Lecturas recomendadas

Micorrizas y Ecología

 

 

Gloria Cuenca:

 

Con orgullo y placer escribo este artículo. He dicho: pasan cosas buenas en medio de las malas. Siento el deber, quiero hablar de cuestiones correctas y fundamentales, qué a pesar de los pesares, y gracias al empeño de la gente honesta, pasan.

Lo primero aclarar, ¿qué son las micorrizas? “La definición más corriente de micorriza se refiere a la relación simbiótica entre hongos y raíces”. [1]A partir del momento en que se descubrió, esa simbiosis, los biólogos se dedicaron a estudiarlos; investigaron, con pasión y convicción: tales hongos. Las micorrizas resultaron agentes buenas, positivas para el mejor desarrollo de las plantas. En el café y el cacao estudiados, las han aplicado, con éxito. Advierto: de esto no se sino retazos, soy totalmente ignorante en la materia. La que sabe al respecto, es mi hermana la Dra. Gisela Cuenca. Premiada como “Micorrizóloga Eminente de Sur América”. El grupo de investigadores y científicos de Sur América, desde Leticia, en la Amazonía colombiana, le han otorgado ese premio. Alegría y complacencia del mundo científico; también para nosotros, su familia.

Además de ser yo su hermana mayor, (implica para ella, aspectos positivos y negativos) y llevarle más de una década, soy su madrina, se casó con un hermano de Adolfo y soy su con cuñada, de remate, soy la madrina de su hijo y también soy su comadre. Como se puede observar es una mezcla fuerte de parentesco y afectos. Hay en Gisela la curiosidad de la investigadora. Con ingenuidad impresionante. Lo que potencia su espíritu de investigación. No da nada por sentado, siempre indagar. ¡Ah! Heredado de nuestro amado padre, un carácter no fácil, característico de sus hijas. Con sinceridad y agradecimiento, lo digo: no somos “ninguna perita en dulce”. (Ninguna de sus hijas) A esta altura, lo agradezco.  Fuimos pioneras en muchos aspectos profesionales. Ese carácter hizo que nunca nos doblegáramos frente a la injusticia o la mentira. Responsables por el trabajo y entregadas a lo que era una obligación y cumplirla.

No fue sorpresa, cuando Gisela expresó su deseo de ser bióloga. Sintió, desde muy pequeña, un profundo amor por las plantas y las flores. Tenía que cuidarla, estando pequeña, bastante a menudo. Me correspondía hacerlo, era la grande. Mientras tanto con mi amiga de infancia, quería conversar sobre lo que nos interesaba a las dos. Para distraerla le dábamos una flor: ella se quedaba hipnotizaba. Luego la tocaba con admiración, cuidado y respeto. Muy de vez en cuando, a una rosa (sin espinas) o, a una cuarentena, de colores brillantes, con timidez, precaución y cuidado, Gisela le quitaba un pétalo. Lo observaba y trataba de volverlo a integrar a la flor. Nosotras, mi amiga y yo, le decíamos: “Ah no, no hay nada que hacer, se quedó sin ese pétalo”. Apretaba los labios, con cierta desilusión, escondía la cara en la flor. Fue siempre una brillante estudiante. Curiosa. A mí, cada cierto tiempo, mientras hacíamos las tareas me interrumpía y me decía: “Gloria, ¿sí una niña se mete el creyón en los labios se envenena?” “¡De ninguna manera!” respondía. Pasaban unos minutos y vuelta: “¿Gloria si una niña, se come un pedacito de papel del cuaderno y se lo traga, se muere? “¡No!, ¿cómo se te ocurre eso?” Era mi respuesta ya medio molesta, y luego: “¿Gloria, si una niña pega la lengua del libro donde está leyendo y se traga la saliva, se muere?” Le contestaba: “Si, se va a morir”. Empezaba a llorar, desconsoladamente y me decía: “¡Ay, la niña soy yo!”. Venía mi regaño, (que ella aguantaba, secándose los ojos) después la paz, y la conversación, hasta próxima oportunidad. Siempre quería saber. Investigar, preguntaba para obtener respuestas. No se conformaba con la primera explicación. De repente, un día, participó en un concurso de cuentos en Mérida. Fue galardonada. En ese momento, pensé, que tal vez se inclinaría por las humanidades. Para nada. Escribe muy bien, seguro las micorrizas serán bellamente presentadas por sus escritos e informes. La pasión por la ciencia, por los descubrimientos, por los nuevos conocimientos se apoderó de ella. Comenzó a estudiar biología y cerraron la Universidad Central, se fue a Mérida a continuar sus estudios. La naturaleza que rodea a Mérida, las posibilidades que brinda esa maravilla que son Los Andes, los páramos y esa enorme cantidad de pueblos llenos de belleza, la terminaron de fascinar. Al reabrir la UCV se devolvió y siguió adelante con sus proyectos y su pasión, cada vez, más cercana a la biología y la ecología.

Estuvo, al comienzo, en el recién organizado Ministerio del Ambiente y también en la Universidad Central de Venezuela, sin embargo, lo que la apasionaba y atraía era la investigación, en cuanto pudo optó para hacer sus cursos de postgrados: Maestría y Doctorado en el IVIC, bajo la dirección de sus maestros los Drs. Rafael Herrera y el Dr. Ernesto Medina.   A ellos debe su pasión por las micorrizas arbusculares. Lo agradece intensamente. Más bien tímida ha dicho que,” se entiende mejor con el mundo de la naturaleza que, con las personas”. Los árboles salen ganando y nosotros tenemos a la extraordinaria y apasionada científica de las micorrizas. ¡Felicitaciones y gracias Gisela! Una belleza, ese merecido reconocimiento a tu dedicado y gran trabajo.

[1] Cuenca, Gisela. “Las micorrizas arbusculares”. P.17 Ediciones del IVIC. Caracas.2015

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba