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Cardenal Porras: «¿Dónde está la fuerza de este carisma?»

HOMILÍA EN LA ORDENACION DE FRAY JOSÉ DANIEL CÁRDENAS GUZMÁN, OCD, A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO, ARZOBISPO DE MÉRIDA Y ADMINISTRADOR APOSTÓLICO DE CARACAS. Iglesia Parroquial Nuestra Señora del Carmen, Santa Cruz de Mora, sábado 13 de noviembre de 2021.

 

Queridos hermanos:

Hoy es un día muy especial para la comunidad santacrucense, no solo para uno de sus hijos que recibirá dentro de pocos minutos la ordenación sacerdotal. Mi más sincero agradecimiento a Fray José Daniel por la invitación a que mi persona le imponga las manos. La acepto como un regalo de esperanza, porque recoger los frutos de lo que otros han sembrado en esta tierra bendita, es un don para valorar la gratuidad de la fe y lo grande que es el Señor con todos nosotros. Uno es el que siembra, otro el que riega y el que cosecha, pero uno solo es el que da el incremento: El Salvador, Jesús de Nazareth nuestro hermano y guía.

 

Tiene lugar esta ceremonia en la semana del Abrazo en Familia, fecunda iniciativa de la Conferencia Episcopal desde hace más de treinta años, que intenta revalorizar el auténtico sentido del seno donde nace la vida y la fe. La familia, el hogar, la Iglesia doméstica, no es otra cosa sino el vientre, el cálido y acogedor útero donde se amasa la vida de manera integral, material e inmaterial, humano y divino, centrada en sí o abierta al entorno, al mundo desconocido, a la alteridad, que es la que posibilita la fraternidad y la igualdad. Por ello, mi reconocimiento a tus papás, Fray José Daniel, pero también a esa familia más extensa que es Santa Cruz de Mora, donde en la Unidad Educativa San Pedro y en el Liceo Bolivariano Eutimio Rivas, recibiste los instrumentos del saber en la adolescencia y primera juventud. A la par, en esta iglesia parroquial recibiste las aguas lustrales del bautismo, la primera comunión y el sacramento de la confirmación. Aquí, en este hermoso templo, el sello indeleble de ser cristiano te identifica, que hoy, se reafirma, mejor se consolida, con la recepción del sacramento del presbiterado.

 

Eres, además, fruto sazonado de uno de los carismas más preciados de la Iglesia católica. La espiritualidad del Carmelo, en la senda de grandes hombres y mujeres como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, Santa Teresita del Niño Jesús de Lisieux, Santa Edith Stein y Santa Isabel de la Trinidad, Santa Teresa de los Andes, la Madre Maravillas, Beata María Felicia de Jesús Sacramentado, paraguaya, beatificada recientemente por el Papa Francisco, para no ir a la tradición del profeta Elías y de San Simón Stock, a los que hay que sumar muchos santos y beatos de ambas ramas masculina y femenina, confesores unos y mártires otros.

 

¿Dónde está la fuerza de este carisma? En la oración y la contemplación como centro de la alimentación de la vida de quien se siente atraído y cautivado por descubrir y hacer carne y hueso de su existencia el seguimiento de Jesús. Pero, no para quedarse encerrados en una oración sin compromiso real y permanente con el mundo circundante. Si seguimos la vida de cada uno de los santos enumerados más arriba, fueron hombres y mujeres comprometidos con las necesidades de su mundo circundante: los pobres, las misiones, la investigación y la cultura. Claro ejemplo, la simpática y tierna Teresita de Lisieux, nunca salió del convento y es patrona universal de las misiones. Siguiendo la vida de cada uno de estos santos descubrimos la fuerza de la gracia para hacer de la oración el motor del servicio al prójimo en circunstancias muy variadas. Y todo ello, desde el silencio y el recogimiento del convento.

 

Has escogido, querido Fray José Daniel, el pasaje de Isaías que es un canto al compromiso personal de fidelidad a la gracia recibida. Es el Espíritu del Señor quien nos arropa y nos unge para enviar, para trasmitir, la buena nueva a los excluidos del mundo. Devolver la alegría y desterrar el abatimiento de las limitaciones es un reto permanente a todo consagrado. Oasis como Potrero de las Casas es un remanso para reponer fuerzas y encontrarse cara a cara con Jesús nuestro hermano. Haz de ese ministerio un servicio invalorable para tantas personas afligidas por la carga de sufrimientos y carencias.

 

Pablo, en Mileto, te pone alerta ante tanto mensaje perverso que atrae a los más débiles e ingenuos. La vida cristiana, como cualquier profesión u oficio, requiere de una preparación permanente. La formación integral, la lectura de la Palabra a la luz de las exigencias de cada día, modele en ti y a través tuyo y de tus hermanos a quienes se acercan a beber en el propio pozo. No hay ministerio más gratificante que el de la formación permanente, pues es fuente que enriquece a quien lo ofrece como compañero de camino, mejor que como maestro. Seamos permanentemente discípulos misioneros para que la humildad haga de nuestra debilidad la fuerza del Espíritu que es la que da el incremento.

 

Jesús es el buen pastor, seguir sus pasos es la disposición permanente a dar la vida por las ovejas. La pandemia que nos azota nos pone también en actitud vigilante. La fragilidad de la existencia, y la fragilidad de criterios y antivalores que nos rodea, hay que asumirla como oportunidad y no como obstáculo para que la esperanza y la alegría te arrope siempre. Recuerda aquellos versos de San Juan de la Cruz que tantas veces habrás repetido: “Pastores, los que fueredes, allá por las majadas al otero, si por ventura vieredes, aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero”. Que la llama de amor viva, te dé el calor para el largo camino de la vida, en la que los tropiezos y las noches oscuras se harán presentes, pero en las que nunca nos falta la cercanía y la mano samaritana del buen Jesús.

 

Queridos hermanos todos aquí presentes. Unamos nuestra plegaria a las intenciones de Fray José Daniel que dentro de pocos minutos será ungido sacerdote según el orden de Melquisedec. El mejor regalo que podemos darle, es el de trasmitirles la fuerza y la alegría que nos congrega; pero no solamente hoy, que sea el compromiso de acompañarlo a lo largo de su vida para que ponga en alto la vocación que ha recibido y que la adquirió aquí en su terruño natal. San León Magno nos recuerda que la diversidad de funciones no es en modo alguno causa de división entre los miembros. La fe y el bautismo hacen de cada uno de nosotros gozar de la misma dignidad. Que María Santísima del Carmen, patrona de este pueblo y devoción de la Orden carmelitana, te cubra con su manto y te bendiga. Amén.

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