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Un sacerdote en Cuba escribe a Putin

P: José Conrado Rodríguez Alegre: "Nunca olvide que Dios confunde a los soberbios"

Carta Abierta A Vladimir Putin

                      Trinidad, 25 de marzo del 2022

Señor Vladimir Putin
Presidente de Rusia.

Señor Presidente:

Quien le escribe es un sacerdote católico cubano, párroco de la parroquia de
Paula, en la ciudad de Trinidad. Desde el 24 de febrero vivo pendiente de
las noticias que llegan desde Ucrania y no paro de rezar por ese sufrido
pueblo, y por su propio país, por Rusia, y por los presidentes de ambos
países y sus gobiernos. Pido continuamente por el cese de las hostilidades,
por el regreso de la Paz a esa región y al mundo. Siento mi corazón oprimido
por las escenas de destrucción que veo, (por internet, pues la prensa de mi
país apenas refleja lo que está pasando en Ucrania) y por los relatos de las
víctimas inocentes de esta guerra genocida e injusta que Ud. ha iniciado de
manera unilateral.

Desde que se inició la contienda me viene a la mente una fábula de Esopo que
aprendí en latín cuando era un niño.  Uds. los rusos y nosotros los cubanos
compartimos una herencia común que hunde sus raíces en la fe cristiana y en
la cultura helenístico-romana, que dieron origen a la civilización cristiana
occidental y la civilización cristiana oriental, de la que Rusia forma
parte, al igual que otros pueblos eslavos. Hay un sustrato común que nos
alimenta espiritualmente. La fábula de Esopo hablaba de un lobo que tomaba
agua a la orilla del rio, cerca de una oveja. El lobo empezó a acusar a la
oveja porque le ensuciaba el agua que estaba tomando. La oveja le respondió
respetuosamente: «Señor lobo yo estoy corriente abajo, y Ud. esta arriba, yo
no le puedo ensuciar su agua». Pero el lobo comenzó a insultar a la oveja
que se atrevió a contestarle: «Oveja me has desafiado y eso no te lo puedo
perdonar». La oveja trató de explicar que no quería ofender al lobo. De nada
sirvió. El final de la historia es que el lobo se comió a la oveja.

Cuando escucho sus discursos y veo los acontecimientos de las últimas
semanas viene a mi memoria la fábula de Esopo. Y usted, señor presidente, es
para mí el lobo que ha provocado todo esto para comerse a la oveja. El
libreto estaba escrito de antemano.

Usted justificó su ataque a Ucrania basado en la idea de una futura
intervención armada que se estaba fraguando en Ucrania con apoyo de la OTAN.
Pero el único que estaba preparado para la guerra, con ejércitos y
armamentos ampliamente superiores, era Ud. Y el que en repetidas ocasiones
intervino en la política interna de Ucrania, fue Ud. En verdad no se me
oculta que la Unión Europea (o más bien las Naciones Unidas) cometieron un
fallo fatal: y fue permitir que en el 2014, contra todo derecho y sin
motivo, Rusia, manu militari, se anexara a Crimea y que por los manejos de
una política desleal y rapaz Ud. interviniera en los asuntos internos de
Ucrania, alentando el separatismo en las provincias de Donetsk y Luhansk. Un
plan alevosamente urdido por usted, al costo de la justicia internacional y
de la paz de una nación, !y de la muerte, en los últimos ocho años, de 14
000 seres humanos!

