Trabajos especiales

The Economist – BELLO: América Latina es un desastre. Pero aún tiene fortalezas

En su última columna, BELLO dice adiós en tiempos revueltos

Mientras escribe, BELLO puede ver en su mente la ilimitada extensión del Pacífico en Lima, los diminutos barcos pesqueros que cruzan la bahía en busca de corvina y chita, los pelícanos rozando a centímetros sobre las olas, los buitres volando en círculos en lo alto del acantilado. También puede vislumbrar las sinuosas carreteras que serpentean junto a abismos de infarto en su intento de conectar pueblos de los Andes, si los aludes lo permiten. Puede sentir el calor húmedo del oscuro suelo de la selva amazónica y los áridos matorrales del sertão brasileño. Puede ver el llano vacío de las pampas argentinas con sus solitarios ombúes, y los volcanes de México y Centroamérica. América Latina siempre ha sido, ante todo, geografía: asombrosa, pródiga, imposible y traicionera.

Los libros que ofrecen una única explicación -dependencia, colonialismo, cultura o instituciones ibéricas- del relativo fracaso de América Latina están invariablemente equivocados. Sus dificultades se derivan de la interacción de todos estos factores y otros más. Pero la geografía, a menudo ignorada, es uno de ellos, como explicó Sebastián Mazucca, politólogo argentino, en un libro publicado en 2021. Conspira contra los Estados fuertes que controlan su territorio, obligando a los gobiernos a pactar con los potentados locales a expensas del Estado de Derecho y de una administración imparcial.

La rica dotación de recursos naturales de América Latina ha impulsado auges y caídas, ha atraído a extranjeros codiciosos y ha proporcionado el caldo de cultivo para la carne roja del populismo, un juego de culpas sobre por qué la gente es pobre si la tierra es tan rica. Otro factor geográfico, la lejanía de los principales centros de la economía mundial, ha perjudicado el comercio y la inversión.

Cuando esta columna comenzó hace casi nueve años, América Latina progresaba. La pobreza disminuía sin cesar, al igual que la desigualdad (aún amplia) de los ingresos. Las clases medias-bajas se expandían y la democracia parecía echar raíces.

Pero este progreso se vio favorecido fundamentalmente por el auge de las materias primas. Pronto se desvaneció. En los últimos nueve años, el PIB por habitante de la región no ha crecido. La inversión ha caído, la productividad languidece y la pobreza ha vuelto a aumentar. Ha estallado el descontento. La inestabilidad política aumenta mientras dictadores aparentemente inamovibles gobiernan Venezuela, Nicaragua y ahora El Salvador. El crimen organizado ha extendido sus sangrientos tentáculos, de México a Chile y Paraguay.

Si miramos más lejos, no todo es tan sombrío. Este columnista,  [ BELLO ]  empezó a vivir en América Latina hace exactamente 40 años y lo ha hecho durante casi la mitad del periodo transcurrido desde entonces. Durante estas décadas, las sociedades de la región se han vuelto más igualitarias en algunos aspectos. En ningún otro lugar del mundo en desarrollo está tan extendida la idea de los derechos humanos.

América Latina prospera culturalmente. El mundo mueve las caderas al ritmo de la música latina. La literatura latinoamericana ha entrado en la corriente dominante, liderada por una cohorte de jóvenes escritores, muchos de ellos mujeres. La comida latinoamericana, desde el ceviche peruano a los tacos mexicanos, se ha hecho un hueco en los menús de todo el mundo.

La región es más resistente de lo que dicen los titulares. Desde el punto de vista social, esto se debe en gran medida a la fortaleza de las redes familiares y a la economía informal, aunque esto suponga un lastre para la productividad. Desde el punto de vista macroeconómico, las reformas de los años ochenta y noventa produjeron beneficios duraderos. Los objetivos de inflación y la independencia de los bancos centrales han demostrado su eficacia. La región se ha recuperado de la crisis de la pandemia del COVID-19 mucho más rápidamente que, por ejemplo, Europa, aunque aún queden cicatrices sociales.

Como siempre, las perspectivas lucen atractivas, brillando como los espejismos en las salinas del Altiplano boliviano. América Latina, tan vulnerable a las catástrofes naturales, será uno de los principales escenarios de la lucha contra el cambio climático. Está llamada a ser un proveedor clave para la economía verde, con dos tercios de las reservas mundiales de litio y el 40% de las de cobre. Es una fuente abundante de alimentos y agua dulce. La deslocalización fronteriza («nearshoring») de las cadenas de suministro ofrece muchas oportunidades. Algunos de los obstáculos de la geografía podrían superarse ahora, digitalmente. Y esos imponentes paisajes forman identidades y atraen turistas.

A pesar de todo, América Latina sigue siendo la región en desarrollo donde la democracia está más extendida. Faltan aún las virtudes que la geografía ha impedido y que Andrés Bello defendía: el Estado de derecho, una mejor educación pública, la apertura y la cooperación regional. Ahí es donde está la batalla. Con un corazón más entristecido que cuando asumió esta tarea que hoy concluye, BELLO vuelve a colocar la pluma en su tintero.

 

Traducción: Marcos Villasmil

 

Michael Reid  (1952, Guildford, Inglaterra), es escritor, periodista y ponente, y actualmente trabaja como redactor jefe en The Economist. Reside en Madrid, desde donde escribe la columna «Bello» sobre América Latina, y es el redactor general de esta región.

En 2003, la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia le concedió el premio Maria Moors Cabot por sus extraordinarios reportajes sobre América Latina. Estudió Política, Filosofía y Economía en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y es un ponente habitual en el mundo empresarial, académico y de políticas públicas. Reid también ha declarado ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense y el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes del Reino Unido.

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