Así se construyó la mayoría, y cómo se perdió
La gente sigue en la calle en estas primeras semanas de enero en reclamo de salarios dignos y señalando por la miseria y la penuria al régimen indolente que comanda Maduro. Lo hace sin unidad política y advirtiendo a los partidos de oposición que la protesta no les pertenece
Javier Conde – La Gran Aldea:
De una elección parlamentaria a la próxima la oposición venezolana pasó de no tener ningún diputado a tener 65 y a igualar en número de votos al bloque oficialista de Hugo Chávez. Y en la siguiente elección parlamentaria a ser mayoría en todo el país con una amplia y contundente victoria sobre el régimen instalado en el poder en 1999. ¿Qué hizo posible un éxito político de esa envergadura en apenas seis años?, ¿cuál fue la decisión clave -adoptada en 2009 y ahora desechada- que sacó a la oposición de la derrota y despertó la esperanza en Venezuela?
En la MUD prevaleció la decisión de crear y proteger un patrimonio político común: “visión compartida, programa compartido, reglas compartidas, comunicación compartida, finanzas compartidas y la toma de decisiones compartidas’”.
Mientras la desazón se expande, entre descalificaciones y la ausencia de miras. Mientras se agrieta más y se hace mucho más penosa la vida venezolana, y la gente, sin embargo, sin remedio, vuelve a las calles de un lado a otro para reclamar (gritar con las vísceras) el derecho a vivir con dignidad. El pasado -que está ahí a la vuelta de la esquina- interpela y nos recuerda que fue posible construir, con paciencia y salivita, una alternativa al poder hegemónico (asfixiante, excluyente, inhumano y vergonzante) que domina Venezuela. De eso va esto que sigue.
Una mirada hacia atrás, no para diagnosticar el chavismo, que remedando a Jorge Rodríguez estamos hartos. Una mirada atrás para poner la pelota en el campo que interesa, aquel que creímos -y aún seguimos creyendo, a pesar de todo- que puede rescatar la democracia. ¿La puede en verdaíta rescatar?
Lo que sigue son apuntes incompletos, nada definitivos, (y dudas como preguntas) para hallar explicación al extravío opositor. Lo hago acompañado de Marino González, doctor en políticas públicas: un margariteño al que pela el frío de La Rioja española (más adelante hablaré de él). Marino es el responsable de todo lo positivo que tenga este texto: lo demás corre por mi cuenta.
El disparador
Es el 15 de febrero de 2009, Hugo Chávez acaba de sacar adelante con el 54,8% de respaldo -6,3 millones de votos de 11,7 millones escrutados- su segundo intento de reforma en menos de dos años a la Constitución que él mismo impulsó desde el día uno de su llegada al poder. La reelección indefinida (la razón de tanta alharaca) ha sido consagrada en el librito azul, cada día más librito. Nada hace pensar más que la derrota. En el mundo opositor se llega a una primera conclusión: este hombre puede gobernar toda su vida. Y en Miraflores seguiría si no hubiera fallecido.
La oposición está marcada por años traumáticos, fracasos estrepitosos. No tiene representación parlamentaria porque llamó a la abstención en las elecciones de 2005 (75% del padrón electoral no votó). En las presidenciales del año siguiente recibe su pela más contundente: 3 millones de votos por debajo. Tragando grueso se reconoce el triunfo y se mastica el fracaso. Bendita derrota aquella de 2009, sin embargo. “Para vencerlo, hay que unirse”: segunda conclusión.
El debut
Seis meses después: el 8 de junio de 2009 aparece un comunicado en la prensa: “Venezuela reclama unidad. Venezuela reclama, como respuesta a la pequeñez, grandeza; como respuesta a la mezquindad, generosidad; como respuesta a la injusticia, justicia; como respuesta al abuso, respeto. Solo así se construye esa libertad con los colores de la bandera, que nos haga sentir cada vez más orgullosos de ser venezolanos”. Diez partidos -a saber, Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Copei, MAS, Causa R, Proyecto Venezuela, Alianza Bravo Pueblo, Bandera Roja, Vanguardia Popular-, anuncian la creación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Atención a lo que sigue: “Una lucha cuya agenda es social y humana, además de política, porque es necesario recuperar el sentido humanista de la política, colocando al ser humano en el centro de la preocupación del liderazgo de toda la sociedad y de la acción del Estado”, promete la MUD en esa su primera declaración. ¿Siguió el “ser humano” (la gente que protesta, la que sufre) en el centro de la preocupación?, ¿dejó de estar ahí?, ¿por qué?
