Don Zatti, elogio de la enfermería
Roberto Fermín Bertossi:
Los enfermeros están al cuidado más íntimo, permanente e inmediato de personas dolientes. Hombres y mujeres que sacrificadamente, sin visibilidad, ofrendan su propia vida cuidando la salud y las vidas enfermas hasta el momento de cada ausencia personal definitiva. Y sin visibilidad porque vg., así como con toda justicia y gratitud recordamos al gran médico rural argentino, René Favaloro, rara vez nos encontraremos con la mención nominal de alguno de sus enfermeros ni el de aquellos de su prestigiosa fundación.
Artémides Joaquín Desiderio María Zatti
Según referencias bibliográficas disponibles, si bien nació en Italia un 12 de octubre de 1880´, Artémides Zatti hoy es otro de nuestros santos, dado que su familia ingresó a nuestro país en 1897 para escapar del drama del hambre y la desocupación en Europa.
En 2002 el santo Juan Pablo II lo declaró Beato. Este 7 de octubre el papa Francisco dispuso su canonización.
En 1914 recibió la ciudadanía argentina en la ciudad de La Plata, donde además le entregaron el título universitario como “Idóneo en Farmacia”, después como Farmacéutico, y en 1918 se registró como Enfermero profesional, siempre formado en la misma alta casa de estudios de la capital de la provincia de Buenos Aires.
Con apenas 20 años, Zatti frecuentando una parroquia salesiana, descubre su vocación sacerdotal. Siendo seminarista le asignan el cuidado de un sacerdote salesiano enfermado de tuberculosis, una enfermedad entonces letal que contagió al joven Artémides. Paradójicamente, en paralelo y semejanza, el santo Cura Brochero asistiendo a un leproso, fue alcanzado -y finalmente muerto- por la misma enfermedad.
En 1902 con 22 años y a raíz de su tuberculosis, Zatti se vio obligado a abandonar sus estudios sacerdotales siendo derivado al Hospital San José en Viedma.
Curado de tuberculosis, el 5 de marzo de 1903 comenzó a trabajar como encargado de la Farmacia San Francisco de Sales de dicho hospital.
Con 31 años quedó a cargo de tal Hospital San José, uno de los primeros de toda la Patagonia Argentina.
Ahí Don Zatti conoció y cuidó al beato Ceferino Namuncurá –mapuche de origen– quién queriendo ser religioso salesiano, también se contagió de tuberculosis.
Don Zatti dedicó casi 50 años de su vida al servicio incansable de los enfermos en dicho nosocomio.
Según reseña Susana Bianchi, «Artémides Zatti, además de las duras jornadas en el hospital (prácticamente no dormía), visitaba, en su célebre bicicleta, a los enfermos de ambas márgenes del Río Negro. Prodigaba cuidados especiales a los aquejados por enfermedades «vergonzosas». Cuando el hospital estaba repleto cedía su cama al enfermo y extendía para sí una manta en el suelo. No dudaba en transportar los cadáveres sobre sus espaldas para llevarlos a la cámara mortuoria”
Paulatinamente, un solícito Zatti y su muy querido Hospital San José, fueron configurando una institucionalidad asistencial solidaria y prestigiosa en toda la gran Viedma.
Su incipiente biografía concluye señalando que el falleció el 15 de marzo de 1951 a los 70 años de edad. Entonces un médico ateo del hospital, exclamó ¡creo en Dios desde que conozco al señor Zatti!
Ojalá que don Zatti interceda por la revalorización, recategorización y digna remuneración de cada enfermero; ello aun cuando nada sabemos de ningún funcionario, legislador, magistrado ni eterno sindicalista contagiado con la lepra de la pobreza ni con la tuberculosis de la indigencia.
Roberto Fermín Bertossi
Experto en cooperativismo de la Coneau