Santa María Bütler, religiosa que dejó el convento para convertirse en misionera
Cada 19 de mayo la Iglesia celebra a Santa María Bernarda Bütler, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora; religiosa y misionera que se santificó en el servicio evangelizador de los pueblos abandonados de América del Sur. Bien la retratan sus propias palabras: “Abran sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el cuidado de los indigentes a cualquier otra actividad”.
Amar la voluntad de Dios y sus tiempos
Santa María Bernarda nació en Suiza el 28 de mayo de 1848. En su primera juventud, ingresó como aspirante a un convento de la ciudad, pero no encontró las circunstancias favorables para sí misma, ni la convicción o madurez necesarias para continuar. Aquello quedó allí, sin llegar a consolidarse, y María Bernarda regresó a casa de sus padres para ayudarlos en las labores del campo. Por los meses siguientes se entregó de nuevo al trabajo manual, la oración y el servicio apóstolico en una parroquia. Poco después, ya con 19 años de edad, hizo el segundo y definitivo intento por hacerse religiosa, solicitando la admisión en el monasterio franciscano de María Auxiliadora.
Las franciscanas de María Auxiliadora vieron con agrado que María Bernarda estuviese mejor dispuesta y renovada en el deseo de entregarse al Señor. Con las franciscanas, ella se vería confirmada por el Señor a perseverar y consolidar su vocación. Un par de años después, la joven tomaría el hábito franciscano y adoptaría el nombre religioso de “María Bernarda del Sagrado Corazón de María”.
Paso a paso, mientras la misericordia de Dios le cambiaba el corazón, la religiosa iba respondiendo con mayor generosidad a tan hermoso don, esforzándose por crecer en la virtud y la vida espiritual. María Bernarda sabía que tenía que adquirir también las cualidades humanas necesarias para vivir bien “en religión”, es decir, consagrada del todo a Dios.
Un giro “no previsto”
El esfuerzo y la buena disposición de la santa sería coronado con gracias abundantes y con nuevas responsabilidades. Con humildad y espíritu de obediencia aceptó ser maestra de novicias y luego superiora de su convento, servicio que realizaría con dedicación hasta que Dios le encomendó un nuevo reto: ser misionera.
Aquel llamado parecía inusitado, pero se fue consolidando de a pocos, primero, en la oración y, segundo, en el recurso al consejo de las instancias pertinentes de la Orden. Después de vencer la resistencia inicial de algunas autoridades eclesiásticas, María Bernarda obtuvo el permiso pontificio para dejar el monasterio y partir, con seis de sus compañeras, rumbo a Ecuador a servir a las poblaciones alejadas.
Este gran paso, que fue concebido originalmente como la fundación de una filial de su monasterio, convertiría más tarde a Sor María Bernarda en la fundadora de un nuevo instituto: las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora. En Chone, Ecuador, las religiosas se dedicaron a la educación de niños y jóvenes, asistiendo a la par a enfermos y necesitados. Esta experiencia de fe dio floreció en aquel lugar, de por sí de difícil acceso y espiritualmente muy abandonado.
Otro cambio de rumbo
En 1895, la madre María Bernarda y 14 hermanas se vieron obligadas a huir de Ecuador a causa de una revuelta contra la Iglesia, enrumbando hacia Cartagena de Indias, Colombia. En el nuevo lugar que las acogía empezaron a brotar las vocaciones y fue necesario abrir nuevas casas para las novicias. Primero se construyó una en Colombia, a la que seguiría otra en Austria y una más en Brasil.
En atención al crecimiento de la Orden, la Madre María Bernarda se consagró al cuidado de sus hijas. Empezó a visitar cada uno de los conventos del Instituto en todos los países en los que tenía presencia, o donde existía alguna posibilidad de abrir una nueva fundación. Donde la santa iba encantaba por su sencillez evangélica y amabilidad, edificando y animando a mucha gente a compenetrarse con las necesidades del pueblo de Dios.
Llamada a servir y no a ser servida
La madre dirigió la congregación por 30 años hasta que renunció a su cargo. Alejada de las tareas propias del gobierno de la congregación, se dedicó, en la medida en que le fue posible, a la asistencia espiritual de sus hijas más jóvenes. Para ellas la madre fue siempre ejemplo de humildad y alegría.
Santa María Bernarda Bütler partió a la Casa del Padre el 19 de mayo de 1924 a los 76 años de edad, 57 de los cuales los vivió como consagrada. De esos casi 60 años, la madre trabajó 38 como misionera. La madre fue beatificada por San Juan Pablo II en 1995 y canonizada por el Papa Emérito Benedicto XVI en 2008.-