El facilitador
El proyecto de la Mesa de la Unidad Democrática que se conoció aquel junio de hace casi 14 años surgió de varios meses de reuniones, que empezaron a darse poco después del triunfo de Chávez en el referendo de 2009. Ese proceso de gestación y consolidación de la propuesta unitaria tuvo una reunión definitiva (en la Colonia Tovar) para establecer la visión estratégica de la MUD en la que participó una veintena de personas, entre ellas, la figura -que resultaría clave en el devenir de la alianza- de quién asumió el rol de facilitación (de entendimiento, de mantener la coherencia, de dotar de lenguaje propio a la Unidad, de trato directo con cada partido y realizar el trabajo pequeño: el que va sumando).
Los 10 partidos firmantes advirtieron la necesidad de la facilitación -¿tercera conclusión de la derrota?- y definieron los criterios para buscar a la persona idónea: prestigio político, serio, reconocido, amigable y que comparta la visión política. Todo condujo a Ramón Guillermo Aveledo, miembro de Copei, profesor universitario, expresidente de la Cámara de Diputados, afable y discreto, quien había sido secretario personal del presidente Luis Herrera Campíns.
Aveledo, comprometido a ser imparcial, se concentró en la labor de facilitación desde la secretaría ejecutiva de la MUD que ejerció y a la que dotó poco después de la Unidad Técnica -dirigida por Marino González, un datico más sobre el guía de estas anotaciones- porque había otras carencias en el ámbito opositor: instrumentos para hacer análisis de lo político, lo social y lo económico (nada menos).
Bienes comunes
El rol de la facilitación fue clave para que las cosas comenzaran a operar en el seno de la MUD. Entre aquellos diez partidos podían haber (habían) viejas rencillas, rivalidades, desconfianza y desconocimiento entre unos y otros. Pero prevaleció la decisión de crear y proteger un patrimonio político común. Los “bienes comunes de la alianza”: visión compartida, programa compartido, reglas compartidas, comunicación compartida, finanzas compartidas y la toma de decisiones compartidas. Cada uno de los 10 votos pesaba lo mismo, aunque un partido tuviera un millón de votos y otro 100 mil o menos. Una “generosidad” extraña en el mundo político que remite a la experiencia de la concertación chilena, creada para participar en el plebiscito de 1988 en el que derrotó al dictador Augusto Pinochet (cruel y cínico general de lentes oscuros). La concertación luego gobernó en Chile por 20 años.
Y un dato para nada menor que contribuyó a ese ambiente de camaradería y solidaridad. De manera intuitiva pero acertada la MUD no tenía sede, se reunía en la de los partidos de manera rotatoria lo que permitió otro tipo de encuentros: empezaron a conocer la sede de los otros, a tratarse más entre ellos mismos, en saludar y reír con la señora que servía el café: intimaron como personas y como colectivo. Como hace la gente común y corriente. No es una trivialidad.
Con el criterio de compartir los bienes comunes (tan difícil de entender hoy, porque no hay bienes comunes, o no hay el espacio para compartir o no se entendió como espacio común lo que se dijo que era de todos), la MUD comenzó a desarrollar lo que a la vuelta de semanas sería una frenética agenda de reuniones, encuentros y debates bajo una regla de oro: todo se decide por consenso. Y cuando no se alcanzaba, se daba tiempo para los contactos, para que apareciera la mano zurda (no entiendo por qué no puede ser derecha) de la secretaría ejecutiva y hubiera acuerdo.
