Opinión

Isabel Pereira Pizani: ¿Ética militar?

¿Por qué la destrucción encarnizada de todo el sistema educativo y su sustitución por una aparataje engañoso que expide falso títulos, vacíos de contenidos, que le roba a los venezolanos la posibilidad de educarse, de construir valores como fundamento de la ciudadanía?

Nada impacta más entre los discursos oficiales que los pronunciados por el actual ministro de la Defensa, anunciando cuál es el destino de nuestro país, vaticinando que no hay ninguna posibilidad de que ocurra cambio alguno. Él está ahí, respaldado por sus pares del alto mando para corroborar que el destino de Venezuela, según su visión, sería el mismo que ha impuesto una de las figuras políticas de su veneración como lo es Fidel Castro. Conducta y pensamiento que ha demostrado ampliamente en sus discursos, en la genuflexión ante el político cubano y en su práctica política de apoyo irrestricto al régimen Chávez-Maduro.

En seguida surge el choque con los conceptos más elementales de la ética como código de vida y en este caso con la dimensión ética de quien controla las armas, a diferencia del ciudadano desarmado, respaldado sólo por su cultura, educación y por la arquitectura jurídica que ha creado para poder vivir en paz con sus congéneres. Si la ética, en la forma más simplona, podríamos definirla como un camino interno para encontrar la felicidad, afianzada en valores como la justicia, la valentía, la moderación, la magnificencia, la magnanimidad, la liberalidad, la calma, la sensatez, sabiduría y la templanza como punto medio entre el libertinaje y la insensibilidad,  la aseveración del ministro entra en colisión con una condición de existencia  única y propia del ser humano, tal como lo define el popular filósofo español Fernando Savater:  “En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente”. El ministro de Defensa, con todo el poder concentrado en su armamento material, nos plantea lo contrario: “Aquí no hay marcha atrás, no volverán los que piensen distinto a nosotros”, lo cual puede traducirse como: no hay nada que elegir distinto a este sistema que estoy respaldando con mis tanques de guerra, cañones, barcos,  aviones, soldados y un armamento cuyo control está en mis manos, con esa base decido que el camino que sigue el régimen actual es el único que permitiremos, el camino del socialismo frente a lo que considero una equivocación: la democracia liberal.

Ante estas permanentes y continuas declaraciones del dueño de las fuerzas amadas, nos invade la pesadumbre y también es necesario confesar: el  miedo, como sentimientos de pérdida, de confrontación con una gran fuerza omnipresente que nos está imponiendo una visión y una manera de vivir totalmente contraria a la de cualquier persona que aspira a vivir en libertad, que sabe que tiene el derecho humano inalienable de poder elegir y que esta elección debe generar una forma de vida lo más cercana posible a poder engendrar un proyecto de vida. Tal como define Octavio Paz: «La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana» (Octavio Paz, La otra voz).

O como más adelante nos dice Erich Fromm: «La vida del hombre no puede ‘ser vivida’ repitiendo los patrones de su especie; es él mismo -cada uno- quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso» (Ética y psicoanálisis).

Ahora bien, qué sucede cuando oímos el discurso del hombre armado: “Hoy estamos dando la misma lucha, no solo por la independencia nacional, sino por la consolidación de un modelo humanista, de igualdad, de soberanía y visión antiimperialista. Es el modelo que hoy hemos asumido los venezolanos y venezolanas».

El soldado define el modelo, lo impone y además amenaza con la imposibilidad de encontrar un camino distinto, como afirma rotundamente: “Hace 20 años, el comandante Chávez vino a este Panteón, a poner de pie a Simón Bolívar, a despertarlo entre nosotros y a ponerlo andar en estas calles de nuestra querida Venezuela del siglo XXI”.

Estas palabras consagran el verdadero robo de la oportunidad de elegir como uno de los principales derechos civiles de este momento histórico universal, donde los pueblos del mundo están en pie buscando caminos para vivir en paz, justicia y libertad.

Estas inquietantes ideas me llevan a pensar en la dimensión ética de nuestros militares. Pareciera según el discurso de su comandante que no hay nada que elegir, las cartas están echadas, el modelo que impusieron Chávez y Maduro es, no hay discusión ni posibilidad de pensar algo distinto, mejor dicho, decidir algo distinto.

