Trabajos especiales

Roscio: Notas y Reflexiones

He aquí el poder y trascendencia de una universidad libre y crítica y la razón por la cual las tiranías la someten y acosan

P. Luis Ugalde, sj:

  • Pleitos de alfombras y tapetes

1797: Cabildo de Valencia se opone a que la señora Isabel María Páez .esposa de D. Juna José Ochoa, use alfombra para arrodillarse en la iglesia, porque ella no es mantuana. Roscio asumió su defensa y en agosto de 1797 envió al tribunal del Teniente de Justicia Mayor un escrito en defensa.

1798 Roscio solicita el ingreso en el Colegio de Abogados. Es rechazado pues él era hijo de mestiza y nieto de india. Roscio argumentó vigorosamente y por fin el 18 de diciembre de 1800 el Fiscal dictaminó a favor de Roscio.

Cuando el Cabildo de Caracas y la Universidad defendían las barreras estamentales reinantes en la sociedad y reaccionaban espantados ante la  cédula real de “Gracias al Sacar” (1795), Roscio rechaza el reinante sistema esclavista, la discriminación estamental y la nobleza hereditaria imperante en su sociedad. Contra los que defienden que el sistema de estamentos sociales y barreras es el orden querido por Dios, Roscio dice que se trata  de “quimeras que forjó la fantasía inflamada de amor propio”, pues “los hombres nacieron todos libres, y todos son igualmente nobles, como formados de una misma masa y criados a imagen y semejanza de Dios” (Ver Héctor Parra Márquez Historia del colegio de Abogados de Caracas pp 455- 596. Todos los hombres, incluidos los esclavos negros, tienen la misma dignidad humana y los escogidos para gobernantes no deben ser” los más blancos, los más hermosos, los más prietos, ni los más rosados, sino los de más alentó y virtud”. En plena monarquía  colonial se atreve a enfrentar a Aristóteles y a la escolástica reinante: “Y verdaderamente  solo la ignorancia de las leyes de la naturaleza, y la atrevida ciencia de los escolásticos pudieron pretender excluir de la especie humana a los negros. La necia división aristotélica de accidentes absolutos  y relativos, fue sin duda la autora de una sentencia tan bárbara y cruel” (Op. Cit. p. 583). La verdadera nobleza y dignidad reside  en la fundamental condición humana común a todos, sin distinción de razas ni colores. Por eso exclama: “¡Infeliz  estado, aquel en que la vanidad, la locura y entusiasmo usurpan el premio debido por derecho natural y divino al mérito y a la virtud!”(p. 574). Y concluye que sobre esa base los esclavos podrían ser más nobles que los mantuanos (p. 576), afirmación que llenaba a los mantuanos de “¡horror  y de asombro!” y que según ellos alimentaba en esclavos y pardos el espíritu de subversión. No es de extrañar que el censor de Roscio Licenciado Joaquín Suárez de Rivera (en 801) considere que esas ideas de Roscio son subversivas, heréticas, sacrílegas y sanguinarias. Esas ideas  contribuyen “ a Confundir las c clases, o enemistar las personas, a concitar las gentes, a alborotar los pueblos y en una palabra a deprimir aquellas sagradas leyes que ha dictado la Omnipotencia para conservar la autoridad del príncipe, y la obediencia del pueblo; y para distinguir  el grande del cortesano, el militar del togado, el súbdito del que manda, al vasallo del señor, el hombre público del particular, al sabio del idiota, al noble del plebeyo, y en estas regiones al blanco del moreno y del pardo”( O. Cit. p. 591). Aquí está una década antes del inicio del movimiento independentista la visión integral que contrapone al “antiguo régimen” colonial  el nuevo orden republicano que va más allá del cambio del centro del poder de Madrid a Caracas.

