La Iglesia: ¿Corrupta desde el Comienzo?
Michael Pakaluk:
Si la Iglesia Católica hubiera sido corrupta alguna vez, lo habría sido desde el comienzo. Pero, como no fue corrupta desde el comienzo, nunca fue y nunca será corrupta.
Tal era lo que pensaba, mientras escuchaba recientemente un podcast sobre la antigua Roma. La ciudad de Roma -argumentaba el podcaster- puede presumir de ser la ciudad más grande de la historia del mundo: por su gran población; la extensión geográfica de su influencia; sus siglos de primacía; la organización de su sociedad; su estado de derecho; sus ingeniosas construcciones, hechas para durar; y su capacidad para asimilar y tomar lo mejor de sus vecinos.
Ah, y luego estaba el hecho de que se convirtió en la sede de la religión más importante en la historia de la humanidad. . . .
Estaba suponiendo que, después de esta justa evaluación de las notables virtudes de Roma, el podcaster elogiaría la previsión de Pedro al centrar la Iglesia en Roma. Parecía ser un buen historiador. Seguramente, podía ver que la Iglesia Católica ha sido tan “importante”, porque sus virtudes en el ámbito espiritual se parecían mucho a las de Roma en el ámbito secular.
En cambio, lamentó la decisión de Pedro, sobre la base de que “la mezcla de la Iglesia con la autoridad romana después del Edicto de Milán condujo rápidamente a su corrupción”.
Fue decepcionante, aunque no sorprendente, que en este punto se hiciera eco de una línea manoseada: después de todo, la Iglesia Católica no era el tema de su podcast. Tal vez, simplemente, no había pensado mucho en ello.
Me refiero a Judas Iscariote. Mirémoslo de nuevo. La fundación de la Iglesia tuvo lugar cuando Jesús escogió a “Los Doce Apóstoles”. Judas estaba, en lo que a autoridad se refiere, en pie de igualdad con todos ellos, excepto por Pedro. No lo degrademos o excluyamos retroactivamente. Judas fue uno de los doce Apóstoles, y podemos tomarlo para representar a cualquier Apóstol, en la medida en que cualquier titular de un cargo igual puede representar a cualquier otro.
Ahora bien, una buena definición de corrupción es esta: el uso de un cargo que involucre una responsabilidad fiduciaria, para beneficio privado. Por ejemplo, un funcionario que acepta un soborno es corrupto, según esta definición. Y Judas fue corrupto, según la definición: Hizo uso de su conexión con Jesús, por ser Apóstol, para ganar 30 siclos de plata.
Conocemos cuál fue el trato: las autoridades querían arrestar, juzgar y condenar a Jesús en secreto, para que la multitud no pudiera protestar. Por lo tanto, Jesús necesitaba ser identificado y capturado en la oscuridad, antes de que pudiera huir (como pensaban que lo haría). Judas fue invaluable para identificarlo y “aguantarlo” con un beso.
Pensamos que Judas debió haber tenido algún otro motivo, además de la codicia. Tendemos a favorecer puntos de vista especulativos, que no tienen base en las Escrituras; por ejemplo, Judas quería provocar una crisis que llevaría a Jesús, como Mesías, a asumir el poder; o Judas, como Caín, tenía envidia de sus compañeros apóstoles, a quienes Jesús parecía preferir. Y así, sucesivamente.
Sin embargo, el único vicio de Judas del que habla la Biblia era su amor por el dinero: Juan dice que Judas se quejó del dinero gastado en el costoso nardo, porque él guardaba la caja, y robaba de ella. (Jn 12:6) Estamos tentados a descartar la codicia como explicación, porque parece una razón demasiado débil. ¿Traicionar al Mesías por una pequeña suma de dinero?
Pero no era tan pequeña: si compraba un terreno en la ciudad, podía comprar una finca en el campo. Y mucha gente comete ultrajes por poco dinero: Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas. (Génesis 25:29-32) La gente apuesta sus anillos de boda. Richard Rich traicionó a Tomás Moro “por Gales”.
Tomás de Aquino comenta que una de las hijas del pecado capital de la avaricia es la traición. ¿Por qué? Porque la avaricia busca poseer en exceso, a través de la fuerza o el fraude, y el fraude, en cuanto que afecta a alguien es traición, «como en el caso de Judas», dice (aquí) Tomás de Aquino, «quien traicionó a Cristo por codicia». Nos resistimos a esta simple explicación, porque la irracionalidad de toda avaricia es especialmente patente en el caso de Judas y Cristo.
De manera, pues, que la corrupción estaba presente al principio, y su efecto fue infinitamente grave.
Además, la corrupción parece haberse extendido más allá de Judas, al menos potencial y virtualmente, en el sentido de que cada uno de los Apóstoles, cuando el Señor les dijo que uno de ellos lo traicionaría, se preguntó activamente si podría ser él. (Juan 13:21-30)
Si hubiera habido periódicos en ese entonces, el hecho más visible a informar sobre los Apóstoles, el chisme más jugoso sobre ellos, habría sido que eran corruptos y vendieron a su maestro.
Pero, considere usted ahora lo siguiente.
1. Esta corrupción estuvo presente con la serena presciencia y la “voluntad permisiva” del Señor: “¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y, sin embargo, uno de vosotros es un demonio.” (Juan 6:70)
2. De ninguna manera fue afectado, por su corrupción, el “cargo” apostólico de Judas: Matías fue seleccionado para ocuparlo. (Hechos 1:24-25)
3. La predicación de Judas y sus bautismos siguieron siendo válidos: nada necesitaba ser rehecho o deshecho.
4. Jesús incluso concede la “limpieza” de todos los Doce, excepto en la medida en que alguno peque personalmente: “El que se ha bañado no necesita lavarse, excepto los pies, pero él está completamente limpio, y vosotros estáis limpios, pero no todos ustedes.” (Juan 13:10)
La Iglesia fundada por Cristo estaba “corrompida” desde el principio, del mismo modo que lo estaría siempre (incluso ahora), en personas particulares, descarriadas por el demonio. Pero, como una Iglesia, en sus instituciones, cargos, poderes, sacramentos y guía divina —como el Cuerpo de Cristo— era santa, en la forma en que sigue siendo santa.-