Opinión

De un salto!

 

Bernardo Moncada Cárdenas:

«En medio de las dramáticas circunstancias del país, nos unimos al clamor de nuestro pueblo» Conferencia Episcopal Venezolana, 12 enero 2022

La semana pasada reiniciaron las peregrinaciones de la Divina Pastora, movilización de millones que reitera anualmente la vigencia de la fe en Venezuela. Unidos por igual clamor, todos aplaudimos la homilía de Monseñor Víctor Hugo Basabe, administrador apostólico de la Arquidiócesis larense y obispo de San Felipe. El pastor enmarcó su alocución en la consigna que ha presidido esta peregrinación: “María, signo de reencuentro”.

Horas antes, finalizaba la nonagésima-novena Asamblea de la Conferencia Episcopal con una rotunda exhortación que implora enderezar los derroteros políticos de lado y lado, ante la angustiosa situación de la nación.

Podemos decir que la Iglesia venezolana comienza el 2023 con diligente cercanía al pueblo, oprimido entre la indiferencia de quienes dicen representarlo frente al proyecto totalitario en el poder, y los manejos de éste manteniéndose a costa de la ruina del país.

Monseñor Basabe mantuvo en el trasfondo el llamado a concurrir como pueblo unido, en “reencuentro orante”, mientras denunciaba proféticamente el permanente sufrimiento de una nación que no abandona la esperanza.

El prelado pidió al pueblo en escucha “poner en el corazón de la oración a nuestra Venezuela herida, maltratada, traicionada y saqueada hasta más no poder y para que cesen las burbujas de la falsedad económica que pretenden ocultar al mundo la precaria situación en la que están inmersos la mayor parte de nuestros hermanos venezolanos”, y puntualizó los ámbitos en que esta precaria situación pesa con gravedad: la familia, el trabajo asalariado, la dignidad personal del venezolano.

El episcopado, por su parte, quiso responder a “esta realidad que estamos padeciendo junto con ustedes”, y definirse: “también somos parte de este pueblo; fuimos elegidos como sus servidores”, presentando sumariamenteun diagnóstico y un llamado que, no por ser conciliador, deja de ser contundente.

La jerarquía eclesiástica nacional demuestra, así, estar mucho más cerca de la realidad, sufrida por la mayoría de los venezolanos, que dirigentes políticos y personeros gobernantes, ambos sectores sumidos en autorreferencialidad e intereses particulares.

Con el título, “En nombre de Jesús Nazareno, levántate y camina”, se dirigen sin distingos a todo venezolano. Diagnostican sintéticamente “Una realidad que nos paraliza”, primeramente. Prosiguen presentando propuestas para afrontar la crisis: “De un salto, se puso de pie”, recordando al paralítico que recibe la salud de manos de Pedro y Juan, y culminan con el llamado “De pie, con dignidad, caminemos juntos”, exhortación ético-moral.

Comparando a Venezuela de hoy con el paralítico, la parálisis a que se alude es relacionada con la profunda crisis que en todo ámbito asedia al pueblo. Vemos profundizarse el abismo entre las nuevas élites económicas, nuevos ricos beneficiados por el “capitalismo socialista salvaje” que produce la “burbuja de falsedad económica”, señalada por Monseñor Basabe en su homilía, y los asalariados, empobrecidos como nunca y forzados a contemplar la emigración como opción. Por otra parte, se acusa el “permanente clima de confrontación estéril”, torneo de sordos, aferrados, cada uno, a su manera de ver la realidad, negando toda posibilidad de real y constructivo encuentro, o de escuchar el clamor del pueblo.

En ponerse “de pie”, la segunda parte, recuerdan cómo el episcopado venezolano ha «ofrecido reiteradamente no solamente un diagnóstico de la situación del país… sino propuestas concretas de pasos a dar para encontrar soluciones a la misma». Para los prelados «surge hoy la necesidad de reconstruir el país, en el espíritu de la sinodalidad, de caminar juntos». Así reiteran la necesidad de un diálogo sincero, desde la base hasta las dirigencias, donde el bien común sea el horizonte.

Apremian a creyentes, y en general a personas de buena voluntad, a un protagonismo de ciudadanía responsable, “no dejarse robar la esperanza”, llamando a la participación activa, generosa y efectiva en la superación de los males que nos aquejan, superando la polarización en que nos hemos sumido por más de dos décadas.

Llaman a la conversión, para pasar del yo al nosotros, y no ser masa informe sino pueblo organizado, “políticamente adulto”, que construya en vez de destruir. Promueven, como instrumento privilegiado en la resolución de nuestros males, la educación, “especialmente educación para el trabajo”, el emprendimiento como vía de superación.

Es necesario -finaliza la exhortación- despertar “para ello, no nos quedemos inmóviles, esperando a que las cosas las arreglen otros o mejoren por sí mismas. Tenemos que levantarnos, confiados en la ayuda de Dios, y con valentía arriesgarnos unidos a construir un mejor país”.

El episcopado venezolano da el ejemplo, al denunciar con valentía y fuerza los males que nos aquejan y los causantes (de cada bando) de los mismos, sin empecinarse en el desquite por encima de la recuperación que urge cada vez más.-

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