Egildo Luján Nava:
La animosidad ciudadana y actualidad socio política de Venezuela se encuentran en un estado de altísima confusión, desesperanza, apatía y rabia luego de haber transcurrido 23 años soportando toda clase de penurias, destrucción, hambre y ruina, además de haber concurrido o participado presencial y activamente en todo tipo de convocatorias de la dirigencia política opositora para protestar por la destrucción del país y sus derechos ciudadanos, sufriendo durante las protestas por la pérdida de miles de vidas de seres queridos, heridos, privados de libertad, atropellos de todo tipo y, en muchos casos, incautación de bienes, desaparición física e incluso, acoso a los seres queridos. Sin haber logrado el objetivo del cambio de gobierno deseado. La indiscutible verdad ha sido que, con tanto esfuerzo, sin embargo, esa misma oposición no ha logrado el objetivo previsto.
Al igual que en todos los conflictos, confrontaciones sociales o guerras, inclusive las de largos y prolongados períodos, la verdad es que, también en Venezuela, lo cierto ha sido que la sociedad civil, y la ciudadanía en general, ha terminado en lo ya conocido: ha resultado afectada. Y lo ha hecho con las consecuencias y las pérdidas incuantificables hasta el momento, además de los componentes suficientes para evidenciar que aquí la voluntad de cambio ha sido asumida por una parte de la población, en tanto que la otra parte se ha valido de sus particulares procedimientos, para menospreciar toda buena fe y mejor interés de las mayorías, y para invalidar, negar cualquier alternativa de avance del país y sufridas luego de tanto tiempo.
En total, son 23 años sin que se haya demostrado ningún interés en lograrse una solución favorable y definitiva, habida cuenta de que, sin duda alguna, tal negación al cambio, también contempla la apelación del sostenimiento de una economía sin posibilidad de crecer, de una población que no viva entre la miseria y la basura, como de un soporte propagandístico sustentado en el miedo, la persecución y la anulación absoluta de toda posibilidad de avance político.
Pero, además, con la disposición y decisión necesarias para impedir que cualquier motivo válido, casual o irrelevante, se haga valer para provocar una explosión social de la sociedad civil y/o militar, con impredecibles consecuencias. Sobre todo por aquello de que, también esa expresión ciudadana ha vivido la experiencia de la otra parte humana, y la cual ha sido sometida al sufrimiento de los familiares, viviendo entre penurias.
Aparentemente y Dios quiera que así sea, en el comportamiento de la oposición partidista como en la del régimen, las partes están conscientes de en qué se ha traducido esta complicadísima situación. Y, supuestamente, estarían dispuestas, por distintas razones, a ir a unas elecciones ¿libres?, y dejar que sean los ciudadanos los que escojan sus candidatos para concurrir presuntamente a unas elecciones presidenciales. Sólo que las partes involucradas no gozan del favoritismo o de la popularidad ciudadana. ¿Motivo?: por haber fracasado ambos en sus respectivas tareas y obligaciones, además de estar teñidos de corrupción.
El régimen, como tal, ha perdido militancia, además de simpatizantes, por su pésima y cuestionada gestión. No obstante, los que aún les quedan, irían al proceso sin divisiones y votarían por el continuismo dictatorial. En el caso de los candidatos de los partidos de oposición, igualmente, han perdido el respaldo popular, con el agravante de estar totalmente divididos. Además de que ninguno, individualmente, de acuerdo con las encuestas supera en números al régimen. Es decir, si concurren separados, serán seguros perdedores.
Ante esta situación venezolana critica, complicada y contaminante, hay que darle una solución que se pueda lograr de manera pacífica, con la celebración de unas «elecciones libres y debidamente supervisadas». El régimen, seguramente, tendrá sus estrategias y hará uso se su ya conocido ventajismo gubernamental, mientras que la oposición, por su parte, debe y tiene que concurrir despertando recuperando al pueblo para ir monolíticamente unidos para garantizar el triunfo electoral. De hecho, ya está llamando en primarias, a una elección CIUDADANA, para respaldar a un candidato único de la oposición.
Por supuesto, hay un hecho planteado y que no debe subestimarse. Y se trata de que ESTE PROCESO NO ES NI DEBE SER DEL 4-G. Es un proceso DE LA SOCIEDAD CIVIL EN CONJUNTO. De no obedecer a ese principio, el fantasma de la ABSTENCION crecerá desproporcionadamente, y eso se traducirá en un hecho obvio que sólo favorecería al régimen.
Los candidatos de la oposición, para concurrir a esa competencia electoral, deberían poseer unas condiciones mínimas, aceptables y reconocidas. A saber: experiencia, honestidad, capacidad gerencial y SIN RABO DE PAJA. Sería indispensable en este proceso, evitar cometer el error de elegir al que tenga más maquinaria política de partido y dinero. Si así se hiciera, en lo que todo se traduciría sería en una contaminación de las elecciones, creando más división y abstención. ¿Qué hacer, entonces?: Sin duda alguna, lo recomendable sería la elección de un candidato por CONSENSO al que toda la mayoritaria oposición respalde.
Anticipadamente, de igual manera, se debería suscribir -y aprobar en conjunto en un acto público- un Programa de Gobierno único, que debe ser honrado por todos los participantes. Un Programa que sea de obligatoria ejecutoria, garantía y continuidad de cumplimiento, para lograr un efectivo rescate, reconstrucción y progreso de una Venezuela libre y democrática. Y, de ser posible, que permita y estimule a los millones de compatriotas que fueron obligados a dejar su Patria, para que regresen y ayuden en la reconstrucción y rescate del país.
Si en este proceso se garantiza la celebración de unas elecciones limpias y confiables, una vez elegido el candidato único, los partidos políticos de la oposición, deponiendo apetencias personales y partidistas, con la SOCIEDAD CIVIL, deben integrarse en una lucha monolítica con un solo propósito y meta: respaldar al candidato del TRICOLOR NACIONAL, como única bandera.