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Rusia y China: nos aproximamos al peor momento de la historia

Rusia tiene una doctrina nuclear, conocida como "escalar para desescalar" o, más precisamente, "escalar para ganar", que contempla el uso de armas nucleares o la amenaza de su uso en las primeras fases de un conflicto convencional. No puede ser bueno que Rusia, China y Corea del Norte estén amenazando al mismo tiempo con utilizar el armamento más destructivo. En la imagen (Serguéi Piatakov-Host Photo Agency, vía Getty Images), lanzaderas móviles de misiles balísticos intercontinentales en un desfile militar celebrado en Moscú el 24 de junio de 2020

Gordon G. Chang:

El pasado día 1, en la televisión rusa, el presentador y ejecutivo al que suele llamarse «el portavoz de Putin» urgió al presidente ruso a lanzar un drone submarino Poseidón con «una cabeza nuclear de 100 megatones». La detonación, afirmó Dimitri Kiselyov, podría generar una ola de 500 metros que llegara hasta la mitad del pico más alto de Gran Bretaña, el Scafell Pike, y «hundiría al Reino Unido en las profundidades del océano».

«Ese maremoto llevaría además dosis extremadamente altas de radiación», abundó Kiselyov. «Al descargar sobre Gran Bretaña, dejaría convertido todo lo que arrasara en un desierto radiactivo, totalmente inservible. Qué, ¿cómo lo veis?».

«Un solo lanzamiento, Boris, y se acabó Inglaterra», añadió Kiselyov, dirigiéndose al primer ministro británico, Boris Johnson.

La amenaza de Kiselyov se produjo después de la que vertió el 28 de abril Alexéi Zhuravlyov, presidente del partido Rodina, aliado de Putin. En el programa 60 Minutos del Canal 1 de la TV rusa, Zhuravlyov urgió a Putin a bombardear nuclearmente el Reino Unido con un Sarmat, el misil más largo y pesado del planeta.

En el programa se dijo que un misil lanzado desde el enclave ruso de Kaliningrado tardaría 106 segundos en alcanzar Berlín, 200 en llegar a París y 202 en impactar sobre Londres.

En la OTAN, al Sarmat se le denomina Satán II.

El propio Putin se sumó a la fiesta. Justo antes de enviar sus tropas a Ucrania, advirtió de «consecuencias que no habéis afrontado en toda vuestra historia». El 27 de febrero puso sus fuerzas nucleares en alerta máxima. El 1 de marzo sacó sus submarinos con misiles balísticos y sus lanzaderas terrestres en lo que se denominó una maniobra militar. El pasado día 4, el ministro ruso de Defensa anunció «lanzamientos electrónicos» en Kaliningrado del misil balístico Iskander, que puede portar cabezas nucleares.

Rusia tiene una doctrina nuclear, conocida como «escalar para desescalar» o, más precisamente, «escalar para ganar», que contempla el uso de armas nucleares o la amenaza de su uso en las primeras fases de un conflicto convencional.

China, que el 4 de febrero emitió una declaración conjunta con Rusia en la que Pekín y Moscú proclamaban que su asociación no tiene límites, lleva todo este siglo vertiendo periódicamente amenazas no provocadas de destrucción de ciudades contra Estados que de alguna manera le han ofendido. Así, en julio del año pasado amenazó con atacar nuclearmente a Japón por su apoyo a Taiwán. Y en septiembre lanzó una amenaza parecida contra Australia por su asociación con EEUU y Gran Bretaña en el pacto Aukus, que busca preservar la estabilidad en la región. En marzo, el Ministerio de Defensa chino prometió «las peores consecuencias» a los países que ayudaran a Taiwán a defenderse, en lo que pareció una amenaza especialmente dirigida a Australia.

Este mes, Corea del Norte afirmó que podía utilizar armas nucleares tanto como represalia ante un ataque como para lanzar directamente un ataque.

No puede ser bueno que Rusia, China y Corea del Norte estén amenazando al mismo tiempo con utilizar el armamento más destructivo.

¿Por qué están los regímenes más peligrosos del planeta lanzando estas amenazas?

En primer lugar, Putin demostró que ese tipo de advertencias intimidan. Como Peter Huessy, del Hudson Institute, me dijo en marzo, lo de escalar para ganar asume que las amenazas nucleares «servirán de coacción para que el enemigo se someta y no luche». Como las democracias occidentales se han plegado y claramente no están combatiendo en Ucrania, Pekín y Pyongyang quieren conseguir éxitos similares.

En segundo lugar, puede que Putin y el gobernante chino Xi Jinping hagan esas amenazas porque no respetan a las naciones que perciben como enemigas. «La bochornosa retirada de Afganistán y las falta de disposición a ayudar eficazmente a Ucrania desde las garantías que dimos en 1994 pero sobre todo en el último año han llevado a enemigos dotados de armas nucleares a multiplicar sus amenazas contra EEUU y sus aliados», declaró Huessy, presidente de GeoStrategic Analysis, a Gatestone a principios de mes. «Perciben que EEUU es cada vez más débil».

«Como Vladímir Putin, el Partido Comunista de China ha perdido el miedo al poderío americano», me comentó Richar Fisher, del International Assessment and Strategy Center, con sede en Virginia, poco después de la invasión rusa de Ucrania. «Las amenazas nucleares chinas dan cuenta de la arrogancia del Partido ante la percibida debilidad de EEUU, del riesgo que entraña la falta de una disuasión nuclear norteamericana en la región y de la incompetencia del liderazgo estadounidense».

En tercer lugar, hay consideraciones de orden doméstico que pueden facilitar la formulación de esas amenazas. Muchos dicen que el momento más peligroso que se ha vivido después de la II Guerra Mundial fue la Crisis de los Misiles en Cuba, en octubre de 1962. Quizá lo fue aún más la situación en el Checkpoint Charlie de Berlín en octubre de 1961. Tanto Kennedy como Jruschev sabían que nunca iba a darse un intercambio nuclear. La cuestión, hoy, es si Putin y Xi lo saben también. Quizá no.

Esas amenazas quizá revelen que ambos comparten mentalidad de búnker sitiado. Tanto Rusia como China viven bajo regímenes en apuros, lo que quiere decir que sus dirigentes tienen una baja tolerancia al riesgo.

Sean cuales sean la razones subyacentes a las amenazas, Putin y Xi le han dicho a todo el mundo qué pretenden hacer. Lamentablemente, los líderes occidentales están determinados a no creerles.

En respuesta a las amenazas rusas, el presidente Biden dijo el 28 de febrero que el pueblo americano no debía preocuparse por una guerra nuclear. Al contrario: sobran las razones para estar preocupado.

Los presidentes y primeros ministros de Occidente casi siempre ignoran las amenazas nucleares, para no darles vuelo. Lamentablemente, lo que se ha conseguido con esto es que los amenazadores redoblen sus amenazas. Cuanto más tarde la comunidad internacional en hacer frente a los rusos, los chinos y los norcoreanos, más peligrosas serán las confrontaciones.

Así las cosas, parece que el mundo se precipita hacia el peor momento de la historia.

«Una guerra nuclear no puede ganarse y jamás debe librarse», dijo Biden en junio del año pasado. Puede. Quizá Putin, que suscribió esas palabras junto con el presidente americano, piense en que puede librar una e incluso ganarla.-

Gatestone Institute

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