Elsa Cardozo: “Tanto Petro como Maduro no van a dar puntada sin dedal”
Es mucho lo que puede perder Colombia en su relación con Estados Unidos. Mientras los problemas con Venezuela son una madeja difícil de desenredar. Para muchos presidentes de la región, ciertamente, era más fácil tomarse una foto junto a Chávez
Se han tomado decisiones elementales, algunas llamativas como el caso de la empresa Monómeros y la designación de embajadores. Pero ir más allá supone un riesgo, así que tanto Petro como Maduro no van a dar puntada sin dedal. El terror que asola a las poblaciones fronterizas, el auge delictivo y el tráfico de drogas, son apenas las puntas del iceberg que, paradójicamente, siguen agitando las cálidas aguas del Caribe.
Hay muchas cosas que están por verse, hay demasiados obstáculos en el camino. De este tema hablamos con Elsa Cardozo*. Es mucho lo que puede perder Colombia en su relación con Estados Unidos. Mientras los problemas con Venezuela son una madeja difícil de desenredar. Para muchos presidentes de la región, ciertamente, era más fácil tomarse una foto junto a Chávez.
¿Qué tan rotas o deterioradas están las relaciones con Colombia?
¿Con cuál Colombia?, ¿Con la Colombia de la guerrilla, del narco, de los ilícitos? Con esa hay unas conexiones opacas, que se han ido adulterando y han complicado los vínculos entre ambos países. A lo largo de los últimos años ha habido maltrato, más de parte de Venezuela que de Colombia. Hasta el punto de que las relaciones son complejas y de difícil normalización. Eso va a tomar tiempo, por mucho apuro que tenga el señor Maduro, que es el más interesado. Y también por las razones estratégicas de Petro, que podría ir moviendo el pulso, en la medida que convenga a su programa político y a la problemática de gobernabilidad que surja en Colombia, comenzando por las múltiples visiones que hay en su coalición, en la cual hay, sin embargo, un objetivo compartido, lo que ellos han llamado la paz total. Diría que, con esas referencias, Petro va a llevar con sumo cuidado el acercamiento a Venezuela.
Todo empezó por la ruta mejor asfaltada y más fácil de transitar: el intercambio de bienes, las relaciones comerciales, aunque esto es de vieja data. En los bodegones, lo que sobran son productos colombianos.
Hay un componente de ese intercambio que no es transparente, que no se conoce ni es registrado. No podría decir cuán representativo es esto. A primera vista, es una decisión que favorece más a Petro, porque podría facilitarle las relaciones con los sectores económicos. Si analizas la balanza comercial históricamente, en sus mejores y peores momentos, siempre ha favorecido a Colombia, a su sector exportador. Pero habría que mirar con más atención, porque ha habido una historia de incumplimientos, de impagos por parte de Venezuela. Con toda seguridad, el gobierno de Petro y los sectores económicos serán particularmente cuidadosos, cuando se profundice el acercamiento comercial. No es un camino de rosas, nunca lo fue. Hubo roces que se han ido acumulando, especialmente en el último tramo del gobierno de Uribe y a lo largo de la gestión de Santos. Hay que cuidar los términos de la relación, particularmente entre gobiernos, por el interés que ha mostrado el señor Maduro, siempre será en sus propios términos. Es decir, en términos que no pongan en riesgo su control del poder, su control de las decisiones estratégicas fundamentales, incluidas las económicas. Esa es la gran incógnita en ese ámbito, ¿no?
¿Cómo ve el hecho de que Petro, como parte de sus primeras medidas, haya devuelto Monómeros a PDVSA?
Para Colombia es un tema estratégico. Lo es, y más en estos tiempos de dificultades generadas por la guerra en Ucrania, en donde es primordial tener acceso a fertilizantes a precios razonables, asequibles. Habría que ver en qué estado se encuentra eso, porque en la licencia de operaciones de Monómeros, de alguna manera, interviene Estados Unidos. ¿Cómo lidiar con eso? Es un problema para Petro, porque hasta ahora, Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial, el principal socio inversionista de Colombia. Es una relación que Petro tiene que cuidar, entre otras cosas, porque quiere revisar los términos del tratado de libre comercio, que es referencia para los dos países. Por no hablar del apoyo y financiamiento —que podría obtener de Estados Unidos— para el desarrollo de programas que contribuyan a luchar contra el cambio climático.
Este asunto tiene que ver con el gobierno interino, al que Petro no le asigna entidad alguna. Ha dicho que no existe, que no controla nada en Venezuela. Creo que ahí hay una dosis de realismo y un punto de partida para abordar las relaciones con el gobierno de Maduro.
De hecho, cuando Petro habla del restablecimiento de relaciones con Venezuela, está refiriéndose al reconocimiento del gobierno de Nicolás Maduro como su interlocutor. Desde hace rato, eso está claro. Ese tema se discutió entre la misión estadounidense que Biden envió a Bogotá y el equipo de relaciones exteriores de Gustavo Petro. Allí hay una divergencia entre Estados Unidos y Colombia, porque Biden sigue reconociendo a Guaidó como presidente interino. Hay que tomar en cuenta eso, porque es un dato de hecho, un dato de la realidad.
