Opinión

Elecciones primarias en Venezuela: ¿cuando?, ¿cómo? y ¿para qué?

Son, más bien, gran parte del problema, o, si es que, acaso, no son ya el problema en sí

Egildo Luján:

La situación política y social de Venezuela, incluyendo acciones, planes, promesas o propuestas del régimen, como de los partidos de oposición y de sus dirigentes, en su efectividad, solución o posibilidades de triunfo, sólo son comparables con un río que intenta correr cuesta arriba, desafiando tercamente la ley de la gravedad.

El registro de los hechos históricos evidencian que, al analizar la situación del régimen, en primer lugar, sólo se podrían reseñar o destacar los rotundos fracasos en su gestión. Y no sólo por estar etiquetado precisamente al ser una negación para producir resultados positivos. Es que por la sustentación de su concepción ideológica a lo que traducía el hecho de ser un producto referencial del llamado socialismo, no se compadecía para generar otra cosa que no fuera lo que habría de convertirse en una especie de parto histórico. Y que terminaría por ser lo que sucedería en esta parte del mundo a partir de 1999.

¿Y en qué habría de concluir eso por ser precisamente una consecuencia de la nueva visión del comunismo en esta parte de América Latina?. Innegablemente,  en todo lo que se tradujo  el radicalismo con el que el sol se dejó  sentir en los inicios de 1999, cuando el difunto presidente Hugo Chávez asumió el cargo después de una elección apoyada en un triunfo indiscutible, y  contó con unos ingresos inconmensurables por el alza de precios del petróleo en esos tiempos. Pero ¿cómo sucedió?: a partir del registro de cifras por barril de crudo de un precio por un dígito, a más de $ 120 ese mismo barril, y con una producción diaria de más de 3.000.000 de barriles.

Suficiente, en fin, para que no hubiera dudas sobre en qué se podía traducir tal producción diaria del recurso energético. Y  que tampoco ningún venezolano medianamente informado, podía suponer que Venezuela, su país, y, desde entonces, no pasaría a ser el paraíso de los ingresos nunca antes alcanzados a lo largo de su presencia petrolera en el mercado internacional.

Ceros y gastos al gusto del llamado nuevo emperador, con base en el emblema de «la Espada de Bolívar que camina por América Latina», pasó a ser la referencia de una enorme fortuna, que, definitivamente,  de haber sido administrada de manera adecuada, hubiera podido convertir al país en uno de los integrantes del primer mundo. Pero, lamentablemente, esto no fue así.

Y, para no ser repetitivos en cuanto a las causas y errores  cometidos, y ya conocidos en Venezuela y en el mundo, lejos de convertirse en la estrella del Centro y del Sur de América, todo terminó en la dolorosa cosecha de la que hoy cada quien describe el resultado que mejor le parece, a saber: un país con hambre, arruinado y la diáspora (Rumbo a los Ocho Millones) más elevada en la historia del Continente, gústele o no le guste a quienes tratan de minimizar el hecho. Mientras que, en su afán por magnificar desde las sombras del  régimen lo bueno que creen que son, no pueden impedir que se les distinga por  lo que sí son en realidad: lo que la ciudadanía considera que sí representan, y se trata de un penoso, costoso, ruinoso y destructivo sistema de gobierno.

Nadie -o muy pocos- lo creen posible. Pero no sólo es que ese régimen sigue al frente de la conducción del gobierno. Es que, además, insiste en darle la espalda a otro hecho no menos importante: pudo haber sido el paladín de la libertad, del desarrollo y del beneficio integral de la ciudadanía venezolana . Y ser favorecido con una elección popular que le hizo posible nacer con un favoritismo y una popularidad altamente mayoritaria. Pero no sucedió así. Optó por lo peor, y es por eso por lo que hoy tan sólo cuenta con una cifra de respaldo «duro» que, escasamente, ronda un 10%.

Además, no termina de salir del foso que el mismo ha construido. Y se trata  de seguir siendo calificado de ilegítimo por más de 50 de las naciones más desarrolladas del mundo. Mientras que varios de sus funcionarios de muy alta posición, continúan siendo solicitados por tribunales internacionales, a la vez que se premia con ofertas públicas en Dólares de recompensas por sus cabezas. ¿Y son precisamente esos mismos los que pretenden ganar lícita y transparentemente unas elecciones?.

Desde luego, ganar no es sólo un asunto de querer lograrlo. Es que, en este caso, no ganarían. Y que, de ir a un proceso electoral diferente a los sainetes que ya tienen acostumbrado a los votantes, no podrían alcanzarlos. Salvo que tuvieran un control absoluto del Consejo Nacional Electoral, además del  Tribunal Supremo de Justicia.

Pudiera ser viable lograrlo recurriendo al amañamiento de cualquier proceso, y de la construcción de formatos para, a partir de malabarismos conceptuales, justificar victorias que no lo son. Y, por otra parte, ¿hasta cuándo se puede presumir ser lo que no se es, ni justificar resultados posibles únicamente a partir de la recurrencia a victorias amañadas?.

Penosamente, para quienes construyen mentiras y falsedades como el más confiable recurso del que disponen para presumir de triunfos inexistentes, la ciudadanía votante que cree en la Democracia y aprendió a defenderla, ya sabe que en Venezuela se pudiera estar en condiciones de evitar despojos comiciales, como de impedir que dicha intención siga siendo patrimonio del llamado «caciquismo político administrativo». 

En cuanto a los Partidos de Oposición y sus dirigentes la situación es parecida, pero no igual. A diferencia del régimen, su popularidad fue creciendo con el tiempo por los desatinos y abusos de la estructura gubernamental. Pero, a partir del 2015, año cuando la oposición llegó al tope de su popularidad, se  agudizaron los equívocos, las pretensiones personales, las acusaciones  bochornosas, el brinco de talanqueras, la movilidad de los alacranes y las divisiones.

Todo eso se tradujo en lo peor que le puede suceder a un movimiento político: según las encuestas, llevó el respaldo y la credibilidad a cifras de UN DIGITO BAJO. Y tal fue el descenso que, de ir a unas elecciones entre el régimen y la oposición, sólo se podría diagnosticar una enorme ABSTENCION, sobre todo de la sociedad opositora y  en repudio a ambos, que, obvia, y, lamentablemente,  en todo caso, favorecería al régimen.

Es verdad que, al igual que en los ríos, generalmente, en política  no  hay líneas rectas, porque  prevalecen las curvas, es decir, los acuerdos, los intereses, las conveniencias y las necesidades. Nunca, ni los políticos ni los ríos, pueden ir cuesta arriba, porque, de hacerlo, fracasarían o se desbordarían. No deben seguir causando daño.

Es imperativo llegar a algún acuerdo, olvidándose de intereses personales y sólo pensando en el país, en el llamado pueblo, la sociedad civil o lo que llaman el soberano. Ya ha dado su repuesta. No los quieren a ninguno de los dos. ¿Alternativa?: sean venezolanos, demuestren querer al país. Por actuar de esa manera, han terminado en el terreno ya conocido:  evidencian que no son la solución. Son, más bien, gran parte del problema, o, si es que, acaso, no son ya el problema en sí.

En la Sociedad Civil, hay muchos ciudadanos valiosos, rostros nuevos con valiosa experiencia y  que pueden asumir las riendas del país, como de conducirlo en democracia, libertad, progreso e imparcialidad, con miras  a una total  REFUNDACION Y SALVACIÓN de la nación No permitamos que la lamentable, triste, criminal e injusta situación que hoy ocurre  en Ucrania, se convierta en un espejo referencial para el futuro venezolano.-

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