A 232 años de distancia
Fray Juan Ramos de Lora es, sin duda, uno de los grandes prelados que hicieron vida en lo que es hoy Venezuela durante el período colonial.
Cardenal Baltazar Porras Cardozo:
El 9 de noviembre de 1790 expiraba en su residencia merideña el obispo fundador de la diócesis de Mérida de Maracaibo. Contaba con 68 años de edad, cargado de achaques producto de su entrega como misionero franciscano en el virreinato de México durante casi treinta años. Fray Juan Ramos de Lora nació en la población de Los Palacios y Villafranca, en las marismas del Guadalquivir entre la capital hispalense y el mar océano, el 22 de junio de 1722, hace 300 años. En su querencia familiar han programado amplias celebraciones religiosas y académicas para honrar la memoria del hijo ilustre. Desde este lado del Atlántico, tanto la Universidad de los Andes como la Arquidiócesis de Mérida a través del Archivo Arquidiocesano se unen a dicha efemérides. En la catedral, misa solemne y entre las publicaciones el último número del Boletín del Archivo ofrecerá datos nuevos encontrados en diversos archivos nacionales y extranjeros.
Fray Juan Ramos de Lora fue un intrépido misionero que formó parte del contigente de frailes menores andaluces que partió para la Nueva España en 1748 rumbo al convento de San Fernando en la capital azteca, centro de irradiación de las misiones franciscanas en México. En las mismas fechas llegó otro grupo de frailes menores procedentes de Cataluña y Baleares, con Fray Junípero Serra a la cabeza. Ambos fueron los líderes de sus grupos y rivalizaron en las elecciones del priorato del convento mexicano. Con la expulsión de los jesuitas de los reinos de España, las misiones a ellos confiadas quedaron huérfanas. El rey Carlos III entregó varias de ellas a los franciscanos, sobre todo, las más urgentes y peligrosas, pues se trataba de territorios ignotos apenas explorados: las californias. Al frente de este nuevo encargo iban Fray Juan Ramos y Fray Junípero Serra. En la Baja California tuvieron opiniones encontradas sobre el rumbo a seguir sin ponerse de acuerdo. Exploraba aquellos parajes el visitador Don José de Gálvez con plenos poderes en el virreinato. Decidió que Fray Junípero continuara hacia el norte desconocido al frente de la misión encomendada, y a su paisano andaluz, Fray Juan Ramos, le ordenó regresar a Ciudad México.
De regreso a la Península, D. José de Gálvez se convirtió en el ministro más cercano e influyente del monarca borbón. Al poco tiempo, en la búsqueda del nombre para iniciar la diócesis de Mérida de Maracaibo, no figuraba el nombre de Fray Juan Ramos. Curiosamente, sobre el centenar de candidatos propuestos, al lado de la firma de “Yo, el Rey” puso el nombre del franciscano andaluz. Los engorrosos trámites de entonces retuvieron varios años la llegada del prelado a su nueva sede. La fecha de erección del obispado es de febrero de 1778; recibida la ordenación episcopal en México cuatro años más tarde, y el viaje marítimo con escalas en La Habana, Santo Domingo y Cartagena, llegó a la ciudad lacustre en 1784. La rivalidad existente entre los marabinos y los andinos, hizo que los primeros insistieran ante el obispo que mejor se quedara en Maracaibo por lo peligroso del viaje a las montañas andinas. Los merideños no se conformaron con la tardanza y enviaron al canònigo Francisco Antonio Uzcátegui con una numerosa delegación para llevarlo hasta Mérida, la sede principal de la nueva circunscripción, quien finalmente llegó a la ciudad serrana en febrero de 1785.
Hombre de decisiones, en el tiempo transcurrido en Maracaibo seguramente pergeñó los planes que tenía en mente. Apenas en Mérida, erige por su cuenta, sin las consultas y permisos previstos por las leyes de Indias una Casa de Estudios, seminario a la usanza de la época, para formar a los ministros del altar pero también a laicos en ciencias humanísticas. Las autoridades judiciales de Maracaibo reclamaron su proceder, lo que incluía, cerrar la institución y pagar la multa o recriminación de las autoridades. La buena sombra de su protector Don José de Gálvez, hizo que el asunto no pasara a mayores.
Desde Mérida envió correspondencia a los curas párrocos y doctrineros para poner orden en el inmenso territorio a su cargo. Su preocupación por la formación lo llevó a solicitar el envío de sacerdotes con títulos universitarios pensando desde el comienzo en convertir la naciente obra en universidad. El tiempo jugó en su contra. Sintió que el fin de su vida estaba cercano y el 1 de noviembre de 1790 instaló solemnemente la casa de estudios. Una semana más tarde falleció pero dejó todo atado y bien atado, por lo que su sombra protectora se extiende hasta el presente.
Fray Juan Ramos de Lora es, sin duda, uno de los grandes prelados que hicieron vida en lo que es hoy Venezuela durante el período colonial. Recordar y tomar ejemplo de su trayectoria es carga ligera pero valiosa para las nuevas generaciones. Loado sea mi Señor por la estela del hijo de San Francisco que hoy recordamos.-
9-11-22