 66-69 de “Lumen Gentium” y de manera especial la encíclica que, a nuestro entender no ha sido superada de Pablo VI, “Marialis Cultus”, en donde el Pontífice analiza en profundidad el puesto y el culto que se le debe a la Santísima Virgen María. Son de lectura obligada para el sacerdote y fiel cristiano.
Valencia. Abril 24; 2022