Testimonios

Las familias de los 21 coptos de Libia evocan su martirio: «Lejos de intimidarnos, nos da valor»

Los 21 mártires coptos de la playa de Libia daban testimonio de fe con su vida mucho antes de darlo con su sangre. Un reciente libro cuenta esa historia.

En «Los 21», el escritor Martin Mosebach habla con ellos y con sus sacerdotes.

 

El escritor alemán Martin Mosebach ha consagrado un libro a los 21 mártires coptos decapitados en una playa de Libia el 15 de febrero de 2015. Con motivo de la aparición de la versión italiana, Fabio Piemonte nos acerca en La Nuova Bussola Quotidiana al testimonio de sus familiares y sus sacerdotes.

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«Soy madre de mártires y estoy orgullosa de ellos. En el cielo interceden por mí y por su padre», dice la madre de Samuel y Beshoy, dos de los veintiún jóvenes cristianos brutalmente decapitados por el ISIS el 15 de febrero de 2015 en la playa de Sirte, en Libia. Y, respecto a los verdugos del Estado Islámico, reza a Dios «para que les ilumine y les abra los ojos a la verdad y al bien».

Partiendo del «mayor caso de martirio cristiano de nuestro tiempo» (en palabras del obispo copto Anba Macario), el libro Los 21. Viaje a la tierra de los mártires coptos de Martin Mosebach recorre la gloriosa historia del cristianismo copto. A través de un reportaje que serpentea por encuentros y diálogos conmovedores con las familias de estos jóvenes y con representantes del clero copto, se esboza el carisma y la misión de esta «Iglesia de los mártires»: contribuir a testimoniar, con la coherencia de vida la fe y la liturgia del cristianismo antiguo que hunde sus raíces en la predicación de San Marcos, donde Europa, en cambio, ha cortado toda referencia pública a su propia fe y a la tradición cultural cristiana.

Ediciones alemana e italiana de 'Los 21'.

Ediciones original alemana e italiana de ‘Los 21’ de Martin Mosebach.

El obispo metropolitano de Samalout no duda en reconocer en cada familia copta «la misma actitud hacia la Iglesia, la misma fortaleza y la misma disposición hacia el martirio» por lo que «ningún copto del norte de Egipto traicionaría la fe«.

Mensaje a la Nación de la Cruz, escrito con sangre es el título del vídeo en inglés de la ejecución difundido por los fundamentalistas islámicos, respecto al cual el propio obispo señala que «si los asesinos hubieran imaginado lo que significaría para la Iglesia copta, probablemente no lo habrían hecho. Lejos de intimidarnos, nos da valor. Nos ofreció el documento de la fortaleza heroica de los mártires y la demostración de la fuerza de su fe a través de la oración en sus últimos momentos de vida».

Aunque los coptos son una minoría en Egipto, constituyen «una cuarta parte de la población, según los registros eclesiásticos de bautismos» y, sin embargo, sus derechos son constantemente pisoteados por la mayoría islámica. El prelado continúa diciendo que «la Iglesia hace lo que el gobierno no puede hacer», aludiendo a la construcción de escuelas cristianas y, sobre todo, de un hospital cristiano, el más grande y moderno de todo el norte de Egipto, con muchos médicos también musulmanes.

Tras la decapitación de los veintiún jóvenes en la playa libia, el gobierno de al-Sisi quiso que se construyera en El-Or una imponente Iglesia de los Mártires de la Fe y la Patria. Aquí se veneran las reliquias de estos mártires, mientras que «las paupérrimas casas de ladrillo y barro en las que nacieron y crecieron fueron demolidas casi por completo con la ayuda del Estado, para ser sustituidas por casas nuevas», una verdadera compensación para las familias que, con la muerte de sus seres queridos, perdieron también una parte considerable de sus ingresos para su subsistencia.

Su vida cristiana, anticipo de su muerte cristiana

Los veintiuno habían llegado a Libia precisamente para trabajar y «vivían en una gran habitación, donde dormían unos al lado de otros, en el suelo, no se gastaban ni una sola moneda para divertirse, todo iba a parar a sus padres y esposas. Cuando se reunían por la noche, se dedicaban a cantar y rezar; los que podían leían la Biblia a los demás», dicen los sacerdotes que los conocían.

