Ales Bialiatski, Premio Nobel de la Paz: un revitalizador de la comunidad católica bielorrusa
Además de su labor a favor de los derechos humanos, Ales Bialiatski ha contribuido como católico a la consolidación de la perseguida Iglesia bielorrusa
A principios de octubre se anunció que el activista bielorruso por los derechos humanos Ales Bialiatski era uno de los tres galardonados con el Premio Nobel de la Paz 2022. Angelo Bonaguro recuerda en Tempi que su activismo es también católico:
Del preso político bielorruso Ales Bialiatski, uno de los tres galardonados con el Premio Nobel de la Paz de este año, se destaca habitualmente que tiene un largo activismo por los derechos humanos a sus espaldas. Poco se ha dicho de su trabajo por el renacimiento de la comunidad católica en Bielorrusia y de cómo esto agrava la actual persecución contra él.
Católico, de 60 años recién cumplidos, Bialiatski estudió filología y literatura, y se acercó a la disidencia precisamente porque le apasionaba recuperar la lengua y la tradición nacionales, instrumentos de resistencia a la homologación cultural soviética. Por eso acabó en el punto de mira de las autoridades, las soviéticas de entonces y las de ahora.
La revista El pensamiento cristiano
A finales de la década de 1980, Bialiatski se involucró en las actividades del Martirologio de Bielorrusia, una de las primeras organizaciones informales que se ocupaban de las víctimas del totalitarismo soviético. En los mismos años, con la disolución de la URSS y el restablecimiento de los estados nacionales postsoviéticos, él y un pequeño grupo de amigos crearon la revista Christjanskaja Dumka [El pensamiento cristiano] y reimprimieron varios libros que habían salido en el periodo de entreguerras.
Además de debatir sobre la libertad de conciencia y el uso de la lengua nacional, en junio de 1990 fundaron la Comunidad católica, una organización que se convertiría en un punto de referencia para la intelligentsia católica bielorrusa.
La Comunidad trabajó en aras de la devolución de las iglesias a los fieles, la reintroducción de las fiestas religiosas, el uso de la lengua bielorrusa en las celebraciones litúrgicas y la preparación cultural de los sacerdotes polacos que habían ido en ayuda de la Iglesia local.
«Puse toda mi fuerza y mi alma en ello», recordó Bialiatski, que también fue presidente del consejo parroquial de San Roque en Minsk, la primera iglesia de la capital en la que se volvieron a hacer celebraciones en bielorruso y cuyo entorno actuó como catalizador de científicos, artistas y escritores.
La condena por «evasión fiscal»
Tras el entusiasmo inicial por la independencia en 1991, Bielorrusia fue incapaz de deshacerse de su carga totalitaria, y a mediados de la década de 1990 el ascenso de Lukashenko trajo consigo la represión y las violaciones de los derechos humanos. Cuando en la primavera de 1996 surgió la perspectiva de una unión entre Rusia y Bielorrusia, que a los ojos de los opositores políticos representaba una nueva pérdida de la identidad nacional, el país se vio arrasado por una serie de manifestaciones que fueron reprimidas por la fuerza.
En esta situación, Ales lanzó el proyecto Viasna, una asociación que pretende contribuir a la formación de una sociedad civil basada en el respeto de los derechos humanos. De nuevo, además de la protección jurídica de los ciudadanos, pretende ocuparse de la promoción del renacimiento espiritual y cultural nacional. Por estos motivos, muchos activistas han acabado en la cárcel.
Ales Bialiatski, durante uno de los juicios a los que ha sido sometido por las autoridades comunistas bielorrusas.
El propio Bialiatski fue condenado en 2011 a cuatro años y medio por una falsa acusación de «evasión fiscal» por depositar dinero, destinado a las actividades de Vjasna, en bancos lituanos y polacos. Durante su encarcelamiento, recibió la visita del entonces nuncio apostólico Claudio Gugerotti, que le dio la bendición del Papa Benedicto XVI.
Cristianos perseguidos
País históricamente orientado al pluralismo religioso, Bielorrusia sufrió una dura política antirreligiosa en la época soviética, dirigida también contra los católicos, considerados la longa manus del Vaticano. Actualmente, hay algo menos de un millón y medio de católicos, que representan el 15% de la población. Si en el lado ortodoxo el vínculo con el Estado es históricamente más fuerte, en el lado católico siempre ha habido más independencia.
En los últimos años, el régimen de Lukashenko ha intentado mantener a las Iglesias bajo control, especialmente desde que en las primeras semanas de las protestas de 2020 se celebraron dos oraciones ecuménicas públicas por la pacificación social en Minsk y Grodno, a las que asistieron ortodoxos, católicos y protestantes.
«Queridos sacerdotes», dijo en agosto de 2020 durante un mitin, «no os preocupéis y ocupaos de vuestros asuntos, debéis ir a la iglesia a rezar». Desde ese fatídico 2020, año de la farsa de las elecciones, hay una treintena de sacerdotes sometidos a penas administrativas y a detenciones de corta duración.
También desde ese agosto, ortodoxos y católicos llevan varios meses sin guías: el metropolitano ortodoxo Pavel, que fue destituido tras sus llamamientos a detener la violencia, y el entonces arzobispo católico de Minsk, Tadeusz Kondrusiewicz, al que incluso se le impidió regresar a su casa, también culpable de criticar al gobierno.
En la cárcel de Minsk
La controversia sobre el destino de la «iglesia roja» de Minsk, un elegante edificio neorrománico de ladrillo, que sigue siendo propiedad del Estado pero que es utilizado gratuitamente por la comunidad católica, está actualmente en curso. En ella, en la noche del 26 de septiembre, se produjo un incendio, probablemente provocado, que provocó el cierre de todo el complejo a fieles y religiosos. También se impidió a los feligreses rezar fuera del edificio que, durante las manifestaciones de 2020, al igual que otras iglesias, había ofrecido refugio y protección frente a las porras de la policía.
Al recibir en 2020 el premio Right Livelihood, Bialiatski hizo un relato de la situación política bielorrusa bajo el régimen de Aleksandr Lukashenko desde 1994.
Por si fuera poco, es de estos días la noticia de la detención en Brest del sacerdote greco-católico Igor Kondrat’ev y del director del boletín de noticias greco-católico Carkva. Según el canal independiente Belsat, durante las protestas Kondrat’ev solía salir a la calle para hablar con los manifestantes, tranquilizarlos y rezar con ellos.
Mientras tanto, el premio Nobel Bialiatski se encuentra en la cárcel de Minsk, todavía a la espera de juicio y se enfrenta a entre 7 y 12 años de prisión, junto con otros dos activistas de Viasna: el vicepresidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos, Valjancin Stefanovič, y el abogado Uladzimir Labkovič.-
Traducido por Verbum Caro.