Señor presidente, cuando trato de analizar sus declaraciones y las comparo
con su comportamiento no veo más que incoherencia, doblez y mala voluntad.
Un viejo refrán castellano dice «que la mentira tiene las patas cortas». Una
y otra vez ha acabado haciendo lo que antes dijo que no iba a hacer. Ha
mentido sin rubor, acusando a los demás de los crímenes que Ud. estaba
planeando a cometer. Ud. acusó a Ucrania de armarse para la guerra pero era
Ud. el que puso en pie y armó un ejército y lo lanzó contra un país mucho
más pequeño y pobre que Rusia. Ud. acusó a la OTAN y a Europa de amenazar a
Rusia y de tener malas intenciones contra su país y Europa y la OTAN no han
podido manifestar más aguante y contención frente a su invasión y su guerra
contra Ucrania.  Fue Ud. más recientemente, el que mandó poner en alerta las
unidades de armas nucleares de Rusia. Los demás países han mostrado mucha
mayor voluntad de paz y ningún deseo de comenzar el tortuoso e imprevisible
camino de la guerra.

En el siglo XX la humanidad se enfrentó a una situación similar a la actual:
cuando un señor llamado Adolfo Hitler, investido de una conciencia de
superioridad mesiánica, lanzó a su patria y a su pueblo a una guerra
terrible y desastrosa. Hitler acusó a todo el mundo de querer dañar a su
país y comenzó a reclamar como propios los territorios de otras naciones:
así se anexó Austria (el Anschluss, marzo de 1938) y los Sudetes (Septiembre
del 38, y, posteriormente, la ocupación del resto de Checoeslovaquia (marzo
del 39).  El 1ro de Septiembre de 1939, la invasión de Polonia marcaría el
comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

En Ud., como en Hitler, encuentro un similar menosprecio por el derecho
internacional, el mismo desprecio por la vida humana, la utilización de la
mentira como arma arrojadiza contra el contrincante. Pero además, el recurso
del ataque brutal e injusto para defender la pretendida seguridad amenazada
de su país. Pero lo mismo que otrora en Alemania, ésta ha sido la mejor
manera de sumir a su país en el caos y en el rechazo universal, y es Usted
el  responsable de esta espiral del sinsentido que arrastrará a Rusia al
abismo. Chechenia (1999), Georgia (2008),  Crimea y Dombás,(2014), son las
distintas estaciones de un viacrucis diabólico. Pero no olvide, presidente,
que la Hybris del poder ciega y la soberbia siembra la destrucción y la
muerte. Nunca olvide que Dios confunde a los soberbios: «derriba del trono a
los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos los despide vacíos» como dijo la Santísima Virgen María
en el Magnificat.

Dios está del lado de los pobres, de los mansos de corazón, de los
pacíficos, de los que sufren por defender la justicia, porque tienen hambre
y sed de ella. Ud. comenzó esta malhadada guerra pensando en una pronta
victoria. Ni siquiera imaginó la valentía del pueblo Ucraniano. Ud. pensó
que los países de Europa jamás se solidarizarían con el pueblo ucraniano,
reblandecidos por su confort y prosperidad y con el temor poner en riesgo su
dinero. Se equivocó, señor Putin. Y qué sorpresa, Señor Putin, se llevó con
el clown de Kiev, con el «Mister Bean» de Ucrania, con ese presidente
Zelenski a quien Ud. acusó de nazi aunque es judío y perdió parte de su
familia en el holocausto. ¿Quién es el nazi en esta historia, señor Putin?
Ese hombre que Ud. menospreció se ha convertido en uno de los políticos más
escuchados, respetados y reverenciados de todo el mundo. Su sabiduría,
valentía y coraje son una inspiración para los hombres de buena voluntad del
mundo entero. !Qué grande es Dios! «El Señor alza del polvo al desvalido y
levanta de la basura al pobre».

Dicen que algunos de sus consejeros están detenidos, acusados por no haberle
advertido lo que podía pasar (y de hecho está pasando). Señor Putin, ¿más de
veinte años en lo más alto de la  cúpula del poder no le han enseñado que
los subordinados les dicen a sus «fuhrers» lo que estos quieren oír?  La
espiral del delirio nace de ese no querer oír sino aquello que nos gusta, y
que aísla al dirigente, primero de su pueblo y luego de la realidad.

