Peña Parra celebra la misa en la apertura del Año Judicial de la Rota Romana
Perseverancia y ocultamiento al servicio del matrimonio y de la familia: son las indicaciones del Sustituto de la Secretaría de Estado en la homilía de la celebración presidida en la Capilla Paulina del Vaticano.
«Que el Señor os conceda las gracias de la perseverancia y de la ocultación para que vuestro ministerio, día tras día, brote y dé frutos abundantes». Así lo deseó el arzobispo Edgar Peña Parra, el Sustituto de la Secretaría de Estado, dirigiéndose a los prelados oyentes, funcionarios y colaboradores de la Rota Romana que esta mañana participaron en la misa celebrada en la Capilla Paulina antes de la audiencia con el Papa con motivo de la inauguración del Año Judicial.
Precisamente, el prelado centró su reflexión en la necesidad de la perseverancia -con la que, dijo, «salvarás tu vida, obtendrás la salvación de tu alma»- y en el ocultamiento que hace actuar «en señal de humildad».
Inspirándose en la Carta a los Hebreos, proclamada en la Primera Lectura, y en el Ángelus del Papa Francisco del 13 de noviembre, el Sustituto llamó la atención sobre la «severidad» de la perseverancia, «una palabra que no es fácil hoy en día, puesta en crisis por una concepción muy provisional e inestable de la vida, que va desde los matrimonios a las experiencias laborales». El propio verbo «perseverar» cuando se escucha parece producir «una sensación casi desagradable de sentido del deber», añadió.
La mejor definición de perseverancia -entendida por el Pontífice como «permanecer constante en el bien, especialmente cuando la realidad que te rodea te empuja a hacer otra cosa»- se encuentra, según monseñor Peña Parra, «en un bien con el que tratas casi todos los días, el bonum fidei: la fidelidad».
A continuación, el Sustituto preguntó a quienes sirven en la Rota Romana: «¿Cómo podemos aceptar esta invitación y aumentar concretamente nuestra capacidad de perseverar?» La respuesta, subrayó, está en la Carta a los Hebreos, que parece sugerir «dos puntos esenciales, que imagino como dos fuegos»: los de la memoria y la esperanza.
Por un lado, «se trata de ese «recordar el primer amor» al que a menudo se refiere el Papa», porque revivir el recuerdo «puede calentar esa frialdad en la relación que de otro modo podría convertirse en escarcha». Por otro lado, respecto a la esperanza, destacó cómo la vida del cristiano está anclada en ella, porque «es contemplando el futuro con Dios, meta hacia la que se encamina la vida, como se adquiere la fuerza diaria para avanzar con pasos continuos y regulares».
De este modo, subraya Peña Parra, la perseverancia se apoya en la memoria y la esperanza: «Es imprescindible que todo creyente vuelva a estas fuentes de vida, sobre todo cuando se enfrenta a momentos de desconfianza o desolación».
En la segunda parte de su meditación, el arzobispo se detuvo en el tema del ocultamiento. Las realidades queridas por el Señor, dijo, «crecen, florecen y dan fruto no en el esplendor de la apariencia, sino en el silencio operante de lo oculto», porque «Dios actúa dentro de la historia, actuando en el signo de la humildad».
Recordando que la bondad no aumenta con el éxito, sino que su crecimiento es «cotidiano, humilde, silencioso», el Sustituto ofreció algunas indicaciones a los presentes para su servicio en favor del matrimonio y de la familia: en primer lugar, considerar «cuánto valor tiene ante Dios lo que se realiza en el secreto del trabajo asiduo de «escritorio», sin búsqueda de fama y notoriedad». En segundo lugar, la justicia: «una virtud que, antes de hacerse pública, es privada, oculta, hecha de rectitud interior, de honradez, alimentada constantemente por la voluntad de no hacer daño a nadie y de respetar y promover los derechos de todos, especialmente de los más débiles». Y, por último, la «necesidad de ser conscientes de los rápidos y complejos cambios del mundo actual, ciertamente no para mundanizarnos, sino para comprender mejor dónde arraiga la semilla», concluyó.
Fuente: L’Osservatore Romano / Vatican News