Con el 2010 en la mira
Ante la indefinición sobre la fecha de las próximas elecciones presidenciales, la MUD decide concentrar su atención en las parlamentarias que se realizaron el 26 de septiembre de 2010. Tras un intenso debate interno sobre la manera para escoger los candidatos, la MUD logra tener para diciembre de 2009 las normas para la escogencia de los candidatos tanto por Primarias como por acuerdos unitarios. También tiene listo el documento que establece la visión estratégica, el programa de la unidad denominado 100 soluciones para la gente y la agenda parlamentaria para el período 2011-2015. Todo ello en los seis meses desde la creación de la alianza opositora.
En la introducción de su programa unitario para el país la MUD reitera que fue creada “para servir a los venezolanos, para contribuir a la democracia y el bienestar de todos”, y que es “clave” crear las condiciones para “hacerlo juntos”, y que el “sentido de comunidad” crece en la medida que “se comparten ideas y realizaciones” (Este párrafo merece leerse de nuevo).
El foco, el interés mayor, el centro de la acción política de la alianza se define con absoluta nitidez: “el bienestar de las personas, las familias y la sociedad en su conjunto”. Cuando el CNE fija la fecha de las elecciones legislativas, la Unidad está lista y entra de lleno en la campaña electoral. El resultado ratifica que el trabajo se está haciendo bien. El PSUV y sus aliados suman 5.423.324 votos y la MUD -en su primera participación electoral- 5.320.364: menos de 1% de diferencia. El oficialismo por la manipulación de los circuitos electorales (chavismo y trampa son sinónimos) obtiene 98 diputados y la oposición 65.
La MUD gana en Anzoátegui, Carabobo, Miranda, Mérida, Táchira, Nueva Esparta, Zulia, Distrito Capital y pierde por diferencias pequeñas en Bolívar (3%), Aragua (4%), Sucre (4%) Falcón (6%): PJ con 1,5 millones de votos, AD (1,3) y UNT (1,1) son los más votados de la alianza. El mapa político del país es otro.
Eligiendo un liderazgo
La alianza crece, hay más organizaciones -llegaron a ser 30-, se dispone de un grupo parlamentario con una agenda unitaria propia y ahora se trata de elegir en Primarias una candidatura para las elecciones presidenciales de 2012 y los aspirantes para gobernaciones y alcaldías. Desde finales de 2010 se comienzan a preparar las Primarias que se realizaron el 12 de febrero de 2012: uno de los grandes éxitos políticos y organizativos de la MUD.
La secretaría ejecutiva, bajo la coordinación de Ramón Guillermo Aveledo para lo grande y para lo pequeño, que se reúne todos los jueves entre las 3 de la tarde y las 8 de la noche, es un hervidero de actividad, que involucra a más de mil personas en la construcción política en todos sus ámbitos.
José Luis Cartaya ejecuta las laborales secretariales de esa instancia y de la MUD para todo lo relacionado con las convocatorias y organización. Hay un equipo estratégico bajo la responsabilidad de Diego Bautista Urbaneja y Ricardo Sucre, que reúne todos los martes una comisión de estrategia por la que pasaron personas de gran y variada experiencia política para producir insumos para toda la alianza. En la unidad técnica, bajo la dirección de Marino González, junto con Néstor Luis Luengo, se contaba con un equipo de veinte técnicos que fue creciendo exponencialmente a medida que se acercaban las Primarias y llegó a sumar muchos centenares de expertos y especialistas para enriquecer lo político, lo económico y lo social, también los asuntos electoral e internacional.
Había más: el área de comunicación a cargo de Luis Ernesto Aparicio (sobrino de Luis Aparicio, el único Hall de la Fama venezolano). Arnoldo Gabaldón, con un grupo de más de 40 personas, se ocupó del soporte financiero, en medio de grandes dificultades para buscar recursos que permitieran tal despliegue de actividad. Edmundo González Urrutia en el ámbito internacional hizo contacto con todas las unidades fuera del país, con embajadores y personal diplomático, tareas en las que colaboró más de un centenar de personas.
