El Mundo

El primer concilio de los cineastas católicos: sembrar, la guerra cultural y corazones por tocar

«No somos competencia», «tenemos que ver cómo colaborar»: nace algo nuevo en cine

Fue como el primer Concilio de Jerusalén pero con cineastas y sin San Pedro, aunque Daniel Arasa, veterano periodista e impulsor de CinemaNet ejerció de convocante y maestro de ceremonias.

Allí estaban, en la Fundación Ángel Herrera Oria (de la ACdP) en la calle Tutor de Madrid, casi todos los nombres del cine católico español, algunos en la mesa (diez), otros muchos en la primera fila, otros en la sala, casi cien personas en la tarde del 15 de enero. Colaboró también Signis (el organismo de cine de Conferencia Episcopal Española) y el recién lanzado Observatorio CEU de Religión y Sociedad.

En la Iglesia española hay muchos signos de decadencia y debilidad, pero el cine católico es precisamente una excepción: está mucho más vivo, más incansable y productivo, que hace veinte o treinta años. Son empresas muy pequeñas, pero ya con rodaje y experiencia, que tienen que aprender a colaborar entre ellas y no entorpecerse. Cada año sacan varias películas y han conseguido hacerse un hueco, un nicho de público.

Pero ¿tiene sentido que se estrenen tantos documentales católicos al año? ¿No es un problema que lleguen a las salas de cine dos películas «de valores» apenas separadas con una semana? Más allá de los documentales, ¿se puede hacer ficción en clave cristiana? ¿Es posible lograr más financiación con las nuevas leyes de mecenazgo? ¿Por qué no se les da más premios? ¿Por qué muchas no llegan a las plataformas?

Los temas eran muchos y apenas pudieron esbozarse, en la sala, en pasillos o después en la cena. Aquí se trataba de un primer contacto.

Quizá la palabra que se repitió más veces (y nadie la contradijo y a nadie declaró que le molestara) fue «batalla cultural». Quizá la usaron más personas que vienen del mundo del periodismo que las que vienen del mundo de la estética. En todo caso, a la batalla no se va con improvisación, como dijo el mismo Jesucristo: «¿Qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?»

Y sobre otro tema hubo consenso: el cine cristiano no es un negocio, es más bien un apostolado, y las distintas productoras no son competidoras. Eso sí, se requiere más coordinación entre ellas.

Rapidísima historia del cine cristiano

Ante productores, cineastas, periodistas y entusiastas, Daniel Arasa proclamó: «Casi hemos conseguido el pleno al 12, casi todos los del cine católico explícitamente confesional han podido venir» (una excepción era Juan Manuel Cotelo, quien envió un vídeo que no se pudo emitir en ese momento). «Este acto es pionero, nunca se ha hecho un acto así en España, y quizá tampoco fuera de España. Queremos reflexionar sobre este tipo de cine. También, que se encuentren los implicados, que puedan colaborar y entrar en simbiosis. Estamos en una batalla cultural, difundiendo valores positivos».

«El cristianismo estuvo en el cine desde el principio», recordó. «En 1898, cuando la guerra de Cuba, ya hubo una película sobre la Pasión de Cristo, breve, con uno de los hermanos Lumiere. Joaquín Selma ha recopilado cientos de películas religiosas antiguas. Hubo una eclosión de cine católico y bíblico en los años 50 y 60, y películas menos grandiosas, en los 60, como Diálogos de Carmelitas, Un Hombre para la Eternidad, o el Evangelio según San Mateo, de Pasolini. Luego no hubo casi nada de cine religioso excepto, en los años 90, las películas italianas de Lux Vide en películas para televisión. Los evangélicos en EEUU empezaron a hacer películas cristianas hacia el año 2000, y La Pasión de Cristo de Mel Gibson tuvo éxito en 2004. Luego llegó muchísimo cine religioso. Son claves La Última Cima, el documental de Cotelo en 2010, y Un Dios Prohibido, la historia de mártires de Pablo Moreno, de 2013. Después salieron muchas más películas religiosas, muchas de ellas documentales».