«Pasaba mucho tiempo ayudando a los ‘hermanos del Señor’ (los pobres)»; «dormía con la Biblia en el pecho. Rezaba y observaba estrictamente los ayunos«; «su corazón era sencillo y puro, y era humilde en sus palabras»; «era compasivo y trataba de ayudar a los demás»; «era un hombre silencioso incluso cuando le atacaban» son algunos de los testimonios tomados de viva voz de las familias de BeshoyMalakGaberGirgis (el mayor) y Mina respectivamente.

Nombres de los 21 mártires coptos.

Nombres escritos ya en el libro del Cielo, desde donde interceden por la conversión de sus asesinos.

Entre los veintiuno estaba Matthew, un joven ghanés al que se asoció al bautismo de sangre de los coptos por haber afirmado simplemente su fe: «Soy cristiano».

No solo la oración, el silencio y la caridad hacia el prójimo, sino también la honestidad, la sencillez y la vida humilde son los rasgos distintivos de estos jóvenes mártires. A Tawadros, de 46 años, el mayor de los veintiuno, le aconsejaron que se cambiara el nombre de pila una vez en Libia para no llamar la atención, pero respondió con extrema franqueza: «Quien empieza a cambiar de nombre, al final también cambia de fe«, como dijo su esposa.

La joven viuda de Samuel, de 28 años y con tres hijos, dice que su marido se aseguró de que su familia rezara al final de cada llamada telefónica desde Libia. «Milad, de 26 años, no abandonó sus ayunos ni siquiera con sus pesados trabajos agrícolas y en contra del consejo del párroco, al que respondió: ‘No solo de pan vive el hombre'». Con una foto en la mano de su hijo Samuel, en la que aparecía con unos ojos grandes, como de icono, y un rostro sereno, su madre recuerda que el propio joven solía decir: «‘Soy el hijo del Rey‘. Cuando tenía doce años, una piedra caída desde un tercer piso le golpeó en la cabeza. Mientras estaba en cuidados intensivos, la Santísima Virgen se le apareció y le dijo: ‘No tengas miedo’ y se curó inmediatamente».

En cuanto a su martirio, «el padre de Malak, un agricultor corpulento y alegre, declaró haber visto este fenómeno la noche siguiente a la masacre: una intensa luz blanca ‘como de un cañón láser’ apareció en el cielo oscuro. Él y sus vecinos lo habían visto incluso antes de que les llegara la noticia de la muerte de sus hijos». Estos acontecimientos prodigiosos continuaron incluso después de su muerte. Basta con mencionar que el hijo pequeño de Samuel se cayó del segundo piso y se fracturó el brazo, pero «cuando se despertó del desmayo, informó de que su padre lo había cogido en el aire, y después de unos días, no se pudo ver ningún rastro de fracturas en la radiografía».

La madre de Ezzat sufrió un derrame cerebral y, tras soñar que su hijo le imponía las manos, se recuperó.

Una comunidad antigua y fiel

En el libro, el autor también recorre la historia de las tradiciones culturales y cultuales de la Iglesia copta, incluyendo las razones teológicas, en parte obsoletas hoy en día, que subyacen a la separación de la Iglesia de Roma en el Concilio de Calcedonia en 451 por la tesis de que «la divinidad y la humanidad de Jesús están unidas en una sola naturaleza», mientras que la Iglesia católica habla de dos naturalezas en la única persona de Cristo.

En cuanto a las peculiaridades de la liturgia copta, Mosebach señala, en particular, la práctica de escoger, de entre los muchos panes horneados la noche anterior a la celebración de la misa, un pan perfecto que, tras ser ungido con agua y vino, es bendecido y atado a la frente del celebrante que camina alrededor del altar como signo de la procesión del Cordero.

Por último, cabe destacar la respuesta de Malak a su párroco en el último diálogo antes de su partida a Libia. El párroco le había recordado que se puede dar testimonio de Cristo a través de una larga vida de fe, no necesariamente a través de la muerte, pero él respondió: «Esto no me basta, quiero hacerlo a través de la muerte». Una palabra profética del deseo de los veintiuno de dar testimonio de Cristo hasta el final, preludio de su gloria en Dios.

Traducido por Verbum Caro.

ReL

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