Con esa robusta estructura, más la actividad directa de los partidos, y el empuje del primer éxito electoral, la MUD asume la organización de las Primarias, cuya comisión presidió Teresa Albánez (en un esforzado y destacado trabajo de meses, no de dos días). Se acuerda la participación del CNE -sin la cual no hubiera sido posible alcanzar el carácter masivo que tuvieron las Primarias, abiertas a quien quisiera participar-, se levantan los recursos indispensables para su realización y se promueve el interés en la votación con una campaña que incluye varios debates entre los aspirantes a la candidatura unitaria. La MUD concentra el interés público.
Los resultados fueron más allá de lo esperado con una participación de 3.079.284 electores -los cálculos estimaban un éxito el voto de la mitad de ese total. Henrique Capriles (PJ) con 1,9 millones de votos (64,2%) fue el claro ganador, doblando a Pablo Pérez (UNT, 30,3%), María Corina Machado (3,7%), Diego Arria (1,3%) y Pablo Medina (0,5%), todos como independientes, completaron el cuadro de precandidatos, tras el retiro de la candidatura de Leopoldo López.
Ocho meses antes de la elección presidencial de 2012, que se celebró el 7 de octubre, la MUD tiene un candidato unitario, con un programa también unitario suscrito por los precandidatos -con la excepción de Arria- y un discurso firme, de cambio político pero alejado de la estridencia con amplísimo respaldo en el mundo opositor.
Otro dato significativo como saldo de las Primarias es que los sondeos de opinión que venían indagando -sobre todo Félix Seijas desde el IVAD- sobre si la alianza opositora tenía un programa para el país y tenía la gente preparada para gobernar, reflejan la opinión favorable de la mayoría del país. (¿Cómo se responderían hoy esas dos preguntas después del naufragio y hundimiento del gobierno interino?).
En una intensa campaña contra Hugo Chávez -autorizado por la Carta Magna a buscar otra reelección- la oposición ratifica su sólido crecimiento, que abarca amplias zonas populares del país en los grandes centros urbanos. Pero es insuficiente para alcanzar el poder: el oficialismo suma 900 mil votos más a su resultado de 2006 pero por primera vez baja porcentualmente (de 62,8% a 55%). Las fuerzas opositores suman 2,3 millones de votos más (dos veces y media más que el chavismo). Y también por primera vez la oposición sube porcentualmente (de 36,9% a 44,3%), con una participación del 80% del registro electoral.
Mayoría
La muerte de Chávez obliga a un nuevo round electoral convocado para marzo de 2013 contra quien había sido designado como el sucesor: Nicolás Maduro, sin la ascendencia y el liderazgo del desaparecido jefe político. Aunque los sondeos apuntan que Maduro puede ganar (porque quien guía la campaña desde el más allá es Chávez); la oposición en un cierre épico de campaña empareja el resultado y hasta el día de hoy prevalece en amplios sectores la idea de que Capriles ganó. Muchos (nadie sabe cuántos) siguen pensando que la victoria fue robada y que faltó (lo que faltó) para defender los votos. La diferencia fue por un meñique (poco más de 1%). La más corta a nivel presidencial desde que en 1968 Rafael Caldera (Copei) derrotó a Gonzalo Barrios (AD) por 30 mil votos (menos de 1%).
Marino González piensa que se pudo haber ganado. Es, como Aveledo, un hombre mesurado, fino en la observación, paciente y organizado, de pluma clara y certera. Profesor jubilado de la Universidad Simón Bolívar(USB), extraña sus días en las aulas aunque sigue dando cursos online de políticas públicas para la USB. ¿Por qué piensa que la victoria hubiera sido posible? Porque la MUD había extendido la cobertura electoral hasta el 95% de las mesas (gracias al trabajo de Leopoldo López, coordinador de esa área, hay que consignarlo), muy por encima del 70% y 80% habitual.
Esa cobertura reportó incidencias en tiempo real -la intimidación de motorizados y colectivos- que pusieron en riesgo 200 mil votos, más que la ventaja que obtuvo Maduro: no que las máquinas hacían trampa (como torpemente se hizo creer) sino que ante esas incidencias no hubo capacidad para defender esos votos en las mesas o simplemente impidieron que el elector emitiese su voto. “El informe técnico elaborado con esas incidencias demuestra que fue posible la victoria, no ganamos en votos porque no nos dejaron votar y cuando vas a contar, los testigos no estaban. Lo que ocurrió es inaceptable en cualquier país democrático”, subraya quien fue jefe de la Unidad Técnica de la MUD.