Rafael Gordon: «sois resistentes contra el mal»

El moderador del debate (más bien una exposición por turnos de ideas con brevedad) fue el director de cine de 78 años Rafael Gordon (La pasión de Kierkegaard, de 2021; La Mirada de Ouka Leele, de 2009; Teresa, Teresa, de 2003). «El enemigo natural del espíritu es la fashion«, dejó caer. Alabó a los cineastas católicos como si fueran «los jóvenes de la Rosa Blanca, resistentes, que se enfrentan al mal», y son capaces de navegar entre «la psicología de las gentes del cine» y «la burocracia».

Paco Arango: «animo a seguir, es un camino solitario»

Paco Arango, guionista y director de cine, aseguró: «Sí, se puede hacer cine de Dios. Yo intento hacer cine de valores que apasione, mueva el corazón y hable bien de Dios desde las trincheras. Intento acercar Dios a aquellos que no tienen a Dios. Quizá miran con ojos, así, regulares, pero si la película es buena, entra el mensaje por el corazón. Es cierto que hay que estar muy locos para hacer cine».

Dio el ejemplo de su película «Lo que de verdad importa» (Premio Forqué 2018 al Cine y Educación en Valores, que otorgan los productores de cine españoles). Tuvo éxito en España, en Europa y Sudamérica, pero en EEUU no la vio casi nadie. Sin embargo, cuando la colocó en Netflix, empezó a recibir llamadas y mensajes de personas de EEUU que la estaban viendo y disfrutaban con ella. «Son cosas de Dios; aquí todos trabajamos para el mismo Míster», dijo.

Detalló que la gente joven hoy casi no recibe mensajes sobre Dios. También habló un poco de su trabajo en la Fundación Aladina con niños con cáncer. «Ahí he visto la muerte de cerca, incluso escribí el libro ‘Si no crees en Dios te doy su teléfono’«, añadió. Comentó que también Paul Newman (fallecido hace una década) puso en marcha un negocio de comidas para recaudar fondos de beneficencia «que ha donado ya 900 millones de dólares».

Pietro Ditano: «esto no es un negocio, sino una misión»

Los lectores de ReL conocen el testimonio de Pietro Ditano (aquí) y su hermosa película El beso de Dios. En su juventud, decepcionado del mundo de las pasarelas y de la New Age, llegó a Dios. En el mundo del cine ve las mismas tentaciones que en el de la moda, «aunque se disfracen más».

El beso de Dios, explicó a ReL, tuvo mucho éxito en Hispanoamérica, «quizá porque la gente fue a verla allí con el corazón, con la sensibilidad, no en clave cerebral». En EEUU, en cambio, no tuvo ningún éxito económico. «A nivel de misión, esta película fue un éxito, porque Dios tocó corazones y supimos de testimonios de gente tocada por el Espíritu Santo, pero no fue un éxito económico. Entendí que, como decía Cotelo, este cine no es un negocio, es una misión, y la misión es centrarse en tu llamada del corazón. También me gusta el teatro, pero ¿esas obras de teatro aportan luz, siguen mi visión? Éxito es seguir tu corazón y tocar otros corazones».

De izquierda a derecha: J.M.Zavala, Pablo Moreno, Filomeno Martínez, Paco Arango y Rafael Gordon.

Zavala, Pablo Moreno, Filomeno Martínez, Paco Arango y Rafael Gordon, cineastas católicos

Pablo Moreno: «la gente va al centro comercial, y allí está nuestra película»

Pablo Moreno es un director y guionista conocido por sus películas sobre santos, como La Sirvienta, Claret, Luz de Soledad, Petra de San José... Colabora con Goya Producciones y con BoscoFilms. «La gente no va mucho a las iglesias, pero sí a centros comerciales, allí hay cines, y allí están nuestras películas, ahí queremos compartir lo que tenemos», dijo.

