Lecturas recomendadas

Seguirán dando fruto

Mons Fernando Castro Aguayo:

Esta frase del Salmo 92, la aplica Francisco a los ancianos y a los abuelos. Y es un signo de esperanza frente a los que ven esta etapa de la vida con resignación o fatalidad. Una larga vida es una bendición, es un signo viviente de la bondad de Dios. Por tanto, la casa, el hogar que cuida de sus ancianos es bendita porque honra así “al padre y a la madre”.

En la ancianidad ya se han gastado muchas energías en desafíos maravillosos: el trabajo, cuidar y edificar la familia, educar a los hijos. La tentación consiste en una inconsciente pasividad porque se piensa que ya no hay nada más que hacer, ya se han cumplido los objetivos de la vida. En este pensamiento se esconde una gran equivocación: ahora hay unos retos distintos.

Lo primero: hay que ver una larga vida como una bendición, un tiempo para agradecer más a Dios por sus infinitas bondades. Es la ocasión para dar una mirada positiva desde Dios.

También es un momento para desarrollar una mayor sensibilidad de afecto y amor y darlos a quienes nos rodean: a los familiares, amigos y vecinos, es una lección de ternura, de comprensión y de paciencia; es el momento para regalar sonrisas y miradas de afecto y paciencia.

Frente a la epidemia del COVID, frente al flagelo de la guerra, hay otras epidemias tan dañinas como esos flagelos. Una de esas es la “indiferencia”. Los ancianos, abuelos, podemos proteger al mundo de esa enfermedad. Tantas calamidades que repercuten en niños, en personas muy débiles, indefensas y condenadas a una vida trágica. La acogida de los abuelos y ancianos hacia la multitud, uno a uno, tan desprotegida es un espejo de la ternura de Dios por cada uno.

Finalmente, Francisco señala en su mensaje anual a los ancianos que el poder de la oración es muy grande. Es el instrumento con el que contamos para fortalecer y extender la revolución de la ternura: la súplica y la alabanza en favor de los más vulnerables y desfavorecidos.

El 26 de Julio próximo es la Jornada Mundial de los ancianos: tesoro invalorable, que la Iglesia bendice y que sin duda es una fuente de bendiciones para todos…

Fernando Castro Aguayo

fcastroa@gmail.com

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