Estimados amigos:
Como ustedes ya saben, cada semana llegan a Washington 3 ó 4 autobuses cargados de inmigrantes, mayoritariamente venezolanos. Han ingresado a Estados Unidos de manera ilegal, se entregan a las patrullas fronterizas, solicitan asilo y luego les asignan una fecha para comparecer ante un tribunal en alguna ciudad. Los gobernadores de Texas y Arizona, como jugada política, los suben en buses que los llevan a Washington. Consideran esos mandatarios regionales, que la inmigración es una competencia, mal administrada que corresponde al Gobierno Federal y por ello los envían a la capital. Muchas veces en condiciones deplorables. Los sueltan en Union Station o frente a la Residencia de la Vicepresidente Harris y ya…
Organizaciones humanitarias tales como Catholic Charities y SOMU prestan ayuda invalorable y reciben dinero público para ello. La Alcaldía también lo hace.
Hay una organización venezolana, llamada Acción Humanitaria (Humanitarian Action), preexistente a la crisis actual, que se ha volcado a esta tarea. El trabajo que desarrollan linda con el heroísmo. Lo hacen sin desmayo y con la mayor constancia, resistiendo a la banalización de una tragedia que se repite noche tras noche.
Los inmigrantes llegan en autobuses, después de más de 40 horas de viaje, muchas veces no han recibido comida, no tienen ropa de invierno, no saben a dónde están llegando, la inmensa mayoría no habla inglés. Se trata de darles comida, ropa, atención médica (de ser el caso) y alojamiento inmediato, para luego encauzarlos hacia el destino que tienen asignado. Muchos de ellos atravesaron el Tapón del Darien, luego recorrieron Centroamérica y México y en todo ese trayecto fueron víctimas de todas las formas posibles de atropello y abuso. Se presentan situaciones dramáticas.
Me voy a permitir contarles una situación real, vivida hace apenas unos días. Uno de los voluntarios, gran amigo mío, recibe tarde en la noche, por su celular, una llamada de una madre que se encuentra en la calle, aquí en Washington. Está embarazada y tiene dos niños muy pequeñitos. Era una noche de frío intenso, no tienen mayor abrigo ni comida ni lugar a donde ir. Mi amigo, el voluntario, no tiene el dinero para tomar un Uber y se va caminando hasta la estación de Metro más cercana y cuando llega, se entera que el último tren acaba de salir. Llama a la policía y varias patrullas intentan localizarles, pero la madre, cuando ve las luces azules y rojas intermitentes de los carros, se esconde, aterrorizada por el temor de ser deportados. Finalmente, para hacer el cuento corto, mi amigo logra despertar a alguien que lo acompañe y llega al lugar. Los consigue, los lleva a un Convento y logra que, a pesar de la hora, las religiosas abran la puerta y los reciban. No hace falta que les describa la noche de horror para la madre y el riesgo de muerte por hipotermia de los niños, circunstancia que se suma a todo el sufrimiento que han experimentado desde que salieron de Venezuela.
¿Por qué este largo correo? Ocurre que esta situación tiene que ser atendida y que todos los venezolanos tenemos un deber de solidaridad. No todos tenemos la vocación de santidad que cada día lleva al pequeño grupo de voluntarias y voluntarios a dedicar horas y horas a esta hermosísima tarea. Estoy seguro que todos estamos dispuestos a donar ropa, comida y algo de dinero. Pero lo hacemos en forma ocasional y luego el trajín diario nos lleva a proseguir nuestras vidas.
Mi idea es montar una red que de manera ininterrumpida permita complementar, en la mayor cantidad posible, el financiamiento de este grupo de personas abnegadas. Estoy proponiendo donaciones que sean perfectamente alcanzables por cada uno de ustedes, dejándoles fijar el monto que les sea accesible. Sólo les digo que 5, 10, 20, 50 o más dólares mensuales pueden significar en los casos más extremos, salvar vidas y en los casos corrientes mitigar el sufrimiento de quienes han tenido que abandonar sus casas, sus familiares, su país, en busca de una nueva oportunidad.
La idea es, en el marco de Humanitaria Action, crear un fondo “para emergencias”. Es decir que el dinero que logremos recoger no vaya el funcionamiento diario de la Organización, sino que sirve para atender casos puntuales (como el que narré de la señora y los niños) que se presentan a diario y que muchas veces, no hay cómo atender. (Un pasaje en autobús para una ciudad lejana; una medicina cara, una compra en emergencia de prendas de vestir que no se tengan disponibles; una noche de hotel cuando los refugios están llenos; pagar un taxi o un Uber y etc y etc.)
Mi idea es que esta colaboración pueda programarse mensualmente a través del Banco de cada quien y que el dinero se acredite de manera automática. Si esta vía no les resulta conveniente, las donaciones puntuales serán bienvenidas. Todas ellas son, en Estados Unidos, deducibles en el IRS.
Opciones:
1) Transferencia bancarias: Humanitarian Action, Banco Wells Fargo, Número de cuenta 6570534716, Depósito directo y pagos electrónicos: 054001220.
2) Zelle: humanitarianactionorg@gmail.com
Déjenme saber sus respuestas y reciban un fraterno abrazo. Demás está el ruego de que hagan circular esta petición entre sus allegados.
Gustavo Tarre