San Pablo de la Cruz, fundador de los pasionistas
Cada 19 de octubre, la Iglesia Católica celebra a San Pablo de la Cruz (1694-1775), sacerdote y místico italiano, quien invitaba a obrar “de manera que todos vean que llevas, no sólo en lo interior, sino también en lo exterior, la imagen de Cristo crucificado, modelo de toda dulzura y mansedumbre”.
San Pablo entendía que la Pasión de Cristo en la cruz es «el don más maravilloso del amor de Dios, la fuerza que puede transformar al hombre y al mundo entero»
Con esa convicción, y después de una intensa búsqueda espiritual, fundó la Congregación de la Pasión, cuyos miembros son conocidos como pasionistas. De ese tronco, brotó la rama religiosa femenina y después la seglar, las que integran en conjunto la familia pasionista.
Oración y penitencia
San Pablo de la Cruz, cuyo nombre de pila fue Pablo Francisco Danei Massari, nació en Ovada (Italia) en 1694. Recibió de sus padres una esmerada educación en la fe.
Mientras que su madre despertó en él la piedad cordial por la Cruz de Cristo, su padre le leía frecuentemente las vidas de los santos, con el propósito de que Pablo se sienta siempre animado a ser una persona mejor.
A los 19 años, estando en misa, el santo escuchó cómo el sacerdote predicaba ardorosamente sobre la penitencia y la oración. Aquella homilía le tocó profundamente el alma y cambiaría su vida en muchos aspectos, sería el empujón espiritual que lo animó a consagrarse a Dios.
Decidido y lleno de fervor, Pablo empezó a poner todos los medios a su alcance para vivir santamente. Fueron tiempos de intensa oración y de serena alegría juvenil. Dios, poco a poco, iba preparando su corazón para cosas mayores, que debían ser realizadas con espíritu de renuncia y humildad.
Un sueño y una misión
De pronto, una noche Pablo tuvo un sueño en el que se le aparecía la Virgen María y le mostraba un hábito con el emblema de una nueva comunidad religiosa que debería vivir bajo el modelo de Jesucristo crucificado.
San Pablo le contó de aquel sueño a su obispo, Mons. Gattinara, quien le propuso hacer lo que la Virgen le pedía: mandó que vista un hábito igual al del sueño, todo de color negro -el llamado “hábito de la Pasión”-.
Pablo de la Cruz fue revestido con el hábito el 22 de noviembre de 1720. Posteriormente, en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, haría los votos y una promesa: promover la memoria de la Pasión de Cristo.
Misionero de la Pasión
Junto a su hermano, Juan Bautista, el santo emprendió la misión de establecer la nueva comunidad religiosa. Ambos ya estaban dedicados al servicio de los más pobres y necesitados pero ahora Dios les pedía dar un paso más adelante.
De forma especial, los hermanos, a través de su labor, habían dado una especial atención a los enfermos. Los “pasionistas” -como se les empezó a llamar- pedían limosna para poder ayudar a quienes, con su dolor, se habían unido a Cristo sufriente.
Cuando la nueva familia espiritual empezó a tomar forma, Pablo pidió audiencia con el Papa Benedicto XIV, quien aprobaría los estatutos para la novísima “Congregación de la Pasión”.
Sus miembros se consagrarían a la vida de oración (centrándose en la meditación de la Pasión del Señor) y a la proclamación del misterio del sacrificio de Cristo realizado por toda la humanidad. Poco después, en 1727, Pablo y su hermano fueron ordenados sacerdotes.
En Roma, cerca del Papa
El Papa Clemente XIV, sucesor de Benedicto XIV, convocó a San Pablo de la Cruz para que sea su consejero personal y, como señal de patrocinio a la Orden que fundó, le entregó el convento y la Basílica de los Santos Juan y Pablo, la que se convertiría en la Casa Madre de los Pasionistas. La Orden la conserva hasta el día de hoy.
En ese lugar, Pablo de la Cruz pasó sus últimos días, hasta que, en 1775, a los 80 años de edad, Dios lo llamó a su presencia.
Un santo y una Orden para un mundo sin amor
El 29 de septiembre de 2006, el Papa Emérito Benedicto XVI envió un mensaje a los hermanos pasionistas con motivo del capítulo general de su Orden, celebrado en Roma.
Estas fueron algunas de sus palabras: “San Pablo de la Cruz concebía la Pasión de Jesús como la manifestación más grande del amor de Dios, capaz de convertir los corazones más de lo que puede hacer cualquier otro argumento. En efecto, sólo a la luz de la cruz podemos acercarnos al misterio del Amor de Dios”.
Los pasionistas han dado muchos frutos de santidad a lo largo de su historia, entre los que están San Vicente María Strambi, San Gabriel de la Dolorosa y Santa Gemma Galgani.-