Opinión

Vuelta al mundo por una visa

Alicia Álamo Bartolomé:

Me han contado un caso real, tan insólito, que me hace hoy titular así este artículo. Una dama venezolana y su hijo necesitaban con urgencia ir a los Estados Unidos. Como todos sabemos, aquí no hay consulado de esa nación y debían ir a algún país vecino. Resulta que, al hacer una investigación en éstos, las citas por la solicitud remitían a meses y hasta años, sin ninguna seguridad de obtener la visa. Al seguir investigando, encontraron que en Portugal era el trámite más rápido, ¡y se marcharon para Portugal como el lorito real!

Que haya que atravesar el Atlántico, ir a otro continente y buscar una visa para un país de este lado, es algo tan absurdo, como pedir en Neptuno un permiso para ir a la Luna o algo más terrestre: solicitar en Australia mi partida de nacimiento caraqueña. Pero así estamos. Ya lo de los vuelos estaba bastante caótico: para ir a México hay que pasar por Lima, en el mejor de los casos, porque hasta Estambul es escala de estos viajes en nuestro propio continente. Lo inusitado se ha hecho pan de cada día.

El verbo del gobierno está siempre contra el imperio, pero aquí todo se cotiza en dólares, desde la comida hasta las loterías. El premio que llaman el Gordo le hacen publicidad en TV como $ 500.000 o “su equivalente en bolívares”. Y así toda la fijación de precios en el comercio, el bolívar es una baja instancia, un ciudadano de segunda categoría. Y lo más simpático: nadie tiene dólares ni bolívares en la cartera. La moneda no circula. La profesión de carteristas está en bancarrota, no hay a quién asaltar. Esto ha servido para que la policía diga, con orgullo, que han disminuido los atracos.

Estamos viviendo en un país de utopías. El régimen asegura que Venezuela se recupera, va viento en popa. En el mercado de alimentos, cualquier producto nacional o extranjero, por exótico que sea, se consigue. Muy cierto: en los famosos bodegones que proliferan. Hay al menos un bodegón en cada urbanización, cada uno con un nombre original y llamativo. Quien entra allí se queda extasiado viendo tanta maravilla. Aunque quién sabe si pueda comprar algo, no sólo por los precios, sino porque no tiene dólares. ¿De quién o quiénes son estas tiendas? ¿Son una cadena? Rumores hay de que pertenecen a narcotraficantes oficiales y lavadores de dinero. No me consta. Lo cierto es que resuelven el problema de paladares con suerte, pero no el del venezolano de a pie, que pasa hambre.

El sueño de nuestra juventud y de gente un poco más entrada en años, es traspasar las fronteras del país buscando mejor vida, así tengan que dar esa vuelta al mundo en busca de la anhelada visa de los Estados Unidos. Porque muchos van a otros destinos en esta diáspora hemorrágica de la patria, pero como de paso, la meta es siempre el gran país de norte. Éste nunca ha dejado de tener ese atractivo enorme a pesar de su evidente decadencia social, moral y política de los últimos tiempos. No ha muerto “el sueño americano”, persiste la idea de que allí se puede salir adelante, alcanzar mejores niveles de vida, así haya que luchar heroicamente para lograrlo y hasta perder la vida intentando alcanzar su territorio.

Venezuela está llena de ancianos estancados aquí. Sus hijos y sus nietos están fuera, no regresarán, el país no ofrece ninguna seguridad económica, ni laboral, ni alimenticia, ni sanitaria, ni educacional y mucho menos esa seguridad civil para vivir en su casa y transitar en la calle. Esos ancianos afincados en el país porque no se los pudieron llevar, carentes de cariño cercano, se contenta con las fotos, videos y otros adelantos tecnológicos, si tienen acceso a ellos, para gozar de los ausentes. No pueden besar ni consentir a sus nietos. ¡Y cuántas carecen de asistencia o tienen la fría atención de personas mercenarias! ¡Soledad de soledades!

Sin embargo no podemos claudicar en la fe y la esperanza. Tiene que haber una salida, una luz en lontananza. Esta patria debe reaccionar, despedir a los delincuentes que la han hundido. Tener un regreso a la justicia y la paz. Dios no nos puede abandonar. No habrá que dar la vuelta al mundo para conseguir una visa, simplemente no la necesitaremos.-

De su columna en El Impulso

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