Opinión

Nuestra catedral dice

La catedral nos habla

Bernardo Moncada Cárdenas:

Sin duda, una de las maravillas que ostenta nuestra ciudad de Mérida es la Catedral de La Inmaculada, consagrada Basílica Mayor por el Santo Papa Juan Pablo II; sin duda, también se trata de una de las maravillas de la arquitectura religiosa en Venezuela.

Y la catedral nos habla.

Lo que representa la Catedral en términos de la historia de un pueblo, una región, y una nación, es proclamado con afecto desde los volúmenes grisáceos resplandeciendo bajo el sol.

Manifiesta la religiosidad ínsita en el lugar donde se yergue, lugar que llegó a ser consagrado como la segunda diócesis (y la segunda arquidiócesis) fundada en Venezuela; expresa la laboriosidad y productividad capaces de posibilitar esta maravilla, y cuenta la trama de una historia política, además de cómo se constituyó una cultura. La catedral lo dice.

Es además la huella inocultable de uno de los más importantes arquitectos del siglo veinte venezolano, renovador y embellecedor de la ya hermosa sede catedralicia, y de los primeros dos arzobispos (Antonio Ramón Silva y Acacio Chacón Guerra), Monseñor Silva, artífice del cambio y reforzador de la catedral metropolitana, y Monseñor Chacón, feliz responsable de la actual edificación. Así lo narra cada detalle de la catedral.

La Catedral Basílica, además, es toda una catequesis construida; lo han exclamado algunos de quienes experimentan los recorridos didácticos que se hacen para visitantes y locales. La convergencia de Monseñor Chacón, Manuel Mujica Millán (Fides et Spes, como se identificó en el concurso internacional para la catedral de Lima), y el entonces coadjutor José Humberto Quintero, le dieron una asombrosa coherencia teológica e imagenológica. Nuestra basílica menor es la vivencia materializada, tangible, de la Santa Madre Iglesia, explicarla es explicar la Iglesia. Y es como una buena madre: adusta cuando sus hijos necesitamos seriedad, acogedora y serena, cuando necesitamos paz y cariño, solemne, cuando necesitamos grandeza, bella y bien hecha, cuando necesitamos lo que profundamente desea el corazón. La catedral lo explica.

La catedral es catequesis silenciosa, vasta  poesía en versos pétreos y luminosos.

La catedral también dice de nuestra indiferencia, la de ciudadanos y gobierno, cuando vemos su bella fachada lateral deteriorada por los implacables efectos de un mercado informal que, por décadas, se ha apropiado del Bulevar de los Obispos, cerrando con tenderetes hasta la preciosa entrada a la nave del Santísimo sin que hagamos nada por defenderla. Y lo dice también lamentándose cuando muestra los efectos de la humedad que se cuelan, como lágrimas salobres, por la ya vencida impermeabilización, al privársela de aportes gubernamentales que ayuden a costear la reparación.

Si no fuera por Dios, la catedral estaría indefensa.

La Catedral dice. Y oímos todos, pero ¿Escuchamos?.-

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