«El científico católico ha de mostrarse firme, no achantarse y vivir la fe con naturalidad»
Habla Enrique Solano, astrofísico, primer presidente en España de la Sociedad de Científicos Católicos
La Sociedad de Científicos Católicos, de ámbito internacional, ya tiene su primer capítulo o grupo filial organizado fuera de Estados Unidos y es el capítulo español. Acaban de anunciar quién es su primer presidente: Enrique Solano Márquez, astrofísico del Observatorio Virtual Español, un apasionado de la divulgación, con gran capacidad comunicativa. Explica a ReL los retos de los científicos católicos hoy y les anima a unirse a la asociación para vivir la fe con más libertad y mostrar la armonía de ciencia y fe, que se ayudan mutuamente.
– ¿Qué es eso del Observatorio Virtual Español?
– Se llama Observatorio Virtual porque hacemos ciencia sin telescopio, a partir de bases de datos y archivos. Forma parte del Centro de Astrobiología, que es un centro multidisciplinar. Hay muy pocos en el mundo que se le parezcan.
– «Astrobiología» suena raro. ¿Buscan bichos en el espacio? ¿Qué biología es esa?
– Pues sí, estudiamos la vida estudiando el espacio. Necesitamos químicos, geólogos, astrofísicos, ingenieros que aporten las herramientas para medir… A partir de estudiar los planetas y su origen, por ejemplo, estudiamos los elementos necesarios para que haya vida, como el agua, el carbono… Pero no somos tan virtuales: hay una sede física en Torrejón y otra en la sede de la Agencia Espacial Europea, en Villanueva de la Cañada.
– Ahora es usted el presidente de la sección española de la Sociedad de Científicos Católicos. ¿Hay muchos católicos entre los científicos?
– Se suele decir que es un porcentaje menor a la media del país. Pero si te cuesta encontrar compañeros católicos en tu entorno de ciencia, a lo mejor no es porque no existen sino porque no se dejan ver. Quizá un pecado del científico católico es la falta de testimonio.
– Steve Barr, el presidente internacional de la Society of Catholic Scientists, hablaba de católicos que se invisibilizan…
– Sí, buscan ser muy correctos, no molestar, no responder a un tema de fe en una conversación durante la comida… No deberíamos hacer así. Hace años que se transmite la idea de que la ciencia y la fe están en conflicto, y los que debemos argumentar contra eso deberíamos ser, precisamente, los que somos científicos y católicos.
– Todos podemos tener la tentación de «no liarnos», que no «se note» que soy católico…
– Hay dos pasajes del Evangelio que a mí me animan a actuar. Jesús dice: «Id y predicad el evangelio”. Es un imperativo, para todos los cristianos, también para los científicos. Y luego está la parábola de los talentos. Los científicos tenemos el talento de hacer ciencia, y también el don de la fe, y debemos transmitir que ambas cosas son compatibles y coherentes.
– ¿Conoce alguien que haya perdido su fe por estudiar o leer ciencia?
– No, nadie. En mi experiencia, el científico ateo, digamos, viene ateo desde casa. No es que alguien tenga fe y aprendiendo ciencia la pierde. Eso no lo he visto nunca. He visto lo contrario. Por ejemplo, a personas agnósticas, que nunca se habían planteado la pregunta sobre Dios y la trascendencia, pero al profundizar en la ciencia, empieza a hacerse preguntas. En mi campo, la astrofísica, es muy lógico, porque ves la belleza y orden del cosmos, con toda su complejidad, esos tamaños enormes, con toda esa armonía asombrosa, esa exactitud… y, claro, muchos piensan «esto no puede ser mero azar, aquí hay algo más«. Y lleva a la pregunta por Dios.
– Hablando de rendir cuentas por los talentos, quizá España, con tantas universidades católicas, debería dar más fruto en temas de ciencia y fe…
– Creo que las universidades católicas cada vez tienen su ideario más claro, un gran potencial y una cantera por explotar. Quizá trabajan más los temas de fe y razón en Humanidades, y deberían trabajarlo más en las carreras de ciencias.
– Pero esa inacción en universidades católicas no será porque el Rector reprima a los católicos…
– No, es por simple comodidad. Alguien que se esfuerce en hacer divulgación no lo hace como parte de su trabajo en la universidad. Es un esfuerzo extra, es algo intencional. Te puede complicar las cosas. Pensemos especialmente en los científicos jóvenes, que están empezando su carrera, y pueden tener miedo a ser «cancelados«. Por eso se habla de cultura de la cancelación. Un científico senior a lo mejor no tiene miedo, pero es más vulnerable a la comodidad. «Para qué me voy a liar en algo que no da un fruto visible», puede pensar. Sabemos por la parábola del sembrador que la fe da fruto siempre, pero requiere el esfuerzo de sembrar.
Javier Novo, un experto en genética y divulgación científica, junto a Enrique Solano, en el primer congreso español de la Sociedad de Científicos Católicos, en el Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, a mediados de septiembre, con otros 50 científicos llegados de toda España.
– ¿La Sociedad de Científicos Católicos ayudará a mejorar esto?
