+José Luis Azuaje Ayala:
Por sexta vez, el Papa Francisco nos convoca para celebrar la jornada
mundial de los pobres, una jornada de reciente data que va afianzándose en
nuestras comunidades en los ámbitos de reflexión, compromiso y solidaridad con
los más necesitados.
Para esta jornada el Papa Francisco se ha inspirado en el texto: “Jesucristo
se hizo pobre por ustedes” (2Cor 8,9). La centralidad es puesta en Jesucristo que
vino a nosotros no como un portentoso rey, sino como un humilde hijo en medio de
una familia pobre, la familia de Nazareth. Centrando la reflexión en Jesucristo, se
pone de manifiesto que los pobres son el centro de interés para Dios revelado y
para la Iglesia, sabiendo que la opción por los pobres es una categoría teológica y
espiritual, lo que implica directamente a la fe y a la acción espiritual de los cristianos.
El Papa llama la atención sobre “nuestro estilo de vida y sobre tantas
pobrezas del momento presente” (n.1), más aún aquellas provocadas en la
actualidad por la pandemia del Covid-19 y las guerras, como la de Ucrania, que ha
sembrado de dolor, pobreza y miseria al pueblo.
Ante estos hechos dolorosos no
hay que hacer retórica, “sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe
involucrándose directamente, sin delegar a nadie” (n.7). La fe guía nuestro
comportamiento hacia las demás personas, particularmente a los más necesitados,
no se trata de caer en la filantropía o en un activismo desenfrenado, o de tener “un
comportamiento asistencialista hacia los pobres”, sino lo necesario es “hacer un
esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario.
No es el activismo lo que salva,
sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un
hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he
caído” (n.7). Hay que buscar nuevos caminos. El enfoque no puede ser solo como
solemos decir, “hacia” los pobres, sino principalmente “con” los pobres y “de los”
pobres, hacia esto deben caminar las políticas sociales, donde haya un
protagonismo, inclusión, un sujeto: los pobres, y no solo como destinatarios.
Tender hacia la comunión y la comunidad es fundamental, de esto se trata la
solidaridad: “compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que
no sufran” (n.5). Debemos tender a hacer crecer la comunión y comunidad como
estilo de vida, de esta manera la solidaridad se desarrollará y se obrará con libertad
y no por imposición. El amor a los pobres nos mueve a ayudarlos, a entrar en su
mundo, a compartir sus desventuras, no como si fuéramos unos turistas, sino como
hermanos y hermanas en un mismo camino, caminando juntos. Debemos estar
conscientes que la “generosidad hacia los pobres encuentra su motivación más
fuerte en la elección del Hijo de Dios que quiso hacerse pobre Él Mismo” (n.6).
Para esta jornada el Papa enuncia una paradoja que para muchos es difícil
aceptar: “hay una pobreza que enriquece” (n.8). Hace alusión a la “gracia” de
Jesucristo; de ahí que la verdadera riqueza no es el acumular tesoros en la tierra,
sino “en el amor recíproco que nos hace llevar las cargas los unos de los otros para
que nadie quede abandonado o excluido” (n.8).
Esta pobreza libera, favorece el
encuentro en el amor con los pobres, ellos se hacen “sujetos que nos ayudan a
liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad” (id); pero también
encontramos en la vida una pobreza que mata: la miseria, por ser “hija de la
injusticia, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza
desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no ofrece
perspectivas ni salidas” (id). Debemos revertir esta situación con acciones virtuosas
que ratifiquen y promuevan la opción preferencial por los pobres, asumiéndolos
como sujetos de la historia y quienes tienen tanto que enseñarnos.
Como cristianos debemos estar atentos a nuestras opciones, no se trata de
hacer las cosas de cualquier forma o por un moralismo desenfrenado, sino asumir
las responsabilidades sin cerrarnos al clamor de los más pobres, sabiendo que
Jesucristo se hizo pobre por amor a cada uno de los seres humanos; por lo tanto,
“si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la
injusticia, el camino es el suyo: es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la
vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y
hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para
que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la
vanidad, ambos sin esperanza” (n.9).
Este domingo 13 de noviembre, es una gran oportunidad para testimoniar el
amor a los pobres teniendo un gesto solidario con hermanos y hermanas
necesitados en nuestras comunidades; es tender la mano y compartir, así como
expresar una palabra que edifique y genere esperanza. Es un pecado que este día
pase con indiferencia, son muchos los gestos que como Iglesia podemos ofrecer,
más aún al interno de las comunidades parroquiales, de las vecindades, de los
movimientos de apostolado laical; las caritas parroquiales y otros organismos de
servicio a los pobres asuman gestos solidarios que remarquen la intención de la
jornada con gestos humildes, sencillos, pero significativos para la vida de los más
pobres.
Somos conscientes que durante el año se atienden a las comunidades
pobres, por ello es necesario que observemos un día que refuerce la actitud
caritativa y de promoción humana para que toda la comunidad y en todas las
comunidades se proclame que “Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (2 Co 8,9), y
desde su pobreza nos ha enriquecido mostrándonos al Padre misericordioso y
dejándonos su Espíritu para que lo testimoniemos en los más vulnerables de
nuestro mundo. “Que esta VI Jornada Mundial de los Pobres se convierta en una
oportunidad de gracia, para hacer un examen de conciencia personal y comunitario,
y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida” (n.10).-
Maracaibo, 9 de noviembre de 2022