Estamos ante una madeja bien compleja, porque antes Colombia estaba estrechamente alineada a la política exterior de Estados Unidos. Podría surgir una primera divergencia.
Sin duda es una divergencia, de ese encuentro conocemos una declaración, pero no su contenido. En el acercamiento a Venezuela, no podemos olvidar el diálogo con el Ejército de Liberación Nacional y lo que Petro ha llamado “la paz total”. Esa iniciativa pasa por La Habana y por Caracas. Ya hubo un acercamiento, durante la gestión de Santos, que comenzó con las relaciones rotas por decisión de Chávez (debido a la denuncia que hizo el gobierno de Uribe en la OEA sobre la existencia de bases de la guerrilla en territorio venezolano). Santos se propuso especialmente, recomponer la relación y hacer de Venezuela un factor que no obstaculizara, sino que ayudara, en lo posible, a llevar adelante la negociación del Acuerdo de Paz, que finalmente se firmó en 2016 con las FARC. Efectivamente, Venezuela jugó un papel importante en logística y en el traslado de guerrilleros que estaban en nuestro país. Fue un acercamiento muy pragmático y Santos llego a decir que Chávez era “su nuevo mejor amigo”. Eso se mantuvo hasta 2015, año en que Maduro ordena el cierre de la frontera (luego de que Santos denunciara la presencia de grupos paramilitares en territorio venezolano). Entonces, esa visión pragmática no es nueva. Las cosas han cambiado radicalmente, Venezuela se ha deteriorado mucho más y actualmente es muy difícil tomarse una fotografía con Maduro frente a lo que suponía tomársela con Chávez en 2010. Yo diría que el factor principal de este acercamiento es el interés de Petro de que Venezuela no dificulte sus planes de paz y contribuya, en buena medida, a restablecer el orden en la frontera, después del desastre que hemos visto en Apure (y más) en los últimos dos años.
Creo que las cartas en la negociación, el ELN tiene una mano más favorable que la que tenía las FARC. No solamente porque la situación de Venezuela se ha deteriorado, sino porque pueden, de alguna manera, bascular entre los intereses de un gobierno o del otro. Pueden complejizar o simplificar la negociación.
Yo creo que hay diferencias importantes entre una negociación y otra. El ELN ha hecho de Venezuela un lugar donde puede moverse y operar, así como un lugar donde extrae recursos. Su ubicación alrededor del Arco Minero. El ELN puede tener menos convencimiento de negociar, porque tiene margen de maniobra en y desde Venezuela. Entonces, se requieren más condiciones, más garantías y más incentivos para adelantar ese proceso de los que se ofrecieron a las FARC que, al momento de las negociaciones, estaban militarmente derrotadas en el territorio colombiano, que era su espacio fundamental. Otro factor que complica todo esto es la presencia de la disidencia de las FARC en territorio venezolano. Eso es, como dicen muchos analistas, una guerrilla binacional. Creo que es una situación que requiere trato inmediato por parte de Petro, así como del gobierno venezolano, si pensara en los problemas de seguridad pública que hay en las poblaciones fronterizas, que están bajo el asedio terrible de las disidencias de esa guerrilla y de todos los grupos criminales que se mezclan con ellas. Si hubiera interés de presentar a Venezuela como un país en proceso de normalización, debería aprovecharse la oportunidad que surge con el gobierno de Petro, que tiene más disposición y posibilidades de incidir en el diálogo con los guerrilleros, que la que tenía Duque.
¿Qué probabilidades le asigna a que el gobierno de Maduro sea parte de la solución y no del problema?
Eso está por verse, porque el gran problema en situaciones como estas es la penetración de los ilícitos en las esferas de poder, la penetración en la frontera. Hay muchos informes escritos sobre esto —entre otros los de Human Right Watch y los de InSight crime— informes de penetración de la seguridad venezolana por la guerrilla y grupos criminales. Para no hablar del caso del general Hugo Carvajal, que revela lo densa, lo complicada que es esa madeja. Algo de eso nos dice el silencio del gobierno de Maduro alrededor de Iván Márquez. Es algo que da mucho que pensar. Todo lo que se escribe sobre ese señor es en pospretérito (habría, podría, diría). Por lo pronto, uno no ve mucha luz en estas cosas. A menos que veamos voluntad y un giro con transparencia hacia los venezolanos. Diría que la opacidad con que se ha conducido estos asuntos, no son una señal de buenos augurios.
Vemos en Venezuela algo parecido a lo que ha sucedido en Cuba. Cada vez que recrudece la crisis económica, estalla la crisis migratoria. Lo hemos visto a partir de 2013. A veces se toman medidas difíciles de entender, como la decisión de suspender el envío de petróleo a Europa a través de las empresas ENI (italiana) y REPSOL (española). Para decirlo claramente, aquí no hay un solo elemento para pensar que la economía venezolana va a mejorar. El flujo migratorio sigue siendo una interrogante sin respuesta.
