San Juan Neumann, promotor de la educación católica en EE.UU.
Cada 5 de enero se celebra la fiesta de San Juan Neumann, misionero redentorista y cuarto obispo de la ciudad de Filadelfia (Estados Unidos), organizador de la primera red de educación católica en ese país.
Juan Nepomuceno Neumann nació en Bohemia, actual República Checa, en 1811. Acudió a la escuela en Budweis, y años más tarde, en 1831, ingresaría al seminario de esa misma ciudad. Al completar la preparación para el sacerdocio, se presentó a su diócesis de acuerdo al rigor canónico, sin embargo sufrió un revés inesperado.
El obispo local había caído enfermo y quedó inhabilitado. Entonces, se suspendieron las ordenaciones sacerdotales en su jurisdicción hasta nuevo aviso.
Juan, deseoso de servir al Señor, dirigió cartas a los obispos de las diócesis vecinas, pero ninguno lo quiso aceptar. A pesar del desconcierto inicial, el santo no se desanimó.
Para ganarse el sustento, se puso a trabajar en una fábrica donde conoció a algunos americanos con los que aprendió algo de inglés. Después, tuvo la genial idea de contactarse con obispos de Estados Unidos. Juan poseía un alma misionera y estaba dispuesto a trasladarse a América.
Sacerdote y misionero en América del Norte
El arzobispo de Nueva York aceptó recibirlo y ordenarlo, de manera que Juan dejó a su familia y amigos para embarcarse en la aventura de anunciar al Señor en una tierra lejana. Así, tras ordenarse en América, Neumann se integraría al limitado grupo de 36 presbíteros que debían asistir a los casi 200 mil católicos residentes en Estados Unidos.
Al recién ordenado se le encomendó la administración de una parroquia. La primera dificultad pastoral que enfrentó tenía que ver con el vasto territorio que se le había encargado: su parroquia se extendía desde Ontario (Canadá) hasta Pensilvania (EE.UU).
Dadas las inmensas necesidades, el P. Neumann se la pasó la mayor parte del tiempo visitando poblados. Tuvo que atravesar territorios inhóspitos, caminar largas distancias bajo el clima inclemente -desde el frío extremo al calor sofocante-, andando entre altas montañas y parajes majestuosos; todo con el objetivo de velar por su grey, y poder asistir a quien lo necesitara.
Fueron largos años de dar catequesis, administrar sacramentos, celebrar la Eucaristía. Era habitual verlo predicar, cuando no en una iglesia, en alguna cabaña abandonada. Incluso lo hacía afuera de las tabernas, refugio de almas impenitentes.
Más de una vez, en virtud de las precariedades, se vio obligado a celebrar misa en lugares improvisados, como un comedor o una cocina.-
Aciprensa