9 de agosto: Día Internacional de los Pueblos Indígenas 2022
La minería de oro y la violencia contra el pueblo yanomami
En los últimos cinco años, Manos Unidas ha dedicado más de 17 millones de euros a financiar 225 proyectos destinados a poblaciones indígenas, la mayor parte de ellas en América Latina, para apoyar directamente a más de medio millón de personas
La creciente violencia que sufren los pueblos indígenas de América Latina, así como la constante presión que soportan sus territorios a consecuencia de actividades extractivas como la minería, la industria maderera, el agronegocio y los grandes proyectos energéticos, es la realidad que Manos Unidas vuelve a denunciar en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
Recientemente, un representante del pueblo indígena yanomami, Mauricio Iximaweteri, nos visitó para contarnos la durísima situación que viven las comunidades yanomami en Brasil.
Más de 16.000 personas de 273 comunidades yanomami se encuentran gravemente afectadas por la incursión en sus territorios de los garimpeiros, mineros ilegales que ejercen violencia directa contra la población, en forma de asesinatos, violaciones y secuestros, y que ponen en marcha explotaciones mineras que contaminan, principalmente con mercurio, los ríos y los bosques de los que dependen las comunidades para su supervivencia.
Terrenos devastado por la minería cerca de las comunidades yanomami – Foto: Bruno Kelly/HAY
Contaminación, enfermedades y abusos
Mujeres yanomami – Foto: Ed. Richard – SECOYA
Como nos explicó Iximaweteri y como queda constancia en un informe publicado el pasado abril («Yanomami Under Attack»), la minería ilegal afecta a los territorios yanomami desde la década de los 80, pero esta actividad se ha agravado en los últimos años: las explotaciones han aumentado un 46 % solo entre 2020 y 2021, con los consiguientes impactos en cuanto a ataques violentos a las comunidades, contaminación del entorno por mercurio y aumento de los casos de malaria y otras enfermedades infecciosas.
«Entran disparando con sus armas –asegura Mauricio–, violando a las mujeres yanomami y matando a los niños». Según distintos informes, la violencia contra los yanomami incluye el abuso sexual contra mujeres y niñas, el secuestro de personas, y la explotación laboral en condiciones altamente peligrosas para aquellos indígenas que se ven forzados a trabajar en las minas de oro.
A pesar de las denuncias de los yanomamis a lo largo de los últimos años, las autoridades brasileñas no han controlado la situación y las organizaciones indígenas acusan a las autoridades de facilitar la impunidad de los garimpeiros.
Tanto la Corte Interamericana de Derechos Humanos como la Comisión Episcopal Especial de Lucha contra la Trata de Personas, han expresado su profunda preocupación por la situación de violencia sistemática a la que hacen frente estas comunidades indígenas y urgen al Estado brasileño a que actúe de inmediato.
«Los garimpeiros entran disparando con sus armas, violando a las mujeres yanomami y matando a los niños» (Mauricio Iximaweteri).
Por todo ello, Manos Unidas está en estos días comenzando a definir, junto las organizaciones locales, cómo puede ser la intervención para apoyar a las comunidades más afectadas. En alianza con la Asociación Servicio y Apoyo al Pueblo Yanomami (SECOYA), estamos elaborando una propuesta que permita fortalecer a la Asociación Yanomami Kurikama en sus capacidades para la defensa y gestión de su territorio, haciendo especial énfasis en la formación integral de los jóvenes, mujeres y hombres, para que puedan continuar resistiendo y defendiendo sus territorios y su modo de vida ante las amenazas y los desafíos que les plantea el mundo actual. También se espera trabajar en el ámbito de la educación escolar diferenciada, garantizando que los servicios educativos en las comunidades sean culturalmente pertinentes.
Niños yanomami – Foto: SECOYA.
«Los pueblos indígenas no solo son guardianes de la naturaleza»
Según informes de la FAO, los territorios indígenas abarcan solo el 22 % de la superficie terrestre pero albergan el 80 % de la diversidad biológica del planeta, lo que convierte a los pueblos originarios en los mejores custodios de los ecosistemas y los recursos naturales. Sin embargo, este «reconocimiento» internacional no ha conllevado un mayor respeto a los derechos de las comunidades y sus territorios, ni una mejor protección ante los ataques que sufren por parte de actores relacionados con actividades extractivas de Estados y empresas.
Como dice Luis Hallazi, del Instituto del Bien Común, socio local de Manos Unidas en Perú, «los pueblos indígenas no solo son guardianes de la naturaleza». «Es indispensable que no reduzcamos a estas comunidades a su papel de barrera de protección de los bosques; urge la reivindicación de su sabiduría ancestral, el respeto de sus derechos, el reconocimiento político y la obligación de contar con su participación directa en la toma de decisiones para enfrentar el inminente colapso climático».