Con humor recordó que su primera película, de novato, trataba sobre Cristo y la rodó en Ciudad Rodrigo con amigos. «Yo era Cristo, el Cristo más gordo de la historia del cine, sin dinero», se ríe. Pero fue aprendiendo y adquiriendo oficio, y trajes, tramoya, y ahora tienen sus estudios en Ciudad Rodrigo, creando empleo y promoción en esa zona rural. En 2012 surgió Un Dios Prohibido, sobre los mártires de Barbastro. «Fue una película muy compleja con la que sufrimos todos muchos, no sabíamos dónde nos metíamos, pero nos parecía tan bonita la historia de los mártires y su perdón…», recuerda.

Pide «ir profesionalizando esta industria», aunque «aquí se miden los resultados con otras repercusiones, con gente que te llama y te dice ‘tu película me ha cambiado la vida’. Yo me animé a hacer este cine por la película de 2003 de Fabrizio Costa de Teresa de Calcuta, que me emocionó. Entendí que quería hacer eso». Protesta porque hay críticos que «con malicia nos ponen la etiqueta «cine religioso» como si fuera de serie B o serie Z. Pero el conocimiento compromete: el espectador conoce la historia que cuentas y se compromete con ella».

Filomeno Martínez: defender la vida y llegar al público no católico

Filomeno Martínez es el impulsor de European Dreams Factory, que ha cumplido 15 años ya difundiendo cine de valores. En el último año ha apostado por El latido del Cielo o Madre no hay más que una. Su familia ya tenía salas de cine. Él vio Bella, la película provida de Eduardo Verástegui de 2006. «Yo no quería ir, pero vi la reacción del público y pensé: ‘esto es bestial'», explicó. Para distribuir Bella nació European Dreams.

Como profesional del sector, lamenta que «hoy la defensa de vida encuentra rechazo en plataformas y en medios de comunicación. Os animo a seguir luchando y promoviendo la vida».

Y añadió: «Hemos distribuido más de cien películas. Marcó tendencia La Última Cima, de Juan Manuel Cotelo, que colocó el documental donde está hoy. La vi y dije: ‘vamos a llevarla a salas de cine’. Me dijeron: ‘estás loco, esto no lo pone nadie en salas’. Empezó con 4 salas y acabó en 80: fue el documental más taquillero en muchos años. Luego vinieron muchos más. Otro hito fue el estreno de ‘Lo que de verdad importa'».

Su propuesta es que el cine con buenos valores «llegue más allá del público católico. Una persona dejó de abortar porque vio Bella; otra dio el paso a la vocación sacerdotal por ver La Última Cima. Es un orgullo poder llegar al corazón de mucha gente», confirmó.

José María Zavala: «Remamos contra corriente, así que ¡rememos juntos!»

El periodista José María Zavala, autor de 30 libros, se lanzó a los documentales desde 2017, con El misterio del Padre PíoRenacidosAmanece en CalcutaWojtyla la InvestigaciónEl latido del Cielo

«La Última Cima me marcó mucho, abrió camino en el documental. Antes pensábamos que los documentales eran lo de La 2 para dormir la siesta. Cotelo mostró que un documental puede despertar emociones y sentimientos en los espectadores. Hemos visto a nuestros espectadores emocionados en el cine, y replanteándose sus vidas», explicó.

Empezó con El misterio del Padre Pío por insistencia de Manuel Cristobal, de la Academia del Cine Español. «Me insistió tanto, con tantas oraciones, que me lancé sabiendo que no estaba vacía la piscina, es decir, confiando en Dios«.

Que no es un negocio lo confirmó cuando estrenó su película de Karol Wojtyla directamente en Movistar, sin pasar por salas de cine, en pandemia, «porque la gente necesitaba esperanza. Vendimos nuestra casa para pagar deudas y desde entonces vivimos de alquiler».

Entre los asistentes al «Concilio del Cine», Zavala es de los que tiene más propuestas prácticas.

