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¿Por qué me persigues?

Esta es la fiesta más importante de San Pablo en el calendario litúrgico

Alicia Álamo Bartolomé:

 

A mí me toca escribir, oficialmente, el 25 de cada mes para RCL. Salen artículos míos en otras fechas, porque la benignidad de Macky Arenas le da por reproducir lo que escribo en otras publicaciones. El primer paso para iniciar estos artículos es buscar qué se conmemora en esa fecha; el segundo es no repetirme, porque no voy a escribir todos años sobre la fundación de Caracas el 25 de julio o de la Navidad el 25 de diciembre. Afortunadamente, este año me doy cuenta de que nunca he escrito sobre lo que se conmemora el 25 de enero, la Conversión de San Pablo. Esto me facilita el camino, pues después de las agotadoras fiestas patronales de mi cumpleaños 97, el 13 de enero -13,14 y 15- he quedado tan cansada como disminuida mi capacidad creativa.

 

Esta es la fiesta más importante de San Pablo en el calendario litúrgico, porque la otra es la compartida con San Pedro el 29 de junio. Se comprende, porque sin la conversión de San Saulo de Tarso, el cristianismo de hoy no sería, él es el primer gran teórico de la doctrina de Cristo, el que le da un cuerpo teológico vigente hasta nuestros días. Las epístolas de San Pablo, junto al Evangelio, las Actas de los Apóstoles, unas pocas epístolas de otros apóstoles y el Apocalipsis de San Juan, constituyen lo que conocemos como el Nuevo Testamento, fundamento de nuestra fe.

 

Es tan trascendental el aporte paulino al cristianismo, que algunos herejes llegaron a decir que éste era un invento del de Tarso. ¡Como si se pudiera inventar una doctrina de origen divino! Pues sólo Jesucristo, el Hijo de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, El Verbo, es el fundador del cristianismo y de su Iglesia. Todos los demás son sólo instrumentos escogidos por Dios para la evangelización.

 

Camino de Damasco, a donde va, como buen fariseo, celoso de su fe, a cumplir el mandato de “cazar” cristianos para traerlos presos a Jerusalén, no presiente Pablo que ese viaje dará un vuelco a su vida, precisamente cumpliendo lo que él sinceramente creía su deber.  Así nos llama Dios, en medio de nuestros afanes legítimos, para dar un giro contrario a la existencia. A veces en forma tan dramática, como la de Saulo: caer por tierra, ¿de un caballo? No sé, pues a pesar de que casi todos los relatos y la iconografía de es momento de la vida de Saulo hablan de la caída del caballo, en las Sagradas Escrituras no he encontrado referencia caballo alguno.  Bien pudo ir a pie. En esa época el transporte equino era militar y de lujo.

 

Sabemos que, en Damasco, donde Pablo llega ciego, Dios le pide al cristiano Ananías que se ocupe de él y éste la advierte de todo el mal que el sujeto ha hecho a los cristianos. El Señor responde que, ahora es “vaso de elección”.  Es decir, Dios escoge a quien quiere y donde quiera. No se detiene a escudriñar pasados sino a abrir caminos presentes y futuros.

 

Para nosotros esto es muy importante, porque cuántas veces ponemos “peros” a personas por lo que creemos que son, por palabras oídas y chismes, sin saber a ciencia cierta la verdad sobre ellas, si son “vasos de elección”. Sucede mucho hoy en la cuestión política. Descalificamos de antemano a líderes que surgen. Las redes sociales están prontas para acabar con reputaciones y prestigios. Mucho cuidado con este proceder, porque podemos estar acabando con una posibilidad y una esperanza.

 

No es al azar que la Iglesia Católica celebre en estos días la “Novena por la unidad de los cristianos” que termina justamente hoy, 25 de enero, Día de la Conversión de San Pablo. Él es llamado el Apóstol de lo Gentiles porque para eso fue escogido como vaso de elección, para hacer cristianos a los nacidos fueras del judaísmo -del pueblo elegido- y darle universalidad a la nueva doctrina. La figura de San Pablo representa la unión entre los pueblos del mundo y la Iglesia lo invoca para el ecumenismo, para lograr volver a unir lo que la historia, con una serie de incomprensiones y posturas soberbias, había roto dentro del cristianismo.

 

Tengamos en San Pablo una suerte de patrón de la unión. Si el fue el sabio maestro que atrajo al cristianismo el mundo pagano, que enseñó a los atenienses que aquel dios desconocido a quien por intuición habían dedicado un altar dentro de una profusión de falsas divinidades, era el Dios único, creador del universo, la fuerza de su palabra, aún vigente, puede ayudarnos a conseguir la deseada unidad. Y no sólo de los cristianos y de éstos con otras religiones.

 

En Venezuela ternemos hambre de unidad para defenestrar a un régimen político inicuo, que ha llegado a destruir no sólo el bienestar social y económico del país, sino hasta nuestras ilusiones y esperanzas. La oposición, desmembrada, en lugar de ser una fuerza se ha convertido en una gran debilidad. Agónicos, elevemos hoy a San Pablo, en la fiesta de su conversión y de la unidad de los cristianos, una oración impetratoria, llena de fe, por esa unidad perdida que debemos rescatar.-

 

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