Esta reflexión introduce otro inquietante tema: ¿Cómo percibe la realidad del país este comandante que invoca un sistema único para el país sin posibilidad de cambio alguno? Cuál es su percepción de los fenómenos concretos que están ocurriendo permanentemente: ¿Cómo se explica el fracaso económico del país con una economía que se ha reducido a la quinta parte de lo que era en tiempos prerrevolucionarios? Como conceptualiza la rebelión ciudadana de maestros, médicos enfermeras, empleados públicos que sobreviven con el salario más bajo del mundo, sólo cercano al de Haití (aunque superado por este). Cómo se explica a sí mismo que 25% de los venezolanos huyan del país, en una experiencia sin precedentes porque siempre fuimos un país de acogida de seres que venían escapando de guerras y pobreza en otras partes del mundo. Vladimir Padrino, ¿por qué escapan los venezolanos?, ¿de qué huyen?, ¿qué buscan en lugares distintos, aun siendo la posibilidad de ser acogidos totalmente dificultosa? No te has preguntado por qué la pobreza es el estado que cubre a más del 80% del país, ¿por qué hoy en Venezuela hay más del 10% de niños desnutridos? ¿Qué pasa con nuestras universidades autónomas que naufragan, con sus profesores, en una miseria casi absoluta?  ¿Por qué la destrucción encarnizada de todo el sistema educativo y su sustitución por una aparataje engañoso que expide falso títulos, vacíos de contenidos, que le roba a los venezolanos la posibilidad de educarse, de construir valores como fundamento de la ciudadanía? ¿Por qué hay gente en condición de presos políticos?

Acaso todas estas cifras que reflejan la realidad son falsas, son producto de una conjura contra las buenas intenciones que crees siempre han guiado a Chávez y a Maduro. ¿Crees que las encuestas que realizan nuestras principales universidades mienten, quieren engañar a la población pintándoles una realidad falsa?

Estas preguntas es posible plantearlas partiendo del principio de que eres una persona igual a cualquier venezolano, que deseas lo mejor para todos y que no estás de acuerdo con la negación de los derechos civiles y humanos de tus compatriotas.

Volviendo a la ética -de la cual es imposible salirse- podemos recordar a un filósofo que nos enseñó que el hombre es sólo una posibilidad de ser, es decir puede ser lo que decida, bueno o malo, está en sus manos desde que tiene conciencia y desde ese momento ocurre lo que decía Wittgenstein cuando reconoció que la ética es la vida. «Si un hombre pudiese escribir un libro sobre ética que fuese verdaderamente un libro sobre ética, ese libro, como una explosión, aniquilaría todos los demás libros del mundo».

Es por tanto totalmente contracorriente querer, no escribir un libro de ética, sino intentar imponer -con las armas- un modo de vivir que niega la felicidad, la libertad y al ser humano en todas sus dimensiones simples y complejas, objetivas y subjetivas.

Estos militares, con valor, podrían atreverse a hurgar en todos los estudios que realizan nuestras mejores universidades, podrían intentar oír a una líder como Elsa Castillo, quien expone su vida luchando por la dignidad de los maestros. Es el momento de salir del encierro ideológico que ha significado históricamente la desgracias para inmensas regiones del mundo, los 17 países que integraron la Unión Soviética, Cuba, Corea del norte y tantas regiones del mundo donde se vive a oscuras por que la personas carecen de la última de las libertades humanas, irrenunciable: la capacidad de elegir, de tomar un camino en esta eterna búsqueda de la felicidad y del desarrollo de las potencialidades creativas del ser humano, únicas en todo el universo.

Nos toca realizar un esfuerzo para que las palabras “ética militar” no se tornen en un oxímoron que nos castigue y que convierta a un conjunto de hombres y mujeres en cómplices de un crimen sin perdón, haber condenado a toda una generación de venezolanos a vivir en la oscuridad, de espadas a la libertad con hambre física y espiritual.

Siempre hay tiempo para reflexionar, usemos la despedida de Savater en el hermoso libro Ética para Amador dedicado a su hijo: «Ya que se trata de elegir, procura elegir siempre aquellas opciones que permiten luego mayor número de otras opciones posibles, no las que te dejan cara a la pared. Elige lo que te abre: a los otros, a nuevas experiencias, a diversas alegrías. Evita lo que te encierra y lo que te entierra. Por lo demás, ¡suerte! Y también aquello otro que una voz parecida a la mía te gritó aquel día en tu sueño cuando amenazaba arrastrarte el torbellino: ¡confianza!».

Todos tenemos oportunidad de aprender, mientras estemos vivos, aunque estemos armados de artefactos y de ideologías que hacen creer más en el odio que en la posibilidad de encontrar mejores caminos.

Cerremos con un consejo de un gran hombre: «Un hombre hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, y eso es la base de la moral humana». Winston Churchill.-

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