Cultura Católica

¿Cuándo hay que quitar el belén?

Combina tu organización familiar con la tradición cristiana para vivir más a fondo el misterio del Nacimiento de Jesús

Cuando ya hemos celebrado la Epifanía del Señor, el 6 de enero, parece que cierra el periodo de la Navidad. En muchos países los niños van al cole en breve, así que conviene organizarse en casa para ponerse «en modo laborable». Esto también incluye la decoración navideña.

Pero, ¿qué hacemos con el belén? ¿Recogemos y guardamos las figuras el 2 de enero? ¿El 7 de enero, después de Reyes? ¿Lo dejamos para el fin de semana? ¿Hay alguna tradición cristiana que nos indique cuándo quitar el pesebre?

1OPCIÓN A: BAUTISMO DEL SEÑOR.

En realidad la Iglesia católica no establece ninguna fecha concreta para desmontar el belén que hayamos colocado en casa, en los comercios, en las calles o en las iglesias. Sin embargo, recordemos que esta tradición nos ayuda a vivir el Tiempo de Navidad. Así que, siguiendo el calendario litúrgico, el Tiempo de Navidad concluye el día en que celebramos el Bautismo del Señor, que siempre es el domingo posterior a la Epifanía. Es, por tanto, una fiesta móvil en el calendario. Este año 2023 será el domingo día 8 de enero.

Muchas familias cristianas en todo el mundo consideran que la fiesta del Bautismo del Señor es una ocasión excelente para acabar la Navidad haciendo un plan casero: todos manos a la obra la tarde del domingo (o al día siguiente) para desmontar con cuidado y con mucho cariño el belén.

Es momento de envolver las figuras, cambiar el mobiliario de sitio si hicimos algún arreglo para colocar el pesebre, cantar villancicos por última vez, rezar una oración a la Sagrada Familia todos juntos, hacer una merienda-cena…

En el Vaticano, el belén de la plaza de san Pedro se desmonta siempre teniendo en cuenta la referencia de esta fiesta del Bautismo del Señor. También entonces se quita el árbol de Navidad.

Podemos leer en el Evangelio cómo ocurrió el Bautismo de Jesús:

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías,

él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible»

Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia. (…)

Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo.

y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

(Lc 3, 15-22)

2OPCIÓN B: LA CANDELARIA, EL 2 DE FEBRERO.

Otra opción es el 2 de febrero. En ese día celebramos la fiesta que popularmente se conoce como la Candelaria. Es la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén y la Purificación de la Virgen.

En muchos países, tanto las familias las parroquias -sobre todo en los lugares de tradición pesebrista– dejan puesto el belén durante el mes de enero y hasta el día de la fiesta de la Candelaria.

Esta tradición responde al deseo de subrayar otro misterio de gozo en la vida de Jesús: la Purificación de su Madre Santísima y la presentación del Niño, como hacían todas las familias judías a las que acababa de nacer una criatura.

Lo narra así el evangelio de San Lucas:

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor».

También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Angel lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casa en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.(Lc 2, 22-39)

Dolors Massot – publicado el 08/01/22 – actualizado el 30/12/22-Aleteia.org

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