Por el arte y desde el arte
Gloria Cuenca:
Para mi hijo Adolfo.
Nunca me sentí dotada para ser artista. Me encantaba cantar, bailar y escribir. Sin embargo, no se me ocurrió jamás decir que quería ser artista. Mi padre se hubiera trastornado si le hubiera dicho algo así, aun cuando él, escritor, reconocido, lo fuera. Mi madre escribía, en silencio y solo para ella; para mí una gran poeta, nunca se atrevió a publicar su poesía, ni sus escritos en prosa. No sé si lo hubiera querido, tal vez su propósito literario y emocional, se alcanzaba cuando escribía para sí misma. Eran otros tiempos. Mi hermano Raúl hubiera querido ser artista. Tampoco se atrevió a expresarlo jamás. Tímidamente, planteó que se quería cambiar de la escuela de Derecho a la de Letras. Nunca materializó ese sueño, con tristes consecuencias para su vida.
Sin embargo, Adolfo Humberto, mi hijo, desde muy joven, casi un niño 12 o 13 años, manifestó que quería ser: músico y baterista. En un principio parecía como un juego. Fue muy travieso. Entre las recomendaciones del psicólogo estaban: “pónganlo a estudiar música y artes marciales”. Desde los 7 años estudiaba órgano y piano, también hacía kárate. Luego, descubrió la batería: a partir de allí, los tambores y la percusión fueron y son su sueño y vida. Además, de su preciosa familia, que lo acompaña con amor y dedicación-también con desvelos-en la apasionante y, también, exigente tarea de ser músico. (Así lo veo)
Cada vez que veo su cara de felicidad mientras toca, siento alivio, y me digo: ¡Gracias a Dios hizo lo que quiere y le gusta! ¿Qué más puede pedir una madre que ver a su hijo inmensamente feliz con lo que hace? Nada puede empañar esos momentos de profunda alegría que me conmueven hasta el fondo de mi alma al verlo realizado, contento, feliz.
Sin embargo, no todo es felicidad. Durante la pandemia, en el encierro y sin trabajo, todo le parecía malo y lo que más le consternaba era que, según él, “a la gente no le hacía falta la música, ni el arte. Se conforman con tener para comer y basta”. A pesar de ese pensamiento, como gran parte de los músicos, al “volver la normalidad” la perspectiva cambió. Siempre un poco pesimista. Comenzamos a darnos cuenta de lo que pasó: lo metabolizamos; quienes sobrevivimos, agradecemos a Dios, su protección y cuido.
Superado ese momento, ahora es ideal para enfrentar la idea absurda de que, a la gente no le interesa el arte. No recuerda, este baterista, músico, artista: el humano en todas sus debacles -que han sido muchas- si ha sobrevivido, ha sido por el arte, en sus diversas dimensiones. Ha hecho posible ese “volver a la vida”.
El gran anclaje de la humanidad, es sin duda, lo espiritual. Es la vía para aproximamos a Dios, a la trascendencia y la eternidad. Mientras estamos en la vida terrenal, arte y ciencia, siempre cercanos, son dos grandes impulsores del mundo espiritual. Con ventaja para el arte: más popular, llega a más gente y se puede compartir. La ciencia requiere, además de pasión, grandes conocimientos para comprenderla y seguirla. El arte, cercano y directo: “me gusta, me apasiona, lo siento, lo comparto. Siento lo mismo, me conmueve, lloro cuando escucho… “Son comentarios de quiénes sin saber, leen, escuchan, contemplan una obra de arte.
¿De dónde salió esa idea peregrina, de que se puede vivir sin arte? Forma parte del espíritu. Dios inmensurable, eterno, grandioso: es artista. El arte es, aspecto divino de lo humano. No olvidarlo.
Regímenes totalitarios y autoritarios lo quieren desaparecer. Odian la espontaneidad, el placer del gusto y la admiración que despiertan los artistas. Solo si, son complacientes con ellos, los aceptan; los ayudan, especie de rehenes, para sus fines. En más de 70 años de socialismo real, en la URSS no aparecían artistas, y cuando alguno se destacaba, huía a occidente, o terminaba en Siberia. Así pasó con Alejandro Solzhenitsyn. Todavía, hay gente que apoya esa ideología. ¡Qué lástima! ¡No se puede con ellos; siguen con esas ideas absurdas en la cabeza! Usan los principios, como si en efecto se tratara de cuestiones éticas. La verdad, siempre un afán de dominio, la obsesión del poder, priva.
Otra de las razones para que no sobrevivan esas formas políticas: lo siento mucho: sin arte, no hay vida. O dicho en términos de otros tiempos: “no solo de pan, vive el hombre”. En momentos de gran crisis, las actividades de entretenimiento, diversión y distracción, aparecen con el arte, como de menor interés. Nada de eso, es una farsa. Sin arte, la vida no tiene sentido, como tampoco la tiene sin Dios. Segura estoy, nuestro Padre Celestial, el más grande artista, el mejor de todos: nuestro creador, gracias a Él estamos aquí. Agradezcamos a diario por la maravilla de tener tantos y tan maravillosos artistas, quienes hicieron un hermoso, pleno y extraordinario homenaje al gran Aquiles Báez, que seguro retumbó en el cielo para alegría de los que allá lo acompañan.