De esa “derrota” corta, mínima, pero de enorme frustración, se enraiza y refuerza la idea de buscar por otra vía (sin evidencia alguna de éxito: basta recordar abril 2002, el paro petrolero, la tragicomedia de la Plaza Altamira) lo que no dan los votos. Una salida que tendrá sus consecuencias en el devenir de la Unidad.
Marino González lanza una pregunta con respuesta a medias: ¿Qué hubiera pasado si la MUD continúa con su idea de “centralidad”, de trabajo electoral, de seguir profundizando el arraigo y la operación política de la alianza opositora? Es a medias la respuesta, digo, porque a pesar del debate sobre las vías la alianza opositora cosecharía muy pronto su victoria más significativa, más clara, más contundente para aguar (frustrar) el 17mo aniversario de la llegada del chavismo al poder.
En las elecciones parlamentarias del 6D de 2015 la pela se la llevaron “los rojos”: los autores del desastre nacional (las pruebas están a la vista para quien quiera ver) sacaron 5,6 millones de votos (40,9%) contra 7,7 millones (56,2%) de la Mesa de la Unidad Democrática: hay (al fin) una nueva mayoría política en el país. La oposición es una real alternativa al poder inútil (por su obra) del chavismo. Ese triunfo es el que hace posible el gobierno interino de 2019. Es el último bien común de la oposición (¿gerenció bien la oposición ese éxito tan ilusionante?, ¿se empachó con el triunfo?, ¿sucedió igual cuatro años después y los siguientes a la creación del gobierno interino?).
Desapego y divergencias
¿Por qué una historia de éxito indiscutible deriva en esta penosa situación de principios de 2023 con la oposición dividida y descalificándose unos a otros, sin vías de entendimiento?, ¿surgieron las diferencias con el manejo del gobierno interino o solo se potenciaron porque ya habían tomado cuerpo en el seno de la alianza opositora?, ¿vale aplicar el pasaje bíblico de que el que esté libre de culpa que lance la primera piedra? Hay algunas certezas, sin embargo: las divergencias parten del debate sobre las vías: la electoral o la de priorización de las protestas y manifestaciones en la calle, que se plantea luego de la “derrota” ante Maduro.
La MUD -a pesar de sus logros y de sus avances unitarios- no pudo resolver esas divergencias, ante las cuales cada partido dentro de la alianza tomó posición y actuó en consecuencia. Fue, por tanto, un tema que quedó sin resolver, que casi con seguridad no se discutió a profundidad y agrietó, hasta su desunión actual, el extraordinario esfuerzo solidario que sostuvo las mejores victorias de la oposición.
La gente sigue en la calle en estas primeras semanas de enero en reclamo de salarios dignos y señalando por la miseria y la penuria al régimen indolente que comanda Maduro. Lo hace sin unidad política y advirtiendo a los partidos de oposición que la protesta no les pertenece. Ni lo uno, ni lo otro: desapareció la conducción y guía unitaria, también la jefatura de la protesta.
Porque a la división y las mutuas acusaciones (¿ese es el resultado de gobernar que puede mostrar la oposición?) se suma el desapego hacia los problemas de la gente. Recordemos el centro de la acción política que la oposición acordó: “el bienestar de las personas, las familias y la sociedad en su conjunto”. No se trata solo (me dice Marino González y lo comparto) de reemplazar un gobierno por otro (aunque eso sea un paso fundamental, urgente, impostergable) si ese otro que pretende gobernar no hace suyo hasta los tuétanos el reclamo del bienestar de la gente. Soluciones para la gente, se llamó la propuesta programática de la MUD, ¿sigue viva?, ¿queda en entredicho la cualidad democrática de la “dirigencia” opositora?
PD: Disculpen lo largo. Ante la ausencia de explicaciones serias y razonadas de unos y otros en el G3 o el G4, se me fue la mano.
Tomado de América 2.1