Francisco anima nuevamente a que la Iglesia sea casa de puertas abiertas
El Santo Padre recibió en audiencia, este sábado 3 de septiembre por la mañana, a los participantes de la iniciativa de "Hospitales abiertos" en Siria.
“Pensando en Siria, vienen a la mente las palabras del Libro de las Lamentaciones: ‘Porque tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará?’ (2,13)”. Así lo subraya el Santo Padre a los miembros de la Fundación AVSI, una organización sin fines de lucro que gestiona la iniciativa “Hospitales abiertos” en Siria, a quienes recibió en audiencia en la mañana de este sábado 3 de septiembre en el Vaticano. “Son expresiones –afirma Francisco- que se refieren al sufrimiento en Jerusalén y que también pueden traer a la mente los experimentados por la población siria durante estos doce años de sangriento conflicto”.
La crisis siria, una de las más graves del mundo
Francisco observa que «considerando el número indeterminado de muertos y heridos, la destrucción de barrios y pueblos enteros y de las principales infraestructuras, incluidos los hospitales, uno se pregunta: ‘¿Quién podrá ahora curarte, Siria?’.
Sobre la gravedad de la crisis en el país, el Papa recuerda “la destrucción”, las crecientes necesidades humanitarias, el creciente colapso socio-económico, la pobreza y el hambre en niveles extremadamente graves”.
La Iglesia está llamada a ser hospital de campaña
El Sucesor de Pedro cuenta que recibió como regalo la obra de un artista que, inspirándose en una fotografía, retrata a un papá sirio, sin fuerza, llevando a su hijo sobre los hombros. “Es uno de los catorce millones de desplazados internos y refugiados, más de la mitad de la población siria anterior al conflicto”, constata Francisco. “Es una imagen impactante del gran sufrimiento que padece la población siria”, añade.
Frente a esta realidad de inmenso sufrimiento, el Pontífice insiste en el rol sanador que debe cumplir la Iglesia, tanto para curar las heridas espirituales como físicas. “Pensemos en lo que leemos en el Evangelio: ‘Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios” (Mc 1,32-34; cf. Lc 4,40).
“Y la Iglesia, desde los tiempos de los Apóstoles, se ha mantenido fiel al mandato de Jesús: «Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsad a los demonios». Lo que recibieron gratis, denlo gratis» (Mt 10,8). Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que «incluso llevaban a los enfermos a las plazas, colocándolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, al menos su sombra cubriera a algunos de ellos» (5:15) y los curara.”
Atesorando este legado, Francisco recuerda que ha instado repetidamente a los sacerdotes, especialmente el Jueves Santo, a tocar las heridas, los pecados, las angustias de la gente (cf. Homilía en la Misa Crismal, 18 de abril de 2019). Toca. Y animé a todos los fieles a tocar las heridas de Jesús, que son los muchos problemas, dificultades, persecuciones, enfermedades de las personas que sufren (cf. Regina Caeli, 28 de abril de 2019; Evangelii gaudium, 24). Y las guerras.
La importancia de curar a los enfermos y remendar el tejido social
El Papa recuerda que el proyecto de «Hospitales abiertos» está comprometido con el apoyo a los tres hospitales católicos que funcionan en Siria desde hace unos cien años, y a cuatro ambulatorios. «Ha nacido bajo el patrocinio del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y se apoya en la generosidad de instituciones eclesiásticas -la Fundación Papal y algunas Conferencias Episcopales-, de algunos organismos gubernamentales -el húngaro y el italiano-, de instituciones humanitarias católicas y de muchas personas generosas».
Son hospitales abiertos «a los pacientes pobres, sin distinción de afiliación, ya sea étnica o religiosa», dice Francisco.
“Esta característica expresa una Iglesia que quiere ser un hogar de puertas abiertas y un lugar de fraternidad humana. En nuestras instituciones de asistencia caritativa, las personas, especialmente los pobres, deben sentirse ‘en casa’ y experimentar una atmósfera de acogida digna.”
Francisco destaca la promoción de «ese mosaico de convivencia ejemplar entre diversos grupos étnico-religiosos que caracteriza a Siria». En este sentido, considera que «es significativo que los numerosos musulmanes atendidos en sus hospitales sean los más agradecidos».
Otra imagen dramática de Siria
En alusión al icono de Jesús el Buen Samaritano que le obsequiaron, el Pontífice realiza un paralelismo con la situación del país, atacado, asaltado y abandonado medio muerta en el arcén. «Pero no olvidados y abandonados por Cristo, el buen samaritano, y por tantos buenos samaritanos: individuos, asociaciones, instituciones. Algunos centenares de estos buenos samaritanos, incluidos algunos voluntarios, han perdido la vida acudiendo en ayuda del prójimo. A ellos va toda nuestra gratitud», remarca.
Citando su encíclica Fratelli tutti, el Obispo de Roma sostiene que «la historia del buen samaritano se repite: se torna cada vez más visible que la desidia social y política hace de muchos lugares de nuestro mundo un camino desolado, donde las disputas internas e internacionales y los saqueos de oportunidades dejan a tantos marginados, tirados a un costado del camino». E invitaba a reflexionar: «Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra».
Una gota de agua en el desierto
Hacia el término de su alocución, el Santo Padre subraya que «ante tantas necesidades graves, sentimos el límite de nuestras posibilidades de intervención. Nos sentimos un poco como los discípulos de Jesús ante la gran muchedumbre a la que hay que dar de comer: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?» (Jn 6,5-9). Una gota de agua en el desierto, se podría decir. Sin embargo, incluso el pedregoso desierto sirio, tras las primeras lluvias de la primavera, se cubre con un manto de verde. ¡Cuántas gotitas, cuántas briznas de hierba!».
Francisco agradece el trabajo de la institución y bendice a todos de corazón, invitándolos a seguir adelante y deseándoles «que los enfermos se curen, que la esperanza renazca, que el desierto vuelva a florecer».
Unas palabras espontáneas después de la bendición
«Esta es la imagen, de este padre sirio huyendo con su hijo, que me hizo pensar [me trajo a la mente] cuando San José tuvo que huir a Egipto: no se fue en un carruaje, no, fue así, huyendo, precariamente huyendo. Esta imagen me la regaló, el original, el autor que es un artista piamontés; me gustaría ofrecérsela para que cuando miren a este padre sirio y a su hijo piensen en esta huida a Egipto cada día, en este pueblo que sufre tanto. Gracias».
Fuente: Sebastián Sansón Ferrari – Vatican News