Indígenas yanomami con indumentaria ritual – Foto: SECOYA.
En este sentido, Anabel Guerrero, integrante del pueblo originario Ñuu Savi y parte del Centro de Estudios Ecuménicos (CEE) –organización socia de Manos Unidas que acompaña procesos de transformación social en México–, hace hincapié en que lo que, para la comunidad internacional es «conservación de los ecosistemas», para los pueblos originarios es una «cosmovisión desde la vida, en relación con la madre tierra y el cosmos, desde una dinámica no utilitaria ni de posesión, porque, como suelen recordar, la tierra no es nuestra, nosotros somos de la tierra».
«La tierra no es nuestra, nosotros somos de la tierra», una frase que representa la cosmovisión de muchos pueblos indígenas
¿Qué es el territorio para los pueblos indígenas?
Entender la idea de «territorio» es esencial para comprender la cosmovisión de muchos pueblos indígenas. Como explica Eleazar Encino, también integrante del CEE y miembro del pueblo originario tzeltal, el territorio «no solo es un espacio físico; también es la luna, la lluvia, las estrellas; es cuerpo, es memoria, es historia, es herencia, es comunidad, es familia; el territorio son los hijos, las hijas, el territorio es vida, identidad, cultura, es donde habitamos y donde podemos ser».
Asamblea de los pueblos maseual, tutunaku y mestizo en México. – Foto: CEE.
Esta forma de percibir al territorio, tan ligada y necesaria para la propia supervivencia de los pueblos originarios, es transmitida de generación de generación y choca frontalmente con la idea occidental extractivista del medio natural como un espacio del que extraer recursos para su explotación económica.
«Los pueblos indígenas han conformado su identidad, su cultura y su alimentación en estrecha relación con el territorio –continúa Encino–. No consideran a la tierra como un recurso natural que puede ser sojuzgado; la tierra es madre, es sagrada, generadora de vida, la que alimenta y sostiene la vida».
«¿Desarrollo para quién?», se preguntan las comunidades afectadas
Durante la reciente visita a Manos Unidas de la red Iglesias y Minería, uno de sus miembros, Pedro Sánchez, resumió las consecuencias del extractivismo de una manera contundente: «Prometieron el desarrollo y solo dejaron pobreza». Para Sánchez, las grandes multinacionales explotan los territorios «sin tener en cuenta las consecuencias para las comunidades, la salud de las personas y los efectos medioambientales».
Movilización en Puebla, México – Foto: CEE.
Para Anabel Guerrero, las empresas extractivas llegan a los territorios «con el discurso del desarrollo y prometen el progreso de las comunidades». Sin embargo, las comunidades sufren «una ola de violencia y despojo». Es el caso de las comunidades de Chiapas que defienden el agua frente a empresas de refrescos o se resisten a la imposición del tren maya en la península de Yucatán, o la situación de «infierno ambiental» provocado por la concentración de proyectos industriales y extractivos en la Cuenca-Libres Oriental, en Puebla. «¿Desarrollo de quién? –se pregunta Guerrero–, ¿de los despojados?, ¿de los violentados?, ¿algún día los despojados alcanzarán el desarrollo que ya tienen quienes quitan y saquean?».
Encino califica este despojo a los pueblos originarios de «histórico y sistémico, con capacidad de reinventarse». «Sin embargo –continúa el miembro del CEE–, hoy los pueblos originarios siguen resistiendo, no solo al despojo territorial y cultural, sino que se asumen y reivindican como sujetos políticos y sociales capaces de generar conocimiento y decidir sobre sus propios modos de vida en sus territorios».
Manos Unidas y los pueblos indígenas
Desde el compromiso con la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, Manos Unidas trabaja con sus socios locales para fortalecer a las organizaciones comunitarias con el fin de que las comunidades indígenas conozcan sus derechos y puedan reclamarlos de manera efectiva antes las autoridades, así como defenderse jurídicamente de agresiones a sus territorios y ataques o amenazas que puedan sufrir. Apoyamos también procesos de formación y liderazgo para que puedan defender sus territorios y proteger el medio ambiente a partir de la participación en los distintos ámbitos de decisión política.
Asimismo, un componente principal de las intervenciones de Manos Unidas es el impulso de la seguridad y soberanía alimentaria de las familias, a través de actividades generadoras de ingresos, apoyo a proyectos agropecuarios que doten de autonomía a las comunidades y fortalecimiento de los circuitos de comercialización de sus productos en condiciones justas, entre otras iniciativas.
En los últimos cinco años, Manos Unidas ha dedicado más de 17 millones de euros a financiar 225 proyectos destinados a poblaciones indígenas, la mayor parte de ellas en América Latina, para apoyar directamente a más de medio millón de personas.-
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