Lecturas recomendadas

¿Clima de diàlogo?

Alfredo Coronil Hartmann:

Esté no es un artículo contra el «diálogo», ni podría serlo. Adonde hemos llegado, mas arrastrados como aluvión, a merced de factores externos que por nuestros propios pasos, nada es descartable. Desde luego ¿cuáles serían las partes de ese diálogo y qué representatividad tienen? Aclaro que no me refiero a «representatividad» formal que nada formal tiene cabida en nuestro país invertebrado. Sino simplemente a quienes obligan o al menos en nombre de quienes hablan. Ordenar una «sopa de estrellitas» es dificilísimo.

Escribo estas líneas bajo el impacto de un suceso cuando menos escandaloso y casi nugatorio de cualquier posibilidad de salida consensuada y civilizada. Anoche, mi viejo amigo Baltazar Enrique Porras Cardozo, a quien conocí en el pueblo que fundaron mis mayores, en medio de la llanura guariqueña, aquella Villa de Todos los Santos de Calabozo, que el uso dejó solo en Calabozo, entonces Párroco de Las Mercedes, hoy Cardenal-Arzobispo de Mérida y Administrador Apostólico de Caracas, miembro de Dicasterios Pontificios y cercano amigo de S.S. Francisco Iº. Fue asaltado, pistolas en mano, por cuatro facinerosos cuando se dirigía al Barrio Kennedy mientras cumplía labores pastorales en esa zona marginal de nuestra capital. No hubo sangre, complemento muy frecuente de ese tipo de suceso, ni pretendieron cortarle el dedo, cuando su sortija cardenalicia presentó dificultades antes de ser separada de su mano ¡Dios sea loado!

Casos peores en cuanto a consecuencias físicas y morales, ocurren a diario en Venezuela. Pero el que la víctima sea la más alta representación de la Jerarquía eclesiástica de la religión aplastantemente mayoritaria del país, patentiza la inmensa dificultad de encontrar las figuras dialogantes necesarias.

El Cardenal Porras, hizo una vez más gala del sereno valor que lo caracteriza y con clara conciencia de su función de pastor, aceptó el hecho de fuerza, la violencia ejercida al margen de la ley, y después del suceso continuó hasta la parroquia San Francisco de Asís del Barrio Kennedy, fundada por el cardenal José Humberto Quintero, hace 54 años, en la cual, en medio del fervor popular, celebró la Eucaristía

Eso no será suficiente en el futuro, Su Eminencia deberá necesariamente hacerse acompañar de una fuerza de seguridad, que garantice su vida y su integridad, pero también que nos garantice a los venezolanos que nuestro Pastor está protegido y seguro, aunque él personalmente desdeñe esos cuidados y confíe solo en la protección divina. Es su deber aceptarlo y el nuestro exigírselo.

Alguna salida mínimamente civilizada habrá que encontrar, llámese diálogo o como quieran llamarla, o si hemos devenido incapaces del mínimo elemental practicable, que nos ocupen los «cascos azules» de la ONU y coloquen un «curador» bien catire y bien musiú, que dirija el tráfico y garantice los derechos mas primarios ¡Lo que sea! Menos esta insania homicida y este saqueo sin límite. ¡Que Dios se apiade de Venezuela!.-

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