«Cada vez es más difícil amortizar las películas. Hemos de ponernos de acuerdo para estrenar películas sin que se pisen unas con otros. Somos padres y madres de familia en una locura y una vorágine. No tenemos ayudas oficiales. Nos prohibieron exhibir Amanece en Calcuta en algunos cines porque condenaba el aborto. En la Academia del Cine ves personas humanamente extraordinarias pero con grandes prejuicios contra Cristo y la religión. Remamos contra corriente, así que rememos juntos. Este es el comienzo de una hermosa amistad», acabó, citando Casablanca.

Paula Ortiz: «buscar lo inefable aterra a las estructuras»

Paula Ortiz era una asistente distinta, al venir de las películas de ficción y de una búsqueda desde «un agnosticismo muy reflexionado y muy profundo». Premio Pilar Miró de 2011, ganó fama con La novia en 2015 (inspirada en Bodas de Sangre, de García Lorca; ganó 6 Premios Feroz y 2 Premios Goya). Aún tiene en cines su película Teresa, sobre Santa Teresa de Ávila, que dice que «es la película de la que estoy más orgullosa, llena de significado para mi vida, me costó 8 años desde que escribí el guion».

«El acto cinematográfico es un acto de fe, la probabilidad de que no llegue a existir ese filme es enorme. El documental permite tratar los temas discursivamente, pero en la ficción llega a más gente. El cine es sorprendente y hasta epifánico, llega muy hondo. ¿Cómo llegar a más? La ficción ha de mirar donde nadie quiere mirar, a lugares abismales o contradictorios. Yo llegué a Teresa desde su poesía mística. Mis proyectos buscan mirar a lo inefable, y eso es lo que aterra a las estructuras. Sí, desequilibramos, pero es que hay que hacerlo», fue desgranando.

«Este debate [hablar de cine religioso], solo por verbalizar ciertas cosas en alto, es nutritivo. Hay mucha batalla cultural, muy fuerte. Yo intento que se pueda hablar de cualquier área de la experiencia humana. La espiritualidad provoca terror. Te dicen: ¿vas a hacer una película de qué? Se evita. Sí, la ficción es más cara, es de época, es estética, es delicada, y hay riesgo de banalizar, pero hay que lanzarse».

«Nos une la lucha contra los cinismos, contra nuestra cultura cínica: estamos juntos en una trinchera contra el cinismo», proclamó.

De izquierda a derecha: Rafael Gordon, Andrés Garrigó, Paula Ortiz, Pietro Ditano, Lucía González-Barandiarán y Jesús García Colomer.

Rafael Gordon, Andrés Garrigó, Paula Ortiz, Pietro Ditano, Lucía González-Barandiarán y Jesús García Colomer, cineastas católicos

Andrés Garrigó: «el documental combate la ignorancia»

Andrés Garrigó es el responsable de Goya Producciones, impulsor de documentales de fe como Corazón de padre, Corazón ardiente, Guadalupe… Se mostró de acuerdo en que «la taquilla no es el barómetro que usamos, nuestra brújula está Más Arriba, buscamos tocar corazones, no los bolsillos. Y sí, hemos de querernos más y colaborar todo lo que podamos. En Goya proponemos FamiPlay, una plataforma que surgió de Goya Producciones, con otro socio, donde todas las películas de valores pueden pasar un tiempo, con sus beneficios».

Luego planteó algunos debates que se airearon en pasillos. «Algunos dicen que somos demasiados [productores de cine católico], casi como un virus. Diría lo contrario: esto es una batalla cultural, incluso religiosa, los tiempos son malos y la casa arde, así que si unos vienen a apagar con cubo y otros con manguera, no son demasiados, porque todo suma«, dijo.

(Entre los asistentes luego se comentó que tanto en una batalla como en un incendio, los espontáneos y voluntarios no entrenados molestan y perjudican a soldados y bomberos profesionales, causando más destrozos y víctimas: toda batalla requiere repartirse muy bien los cargos, funciones y lugares, una gran coordinación).

