La UDO una crónica de un holocausto
Jesús Antuárez:
¿A cuál mente siniestra se le puede ocurrir, sin que le tiemble la conciencia, destruir un centro de estudios tan prestigioso como la Universidad de Oriente y dejarla allí, convertida en ruinas, como si nada?
El plan fue tan perfecto que ninguno de los núcleos que conforman la universidad en cinco estados, se salvó del odio con el que actuaron, en absoluta impunidad, las bandas de malandros drogados con consignas caducas.
La UDO, por si usted no lo sabía, fue una institución única en su género por la manera como fue concebida en 1958; un territorio de lo posible, enfocada en las necesidades de desarrollo de la nación y el paraíso verdadero para sus estudiantes, sus docentes y todo el personal que allí tuvo la dicha de servir.
Si lo sabré yo que pude disfrutar de excelentes profesores, cómodas instalaciones, autobuses que pasaban por el frente de mi casa, bibliotecas, servicio odontológico, actividades extra académicas, cine club, ayudantías, y lo que fue más grato, un magnífico comedor donde las señoras que atendían, por un pago simbólico, colmaban la bandeja con un menú balanceado, abundante y nutritivo que ni en el Hilton… ¡El amor, sin duda, entra por la cocina!
Fuimos millones de estudiantes los que tuvimos la oportunidad de cursar estudios en la UDO y de “ascender en la escala social”, hasta que el nuevo modelo político con su promesa de igualdad, terminó por igualarnos hacia abajo en vez de igualarnos hacia arriba. El cerco presupuestario y la campaña de descrédito agravaron su crisis; luego la hiperinflación por un lado y la pandemia por el otro, sirvieron de excusa para darle la puñalada de gracia.
En el interín llegaron “los igualados” a saquear aulas, oficinas, unidades de transporte, laboratorios, pasamanos, ventanales, ducterías, luminarias, pupitres y hasta el perro de los bomberos … y tal como si estuvieran tomando La Bastilla invadieron en 2015 la sede del Rectorado – “El pueblo arrecho reclama sus derechos” – gritaban.
Lo peor estaba por llegar.
En pandemia arreciaron los ataques a todos los núcleos y para apurar su “campaña admirable” destruyeron con fuego purificador la sede de la Escuela de Ciencias de la Tierra en Bolívar; el Instituto Oceanográfico, el auditorio y la biblioteca de Cerro Colorado, con tanta eficacia que ni los igualados de Hitler… la propia hoguera de las vanidades. ¡Aplaudan bastardos!
La actitud de aquellos miserables zombies enviados para desmoralizar, fue tan malvada que destruyeron con mandarria un microscopio electrónico de barrido valorado en 2 millones de dólares, cuya única culpa fue tener una etiqueta que decía “Made in USA”.
Mis amigos ñángaras de los años 80, algunos de ellos hoy en el poder, que nos invitaban a lanzar piedras por la Perimetral, gritando consignas de repudio al “yankee go home” porque “esos son, los que destruyen la nación” no impidieron el UDOCAUSTO, ni han dicho un carajo, formateados quizás con la nueva consigna del “yankee welcome”; y si no dijeron nada antes, menos dirán ahora que “Venezuela se está arreglando” ¿Será que para arreglar un país hay que destruir primero las universidades?
La UDO agoniza en su detritus. Los igualados siguen actuando con total impunidad bajo la inacción de los cuerpos de seguridad. El 90 por ciento de la estructura está en ruinas. La rectora reconoció que “no queda ni una reja en pie”. El CICPC no ha dicho ni pío y la Fiscalía no ha dicho ni pao. El menguado presupuesto no alcanza para comprar pilas para las linternas de los guachimanes. El golpe ha sido abyecto, fuerte, certero, mortífero…no pudieron los responsables haber caído más bajo. “Consummatum est”.
El famoso lema de la UDO, “Del pueblo venimos y hacia el pueblo vamos”, lo convirtieron, a fuerza de mandarria y candela, en “Polvo eres y en polvo te convertirás”.
Polvo cósmico, ¡del bueno!
Sociólogo/ Periodista – @Epicentro88