«La belleza salvará al mundo». Esta poderosa afirmación ha inspirado varias de las iniciativas que hemos desarrollado en Trabajo y Persona; sin embargo, un gran amigo me hacía notar que esta cita de Fiódor Dostoyevski se quedaba incompleta frente a los desafíos que tenemos como humanidad. En este diálogo me hacía notar cómo se sigue constatando la belleza (estética) con la cual vivían los oficiales nazis durante la Segunda Guerra Mundial: desde las obras de arte que poseían, la música que escuchaban, hasta el diseño de los uniformes. Por el contrario, esa belleza que los rodeaba no movió ni un milímetro toda la muerte y terror que ocasionaron.
Continuando la conversación, me ponía sobre la mesa un elemento esencial que falta en la afirmación del gran poeta ruso: la caridad. Porque la belleza tiene el riesgo de reducirse a una simple estética si no incluye el amor. De hecho, las cosas hechas con amor normalmente son bellas; de manera especial es evidente cuando alguien trabaja con amor, cuidando los detalles, atendiendo al cliente de manera adecuada y no fingiendo amabilidad sólo por prestar un buen servicio.
De hecho, el intento de “salvar al mundo”, si bien es un deseo positivo y auténtico, en términos prácticos pareciera utópico; y lo mismo sucede con los ODS cuando se plantean el “fin de la pobreza” o el “hambre cero”. Pero si bien nadie pone en discusión el valor de compartir estos objetivos y trabajar por alcanzarlos, la categoría de “la caridad” introduce otra mirada sobre los mismos problemas. Por ejemplo, de allí nace la necesidad que además de que “nadie se quede atrás”, “nadie se quede solo”; porque la soledad sólo se cura con una presencia caritativa.
Es por ello que los programas y proyectos de respuesta frente a las necesidades de los más vulnerables, además de estar bien diseñados, implementados, medibles y técnica y financieramente sostenibles, deben incluir estos dos factores: la belleza y la caridad. El ser humano no sólo necesita cubrir sus necesidades básicas y que se respeten sus derechos, sino que también se le trate con cariño y que pueda respirar una belleza que comunique una esperanza de vida.
Porque aunque resolvamos todos los problemas sociales y se acorten las desigualdades de las cuales somos testigos, es fundamental tomar en cuenta la afirmación de Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas Est, donde dice que “el amor —caritas— siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa.”
Alejandro Marius
Boletín mensual de la Asociación Civil Trabajo y Persona