Garrigó también defendió el formato del documental, porque «permite combatir la ignorancia; la estética está bien en el cine, pero no puede contar muchas cosas; en cambio, el producto periodístico da mucha formación con datos, hechos y testimonios».

A los que dicen que «no hay que predicar a los convencidos», les responde que «si las iglesias se vacían es porque hay convencidos que se desconvencieron porque no les predicaron bien; si evitamos que se vayan los convencidos ya haremos bien. Intentar ser poco explícitos [en el mensaje cristiano] para llegar a más gente, vale, pero primero cuidemos a los de casa».

Jesús García: «las películas generan noticias, llevan su tema a los medios»

Como Zavala, Jesús García, de Gospa Arts, también viene del periodismo. Es el autor de la película más importante sobre Medjugorje, además de Hospitalarios (sobre peregrinaciones a Lourdes) y recientemente del documental sobre madres Madre no hay más que una.

«Esto está lleno de insensatos, me siento muy a gusto, somos todos unos irreflexivos», bromeó. «Yo vengo del periodismo, vi que el cine crea noticia, y abre puertas. En un medio de comunicación no me dejarán hablar de Medjugorje, pero si estreno una película sobre Medjugorje, sí me dejan», ejemplificó.

«Si es cine para evangelizar, tendrás una propuesta de vida que quieres que se discuta en las casas. Por desgracia, hablamos de guerra cultural pero vamos a la guerra con pistolas de agua. Para una película contratamos a una agencia profesional, de ateos, por diez mil euros, y así logramos que se hablara de nuestra película en ámbitos no católicos. ¡Y una socia de la agencia se convirtió y nos hizo un buen descuento! Con un poco de presupuesto en una agencia de comunicación te hacen campañas y llegas a la gente. ¿Qué diríamos nosotros si Pablo Motos nos sacara en su prime time con 3 millones de espectadores?»

Defendió que hay que hacer ambas cosas, ir a los convencidos y también a los alejados, «alimentar a los peces que ya están en la pecera, y también ir a mar abierto a pescar».

Puso el ejemplo de un debate que se montó entre dos críticos de cine ante unos 200.000 oyentes en la deportiva Radio Marca (en distintas plataformas) sobre la maternidad y por qué no hay hijos hoy, y cuánto cuesta un hijo, a partir de su última película. «Propongo meter chicha en medios de comunicación: logramos colocar nuestra pregunta ahí: un hijo cuesta 4.000 euros al año y le molestó al crítico y nos puso mala nota por eso», detalló. Daniel Arasa aportó un dato: el otro crítico, que defendía la película y el tema, es miembro de CinemaNet.

Lucía González-Barandiarán: cine de sembrar, cine de nutrir… y aprender de EEUU

Lucía González-Barandiarán, la directora de BoscoFilms, admitió que se trataba de una reunión de «locos» e «idealistas», pero que ya habían dado frutos. «He podido trabajar casi con todos vosotros, de todos aprendo cosas. Creo que hay cine para sembrar, que planta la semilla, y cine para crecer, que fortalece nuestra fe. A mí me atrajo el testimonio de mi padre, un comunicador idealista. Somos noticia positiva: el corazón del hombre busca y somos un instrumento».

Sobre la situación actual, afirmó que «es un momento difícil, pero muy bueno. Adolfo Blanco [de A Contracorriente] apostó por Sound of Freedom, The Chosen, y mira las tendencias en EEUU. Nos falta levantarnos, no acomodarnos. Yo empecé porque caí por casualidad en la productora de Verástegui estudiando inglés, por casualidad, en su productora católica de Los Ángeles. Por su testimonio pensé que no era imposible».

Quedaron muchos temas en el tintero, temas para tratar en más ocasiones, pero poder reunir a «toda la familia del cine» (varias veces se compararon con una familia) sirvió para afianzarles en la posibilidad de trabajar mejor juntos, conscientes todos de que la recompensa no se mide en dinero, es espiritual.

Algo nuevo, bueno y distinto, empezó a caminar en este «primer concilio de los cineastas».-

Pablo J. Ginés

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