En la persona de Roscio es la Universidad la que nutre e inspira la total transformación de la sociedad. Esto llama más la atención en los tiempos en que parecía prevalecer la condición subordinada y servil de la universidad  al servicio del orden establecido. La Cédula de “Gracias al Sacar” (1795) por la que la Corona buscaba obtener ingresos, los pardos con recursos podrían acceder a ciertos privilegios y prebendas sociales exclusivas de los blancos  mediante el pago de sumas. El Cabildo de Caracas  rechazó la cédula real impidió su promulgación. Pero también el Claustro Universitario en carta al Monarca de octubre de 1803 defendió  que a la universidad  solo podían entrar “los niños de limpio nacimiento y de origen puramente europeo” (Ver Ildefonso Leal. Historia de la Universidad de Caracas  Edic. Biblioteca UCV 1963p. 326) La razón está en el origen bajo e indigno de los que no son mantuanos, es decir pardos y mestizos de diversos matices  a quienes se suman también los “blancos de orilla”, estos por la mancha de provenir de familias dedicadas a  realizar “trabajos bajos y serviles”. La Universidad entonces y hoy se debate entre la  universidad que enseñan y defiende la sumisión a un orden injusto y discriminatorio al servicio del régimen político imperante y la universidad erguida  para defender la dignidad, la libertad y la transformación social y política de una democracia social. Entonces el Claustro defendió lo diametralmente opuesto a lo defendido por Roscio: “Si se introducen en el cuerpo literario los pardos, si tienen opción a sus premios y remuneraciones, se extinguió para siempre entre nosotros, el esplendor de las letras, se arruinó eternamente nuestra Universidad. Se sepultó tristemente en el desprecio este cuerpo literario” (Ver Op. Cit. pp. 327-329)

Los pardos deben ser rechazados porque han llegado de África a nuestros puertos “marcados  con toda la ignominia  de la barbarie y con toda la infamia de la esclavitud. Hombres estúpidos, groseros, desnudos  y sin más señal de su racionalidad que una semejanza desfigurada y casi oscurecida con el ardor del clima (… …) Hombres en quienes las pasiones más groseras tienen  un imperio casi que los degrada de su ser. Hombres inclinados al robo, sanguinarios, suicidas, cubiertos por lo común de la confusión de las costumbres más bárbaras, estos hombres son los ascendientes que forman el principal tronco de la genealogía de los pardos”. Si a estos se les abre la puerta en la sociedad y en la universidad el peligro es gravísimo, por eso  “el claustro se horroriza y tiembla” y le dice al Rey: “El número de los pardos, el orgullo que les inspira no sólo la igualdad sino el dominio  sobre aquellos de quienes sus abuelos fueron libertos, el odio con que miran a los amos de los causantes, la estrecha unión que se observa en su cuerpo, el empeño  que toman en exaltar las más  pequeñas ventajas de los suyos y el peligroso ejemplo de unas colonias desgraciadas donde los europeos de origen han sentido y sienten actualmente el terrible peso de la igualdad de los pardos, todas estas circunstancias reunidas presentan su elevación como sumamente perjudicial al estado”(Ib.)

Nunca debemos olvidar que ayer como hoy la Universidad es capaz de defender semejantes disparates, aunque pretenda ser la sede de la razón y de la sensatez. Una universidad sometida y servil, termina defendiendo los regímenes más oprobiosos y  las estructuras sociales más negativas para la sociedad. No estamos hablando de peligros remotos, sino de realidades presentes. Por eso más que nunca es actual la voz del universitario Juan Germán Roscio con el talento y la razón puestos al servicio de la libertad frente al despotismo y la dignidad frente al servil envilecimiento.

Roscio  se adelanta a su sociedad y se enfrenta  al ver lo inútil y ridículo que son estos pleitos  para discriminar : “Si sobre los pleitos de calidad, que ninguna utilidad traen a los estados, ni para las letras, ni para las armas, ni para el comercio y la agricultura, se diese lugar al lío de alfombras y tapetes mujeriles, padeceríamos las artes y ciencias y por consiguiente la nación un quebranto muy notable: porque distraídos los vasallos  en estas frioleras y pataratas, perderían en ellas el tiempo que podrían emplear en asuntos de importancia. Yo no sé si en el país de las monas se suscitarían disputas y contiendas de esta clase. Lo que sé es que aquellas que en la antigüedad, y en el tiempo del mayor fanatismo se promovieron sobre pelucas, abanicos, polvos y otras fruslerías se disiparon enteramente. Así también se disiparán los del tapete, argumenta Roscio en la defensa de Isabel María Páez (Op. Cit p.588).

Ya lo dijo con claridad, ahí está la causa del atraso y de la pobreza de las artes y ciencias y de la nación entera. Prejuicios sociales que bloquean  la prosperidad económica y priva a la universidad que los cultiva de su necesaria conexión con el hecho productivo. Si quienes estudian no pueden mancharse las manos en el trabajo y quienes trabajan no pueden estudiar  pues están manchados con la realización de los “trabajos bajos y serviles” está garantizada la perpetuación de la pobreza.

