La guerra inicia
Darío Celis:
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), integrada por cardenales, arzobispos, obispos mexicanos y superiores religiosos, es un secreto a voces que la relación con el inquilino de Palacio Nacional es un fracaso: no hay diálogo ni con él ni con su gobierno.
Y nada tienen que ver las creencias personales, cristianismo o masonería, del tabasqueño, sino que para él, su administración y su movimiento político, la Iglesia católica no existe como actor relevante, con todo y que de los 127 millones de mexicanos que hay 77.7 por ciento se consideran católicos: es decir, 7 de cada 10 individuos.
Durante el luto de los dos jesuitas el gobierno federal no tuvo ni palabras de consuelo ni actitudes de solidaridad con la Iglesia católica mexicana y, en especial, con la Compañía de Jesús, de la que el Papa Francisco es miembro.
Pero de cara al proceso electoral de 2024, las acciones que van a tomar los obispos y religiosos del país pueden influir en el futuro de la 4T y de su candidato presidencial. Y más cuando se ve a un Presidente en confrontación con las iglesias, ahora con la judía tras el penoso episodio con el publicista Carlos Alazraki, como no se había visto desde los tiempos de Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas.
Ante la actitud de Lopez Obrador, la Iglesia católica ha tomado dos caminos:
El de la denuncia: plantea que “el Gobierno no está haciendo lo suficiente para pacificar al país” y ahí están todos los jesuitas que se sienten agraviados, muchísimos obispos y otros religiosos.
En la Reunión Anual del Sistema Universitario Jesuita en México (CDMX, Guadalajara, León, Torreón y Oaxaca), los religiosos pusieron temas de la agenda de cara a los comicios presidenciales de 2024: ante la pobre respuesta de todos los niveles de gobierno y la negación sistemática de la inseguridad, los mexicanos deben presionar.
En México se vive un Estado fallido y una crisis de seguridad y la curia católica llama a los ciudadanos a generar presión y exigir un alto a la violencia.
El otro camino es más el largo y pugna por el diálogo y la reconciliación. Ahí hay un grupo ecuménico de 20 expresiones religiosas, desde católicos, bautistas, anglicanos, luteranos, budistas, islámicos y archimandritas rusos, hasta ONGs, universidades y grupos de familiares de desaparecidos por la violencia que están en un trabajo disruptivo por la paz y la reconciliación desde las comunidades.
Pero los que denuncian y los pacifistas son ‘voces en el desierto’ porque el presidente López Obrador y su gobierno no escucha, ni dialoga. Es un gobierno sordo, ciego y necio.
Los inconformes son cada día más y se están sumando en dos frentes: uno que confronta y está en el polo opuesto a la 4T y otro que busca sumar por la vía del convencimiento a los desplazados.
¿Y por qué no?, a alguna corcholata que busque la reconciliación y sepa que para ganar necesita una base más amplia. Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard, ¿quién dice está boca es mía? Ricardo Monreal ya se les adelantó la semana pasada.
A PROPÓSITO DE la “J” de los jesuitas, otro frente que Andrés Manuel López Obrador se abrió innecesariamente, fue con otra ‘J’, la de los judíos, de ahí que se diga que la semana pasada el Presidente le declaró la guerra a las ‘dos jotas’. Para tratar de aminorar la afrenta que significaron sus dichos contra Carlos Alazraki, el inquilino de Palacio Nacional se cobijó en su buena, ciertamente, relación histórica que ha tenido con la comunidad. La apuntalaron con el correr de los años básicamente tres prominentes empresarios: Isaac Saba Raffoul, David Serur Edid y Marcos Fastlicht Sackler. Saba, quizás el industrial judío más influyente, creó el emporio petroquímico Celanese y después terminó adquiriendo a la poderosa cadena de distribución de medicamentos, Casa Autrey, que sus hijos, Alberto y Manuel Saba Ades, reconvirtieron a Casa Saba, solo para quebrarla. Serur, un prestigiado ingeniero civil, fue el artífice de los segundos pisos de la Ciudad de México y el primero que los construyó, precisamente, cuando López Obrador fue jefe de Gobierno, retomando una idea que originalmente fue de Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre. Tercia el blindaje de esa amistad Fastlicht, seguramente quien más cerca estuvo del tabasqueño porque le tocó presidir el Consejo de Participación Ciudadana de la PGR cuando aquél gobernaba la ciudad. Saba, Serur y Fastlicht le abrieron el camino a otros importantes hombres de negocios que representan a la Iglesia que ahora agravia y que nunca le retiraron su apoyo: Marcos Shabot, David Daniel, Abraham Metta, Salomón Kamkhaji, David Cherem, Félix Romano, Simón Galante, Jaime Fasja, Alán Zayat, Eduardo Caín, Moisés Farca, Alberto y Freddy Helfon, Abraham y Elías Cababié y Max, Moisés y André El-Mann, solo por citar a algunos de los más representativos.–
julio 04, 2022/El Financiero