La decisión de suspender los envíos de petróleo a Europa es una respuesta desafiante del gobierno. El petróleo es tan necesario en Europa que yo puedo hacer esa exigencia (sí, vamos a enviar petróleo a cambio de combustible). Se han puesto condiciones, porque el petróleo se ha vuelto a revalorizar estratégicamente. Es una apuesta de Maduro para posicionarse internacionalmente y para ejercer presión. Algo de eso vimos a propósito de la toma de posesión de Petro. A Maduro le hubiera gustado asistir a Bogotá y ver una rápida reanudación de las relaciones diplomáticas mucho más ágil, como ocurrió, por cierto, entre Chávez y Santos. Pero Petro no quiere agitar esas aguas. Esa es la impresión.
Queda pendiente el tema migratorio.
Esa es otra de las grandes asignaturas en la relación bilateral. Para Colombia eso es un gran problema y al régimen venezolano no le importa. Es terrible decirlo así, el cruce por el tapón del Darién, por ejemplo, ni siquiera despierta la más mínima expresión de preocupación. O de una genuina disposición a resolver el problema. Esa es una enorme asimetría con la que va a lidiar no solamente Petro, sino otros presidentes latinoamericanos, entre otros, Gabriel Boric que lo planteó en Bogotá. Eso es un desafío gigantesco y debería generar en la región una respuesta más coherente ante el caso venezolano. Ojalá Petro no se olvide de las características que le atribuyó al régimen venezolano en su campaña. En un tuit, escribió que, tanto en Venezuela como en Nicaragua, no había un socialismo, sino una oligarquía que se roba y adueña del Estado. Mientras eso sea así, el tema migratorio va a continuar. Es un alivio para Maduro, que se vaya el que no quiere.
El otro tema, ligado a las estructuras delictivas que actúan en la frontera, es el tráfico de drogas. Aquí entra a jugar un peso pesado, Estados Unidos. El gobierno de Biden quisiera ver una continuidad de las políticas que aplicó Duque. ¿Puede Petro tener interés en modificar las relaciones con Estados Unidos?
Sobre ese tema Petro ha dado algunas pistas, a partir de esa relación difícil para él. Obviamente es un gran crítico de Estados Unidos, en muchos sentidos. Crítico de la guerra contra el terrorismo y de algunas de las estrategias que se aplican para el control de las drogas ilícitas y el narcotráfico. Colombia, sin ser miembro de la Otan, tiene el estatus de aliado estratégico preferencial de ese organismo. Creo que es algo que conviene preservar, aun cuando Petro la vaya perfilando para que a su gobierno le resulte útil y eficiente. Eso incluye aportes no sólo para la lucha antisubversiva, sino también para programas vinculados al cambio climático. Como dices, Estados Unidos no quisiera ver cambios, tal vez Petro baje el volumen. Pero no creo que quiera romperlo del todo. A Petro le interesa generar una base de gobernabilidad dentro de Colombia. Buscar consensos no sólo con los factores que lo apoyan, sino con la oposición. No ha negado la extradición. Es algo que no le conviene desmontar, porque es un factor que podría contribuir a enfrentar situaciones de extrema inseguridad, de actores armados muy fuertes. Entre Colombia y Estados Unidos hay más coincidencias que desavenencias.
Hay que considerar que, desde finales del siglo pasado, Estados Unidos tomó distancia y también se desentendió de la problemática hemisférica y particularmente de América Latina. ¿Veremos un cambio en el futuro, un acercamiento?
Hay muchos reproches que se le pudieran hacer a Estados Unidos en cuanto a las inconsecuencias hacia América Latina. Pero no es el caso de Colombia, por eso hemos hablado tanto de Petro y de Estados Unidos. Desde los tiempos del Plan Colombia (bajo la presidencia de Pastrana, 1998-2002), esas relaciones son muy importantes, en muchos sentidos. Y eso es lo que está en juego en estos momentos. Colombia era el factor más resistente frente a los avances autoritarios del régimen venezolano en los organismos regionales. Colombia, por ejemplo, es fundador del Grupo de Lima y partícipe en algunas oleadas de sanciones de Estados Unidos. Pero las inconsecuencias hacia la región no creo que cambien radicalmente. De hecho, Biden no ha presentado la lista de embajadores a todos los países latinoamericanos. Parte de la responsabilidad es del Congreso, porque las designaciones pasan por ahí. Pero allí hay un vacío. No es un buen momento, Estados Unidos tiene grandes complicaciones dentro de sus propias fronteras y además tiene varios frentes abiertos a escala internacional con potencias de primer orden.
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*Internacionalista. Doctora en Ciencias Políticas, profesora titular jubilada de la UCV. Ha publicado ensayos y libros acerca de las relaciones internacionales, entre otros, Tramas y tramos de América Latina. Una mirada venezolana (Caracas, UCAB, 2019).
Hugo Prieto – Prodavinci/América 2.1