Más adelante ya en la cárcel española  cuando en 1814 escribe “El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo” dice con toda claridad que “ la prosperidad de un pueblo no consiste en la cantidad de oro que posee, sino en el número de talentos y de brazos que emplea con utilidad” ( cap. V) En el mismo capítulo Roscio hace la conexión  entre la igualdad dignidad natural de todas las personas y sectores sociales, con su apertura al hecho productivo y la soberanía política  que corresponde a todos y no al monarca. Esa especie de compañía que nace del pacto político constituye “el fondo común de las sociedades civiles”. “De aquí es que, cualesquiera que sean los administradores de la compañía política, nada más tienen, ni pueden tener que el mero ejercicio de esta soberanía, radicada en el pueblo, en todos, y cada uno de sus miembros de una manera imprescindible” (Ib.) Son derechos que no pueden ser usurpados y a los cuales no se puede renunciar. “La libertad sola vale más que todo el oro del mundo (Non bene pro toto libertas venditur  auro). No hay tesoros  que contrapesen  la párida de libertad y demás derechos imprescindibles ¿Cuál será la torpeza y nulidad del acto que exonere de la cuenta y razón a los que administran la soberanía de las naciones?”(Ib.)

Roscio se va convenciendo de que  esta idea y la convicción de que ella descansa en la ley natural y en la voluntad divina, una vez que entre en la conciencia de la población se vuelve invencible y no habrá armas que la puedan derrotar. En esa conciencia está la verdadera fuerza y poder de una nación. “Convencido Señor, de estas verdades, me entregué a la reflexión; y en todas partes hallaba nuevos convencimientos de la majestad y poder del pueblo. Sea cual fuere el dictado que se arrogue su administrador, será vano, si le falta la fuerza y poder nacional” La fuerza de los tiranos  es otorgada por la sumisión de los súbditos que renuncian a su poder y esto lo  logran los  déspotas con la siembra y cultivo de falsas ideas de sumisión puestas y deseadas por Dios, hasta lograr beber en toda la cultura y religiosidad desde la infancia la idea de que ir contra el Rey es ir contra Dios. Al pueblo se le somete “Captándose su credulidad con el socorro de fábulas religiosas, con la voz y pluma de los más expertos misioneros del poder quimérico. Entonces conocí yo que ningún conquistador o magistrado, podía usurpar, ni conservar la usurpación de los derechos sociales sin hacerse de criaturas a quienes interesase, cediéndoles una parte del poder usurpado.” El poder del dominador es otorgado por la cesión del dominado. Para Roscio, esta no es sólo una idea filosófica, sino teológica. El pueblo es religioso y si en su espiritualidad cotidiana cree que Dios  ha creado los estamentos sociales y las monarquías absolutas el dominio será más fácil y seguro. “Para ejecutarlo con menos dificultad y riesgo, ellos mismos, son los más empeñados  en sostener y propagar  la falsa doctrina  del poder dimanada exclusivamente del cielo. Toda esta maniobra es palpable pero el vulgo infatuado renuncia al informe de sus sentidos: habituado a creer maravillas contra el orden  establecido en la naturaleza, quiere reducirlo todo a la esfera de lo extraordinario y misterioso: curioso  y amante de cosas portentosas, prefiere las fábulas y romances a la realidad de los hechos y nada le gusta tanto como la narración de cuentos poéticos, encantamientos y metamorfosis” (Ib.). Roscio  confiesa en la cárcel española luego de la caída de la Primera República que el mismo fue descubriendo dónde estaba el poder de las naciones y su riqueza. Miró a la liberación del pueblo de Israel de la opresión de Faraón. Este teme el poder de un pueblo consciente de sus derechos y de la fuerza liberadora de Dios. Ahí introduce  Roscio a la lectura de la biblia para demostrar que Dios quiere la liberación y no la opresión del pueblo. “El libertador (Moisés) de esta gente oprimida me suministro una prueba positiva de esta verdead, que confirmaba mi desengaño, y la voy a referir” (Ib.) Así empezando por  para demostrar que dios quiere la libertad del pueblo y la idea contraria se debe a la manipulación del poder  para afianzar sus tiranía. A los argumentos bíblicos seguirá la lectura crítica de la historia del cristianismo.

He aquí el poder y trascendencia de una universidad libre y crítica y la razón por la cual las tiranías la someten y acosan. La nueva Venezuela, libre de las ilusiones mesiánicas y la manipulación educativa y  comunicacional  requiere de una universidad y de un sistema educativa que se alía con el hecho productivo y con la soberanía popular basados  en el empoderamiento de toda la población con ideas, capacidades productivas  y conciencia de que la soberanía no está en ningún caudillo ni dictador, sino en el conjunto de la sociedad soberana.-

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