– Sin duda. Vamos a vencer esa sensación de aislamiento. Hacer grupo siempre ayuda. En nuestro primer congreso todos nos hemos sentido muy cómodos, hablábamos unos con otros con libertad, y así se encendió una mecha, un deseo de divulgar la armonía entre ciencia y fe. También he visto este efecto beneficioso en el Grupo Razón y Fe del CEU, en el grupo Ciencia, Razón y Fe de la Universidad de Navarra, en nuestro contacto con el Observatorio Vaticano… Pero ahora toca ir más allá de cada grupito pequeño, relacionarnos más entre nosotros, y salir al mundo, con nuestro mensaje…
– Eso encaja bien con lo que pide el Papa de estar «en salida»…
– Claro, y con la misa misma. Vas a misa, recibes formación, alimento espiritual, etc, pero luego se nos pide vivir la fe fuera, aplicarla en la vida.
– ¿Cómo transmitirán este mensaje la asociación y los científicos católicos?
– Seremos emisores activos, con científicos que tienen ganas de divulgar. Buscaremos los canales adecuados. Un joven de hoy ¿irá a una librería a comprar un libro de 200 páginas sobre ciencia y fe? Probablemente, no. Tendremos que llegar a él con vídeos, redes sociales, con todo lo que ya estamos usando en nuestra comunicación. A la gente le gustan los temas de ciencia y fe si los planteas bien.
– ¿Qué temas de ciencia y fe salen en una charla en el bar entre amigos?
– Yo doy charlas en colegios. Le digo al profesor: «antes de que yo vaya, que los chicos apunten las preguntas que querrían tratar». Y hay muchas preguntas que se repiten, una y otra vez, colegio tras colegio. ¿Hay que ser ateo para hacer bien ciencia? ¿Cómo crees en Dios si no tienes pruebas? ¿Cómo encaja el Big Bang y lo que estudié en catequesis de niño, el Génesis y la Creación? ¿Cómo encajan Adán y Eva y la evolución? ¿La ciencia podría demostrar a Dios algún día? ¿Existen los milagros?
– Son preguntas muy interesantes…
– Además, en nuestra sociedad se escucha al científico con interés, y si es científico católico, con curiosidad. En la pandemia daba charlas por Zoom y siempre me pedían mostrar la cara. ¡Te piden que des tu testimonio! Quizá divulgas más explicando tu testimonio y experiencia personal que con complejos argumentos. Al final, siempre has de dar un ejemplo. La gente quiere historietas, y eso no es malo. Muchas veces mostrarás esa armonía entre ciencia y fe contando cómo lo vives en primera persona.
– Comunicar esto es todo un reto…
– Mi experiencia es que puedes expresar tu fe y que te respeten. Pero, para eso, has de ser coherente. Has de mostrarte firme, no achantarte, porque si ven que cambias de principios -como Groucho Marx: ‘si no le gustan, tengo otros’- no te respetarán. Y has de vivir la fe con naturalidad, no puedes ir por el laboratorio con una campana clamando: «¡arrepentíos, pecadores!».
– ¿Pero se pueden usar signos de fe en el lugar de trabajo?
– Yo lo hago, no hay que ocultarse. En Navidad, siempre pongo un belén. Los compañeros al principio se quedaban mirando. Si me preguntan, digo que son fechas importantes para mí, como un cumpleaños. Un día se acercó un compañero y dijo: «mira, un belén; yo también lo ponía de pequeño, en casa de mis padres. Creo que voy a volver a hacerlo este año».
– Así se supera esa invisibilidad que comentábamos…
– Un amigo mío, superateo, se puso muy enfermo y temíamos por él. Otro amigo ateo me dijo: ‘oye, reza por él’. Yo pensé: ‘bien, sí, rezaré por él pero sin decírselo, no sea que luego empeore’. Pero luego lo pensé mejor y le mandé un whatsapp al enfermo: ‘voy a rezar por ti, porque creo que es lo mejor que puedo hacer por ti’, le dije. Y pasados unos días, el enfermo me comentó: ‘tu mensaje fue el mejor que me mandaron en esos días, te lo agradezco infinitamente’. Y, como digo, era superateo. En fin, es la parábola del sembrador: si no siembras, no caerá nada en tierra buena.
– ¿Qué recomienda a un científico católico que quiera vivir su fe?
– Primero, que no se eche para atrás y que venza la pereza. Que contacte con la Sociedad de Científicos Católicos, u otra similar, que no se sienta aislado. Mostrar que vives ciencia y fe de forma armónica te costará tiempo, pero es reconfortante y es nuestro deber.
– Ese es el mensaje de los científicos católicos…
– Y es un mensaje muy positivo. No creamos ninguna tensión, más bien lo contrario. Mostramos que fe y ciencia son dos conceptos fundamentales que viven en armonía, que se retroalimentan y mejoran una a otra. La religión libera a la ciencia de idolatrías y falsos absolutos, del falso dios-ciencia. Y la ciencia libera a la religión de errores y supersticiones, muestra que un eclipse no es un dios enfadado que pide sacrificios de cabras o de enemigos. Ciencia y fe así van de la mano, ambas ayudan a las personas, acercan a la verdad, y eso es un mensaje bonito para transmitir.
(Fotos por P.J.Ginés)
En el vídeo, un ejemplo de cómo Enrique Solano explica la relación ciencia-fe a estudiantes universitarios.
Hay que hacerse socio de la Society of Catholic Scientists para poder formar parte de su capítulo en España. Un miembro regular ha de tener un doctorado en ciencias naturales (o matemáticas, o ciertos campos de la informática) y paga una cuota de 49 dólares anuales. Declara ser «católico practicante en plena comunión con la Iglesia». Un miembro estudiante o asociado tiene otro título o trabaja en ello y su cuota es de 25 dólares anuales.