¿No sabía Ud. señor Putin que en los primeros años de la década del 30
Stalin fue responsable de la muerte de entre siete y diez millones de
ucranianos, en su afán de colectivizar la agricultura de esa república?
Todavía Hitler no había abierto el primer campo de concentración y ya los
comunistas rusos habían masacrado ese país y habían prohibido la lengua
ucraniana, en verdad, un doble genocidio difícil de olvidar para un pueblo.
Me imagino que no hay familia ucraniana que no haya perdido algún pariente
en esa guerra sucia, donde las armas estaban en manos del ejército rojo
frente a los cuerpos famélicos de los hambreados ucranianos. Eso explica la
feroz resistencia que ese pueblo le está haciendo a la invasión rusa. ¿En la
KGB no le enseñaron historia, señor Putin? ¿Cómo pudo pensar Ud., y hacer
pensar a sus soldados. que el pueblo ucraniano los iba  a recibir con rosas
en las manos? !Por Dios, señor Putin!

Según las noticias Ud. es un hombre creyente, incluso se habla de su
relación amistosa con el  patriarca Kiril. ¿Cómo puede Ud. justificar desde
su fe, el holocausto de todo un pueblo y la violación masiva de los derechos
humanos? No se me quita de la mente el ejemplo del obispo de Milán, San
Ambrosio, cuando impidió la entrada en la catedral al emperador Teodosio
para participar en el culto divino, porque había masacrado a los habitantes
de Corinto, arrasando la ciudad con ellos dentro. Haga cesar la violencia,
presidente Putin. Cada día que pasa, la sangre derramada por el pueblo
ucraniano !y por los soldados rusos! pesa sobre Ud. !Basta ya de guerra!

A pesar de la desinformación y la ignorancia en que vive el pueblo ruso, por
la sumisión de los mass media al poder establecido, hay miles de rusos que
se han atrevido a protestar, hay periodistas en su país que se han permitido
disentir. Unos y otros han puesto en peligro su libertad y su supervivencia:
a esos son a los que Ud. debe de escuchar. No al grupito de los han llevado
a Ud. y a Rusia a este callejón sin salida. Pero si Ud. no escucha la voz de
la conciencia, si no es capaz de dar marcha atrás, al final, habrá logrado
para Ud. y para Rusia la denostación universal, para al final quedar
convertido en el socio menor del imperio de los chinos o quedar relegado al
papel que hoy tristemente representa el gobernante vitalicio de Corea del
Norte: un matón de barrio, eso sí, con los bolsillos llenos de armas
nucleares y con un pueblo que se debate en la miseria aquejado por un hambre
endémica. Alguien al que quizá puedas temer, pero a quien nadie decente
llegará jamás a respetar.

Y créame, señor Putin, Los rusos más inteligentes, los mejor preparados, los
que se acostumbraron a saborear la independencia que da comunicarse y viajar
sin restricciones y respirar los aires de la libertad, no querrán volver a
la mordaza totalitaria que ya Ud. le está imponiendo al país. Señor Putin,
esos rusos cuando se den cuenta que no pueden votar con las manos, votarán
con los pies: se irán de «su» Rusia, que ya no será la de ellos… !Yo sé de
qué le hablo!

Le aseguro que estoy rezando por Ud. y por su pueblo, al que admiro, porque
a pesar de largos años de persecución religiosa en la época soviética,
mantuvo su fe en Cristo y su profunda piedad a la Madre de Dios. Esa es la
«Santa Rusia» que ha dado grandes santos, profundos místicos, magníficos
escritores, afamados músicos y respetados científicos, que hoy forman parte
del patrimonio común de toda la humanidad. Ahí reside la verdadera grandeza
de un país, señor Putin, en su espiritualidad: no en el poderío político ni
en la fuerza militar, sobre todo cuando estos se usan para dañar a los
demás.

!Señor Putin, que Dios tenga misericordia de Ud., de nosotros y del mundo
entero!

A.      José Conrado Rodríguez Alegre

Cura-párroco de Paula en Trinidad, (Cuba)

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