Tradición e institucionalidad: el IVIC y su personal en un nuevo aniversario de la institución
Horacio Biord Castillo*:
El aniversario de una institución, así como sucede con el cumpleaños de una persona, constituye siempre una excelente ocasión para celebrar y festejar. A medida que pasan los años los festejos van adquiriendo otros sentidos: al regocijo le agregamos también reflexión. Ello solo es posible con el paso del tiempo, que va dejándonos eso que se suele llamar “madurez” y que a veces puede sonar un poco chocante. Madurez y edad no son sinónimos absolutos, pero se apoyan mutuamente. Así como una persona, las instituciones van viendo desde la distancia sus derroteros, las cuestas y rampas, los senderos empinados, los atajos, las travesías llanas y ligeras, que van formando un solo camino con todos esos trayectos que hacen acelerar el paso o respirar con más calma.
Algunos aniversarios se suelen marcar como señalados y en algunos casos se les atribuye la condición de “bodas” (entre otras muchas, de plata, de oro, de diamante). Otros parecerían más anodinos. Los 14 años no se celebran como los 15. Hoy pudiera pasarnos lo mismo con el IVIC. Celebramos 64 años de su creación, mediante decreto del presidente provisional Edgar Sanabria, un intelectual y académico, escritor y profesor universitario, el 9 de febrero de 1959. Uno puede pensar que hace tan solo cuatro conmemorábamos 60 y que apenas el año que viene haremos, como se dice en algunos países, 65 (bodas de platino) y dentro de once vendrán las bodas de diamante o de brillantes. Todo es cierto, pero estos 64 valen por muchos debido a distintas razones. Una de ellas ha sido la pandemia, que nos obligó a confinarnos para preservar la salud. Se trató de un hecho muy interesante, pero demasiado complejo, que solo podremos valorar en el futuro: como cuando oíamos hablar a nuestros mayores de la “peste” o gripe española que debieron afrontar hace un siglo: una experiencia única, aterradora, ya superada, que movía a la vez a la compasión y la ternura.
Decía el poeta Vicente Gerbasi en “Mi padre el inmigrante”: “De la noche venimos y hacia la noche vamos”. Nosotros venimos del confinamiento, pero por fortuna no vamos de nuevo hacia él. El IVIC, como nuestro país y el mundo, continúa reencontrándose y mediante ese reencuentro se va fortaleciendo. Veamos por qué.
En agosto de 1980, cuando tenía 18 años y acababa de terminar mi primer año de carrera universitaria, ingresé como Estudiante Visitante al Centro de Antropología. Desde entonces me llamó mucho la atención que en los aniversarios del IVIC siempre había un buen número de trabajadores (obreros, empleados administrativos, personal científico) que recibían reconocimientos por más años de servicio que los que tenía el IVIC de existencia.
El IVIC era aún joven y su pasado institucional, sus orígenes, como casi siempre pasa, tenía dos narrativas: la oficial y otra que pervivía en la memoria de quienes en 1954, antes de que se terminara de construir la carretera Panamericana, ya habían empezado a laborar en lo que sería nuestro instituto. Años después tuve la suerte de trabajar con la Dra. Nelly Arvelo-Jiménez, hoy Investigadora Titular Emérita, quien muy joven había ingresado al IVIC como recepcionista en la época del Dr. Humberto Fernández Morán, cuando aún por supuesto no se llamaba IVIC. De ella oí muchos relatos, así como de otras personas que fui conociendo, entre ellas obreros que tenían la misma trayectoria: del IVNIC o Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales al IVIC. Hechos por supuesto los cambios que se efectuaron tras la caída de Marcos Pérez Jiménez, la salida del fundador del instituto y transformada su finalidad hacia la investigación multidisciplinaria, lo que había pasado antes también contribuyó a la consolidación del IVIC y no solo la infraestructura que se construyó inicialmente. Muchos valores, prácticas y por supuesto personas se sumaban al nuevo proyecto. Se iniciaba así un elemento muy importante: la tradición institucional.
En tiempos difíciles, como los que vivimos, celebrar estos 64 años del IVIC adquiere una inusitada importancia. Debemos cimentar el fortalecimiento del IVIC en estas circunstancias que nos parecen poco estimulantes. Pero atención, mucha atención, en la actualidad no solo vivimos momentos difíciles en nuestro país, sino en el mundo entero y esta no es la única circunstancia difícil que ha enfrentado el IVIC. Pudiéramos señalar varias, es verdad; pero fijémonos en unas pocas: con la nacionalización del petróleo en 1976 y la creación de diversas instituciones que requerían recursos humanos especializados, parte del personal científico del IVIC salió hacia esos nuevos espacios, pero el Instituto se sobrepuso y continuó. Luego, a partir de 1983, esfumado el sueño de la Gran Venezuela, el país vivió una fuerte crisis económica con implicaciones sociales nada sencillas y el IVIC sufrió severas restricciones presupuestarias. Gracias, precisamente, a la tradición que apuntalaba a su vez la fortaleza institucional el IVIC sobrevivió. Años después, producto de esa crisis económica con grandes implicaciones sociales, el IVIC enfrentó uno de sus momentos más complejos: la crisis de 1992 que obligó a su intervención y el nombramiento de autoridades interinas, un período que aún debemos estudiar mucho para entender-nos y sobre todo proyectar-nos. De nuevo, la tradición jugó un papel determinante junto a la institucionalidad que se había ido generando. Tradición e institucionalidad: la una alimentaba a la otra, como un venero o manantial de aguas cristalinas y refrescantes, que es el gran poder de la tradición.
Nos falta, sin embargo, un elemento fundamental que subyace a los dos anteriores. ¿Cómo decirlo? La luna, dependiendo de sus fases, nos muestra distintas caras: a veces vemos una parte, otras no, y así: pero todas las secciones, las que vemos o no, son parte de la luna, la forman. Así sucede con el IVIC. Imaginemos visitantes que vienen al IVIC, pero que desconocen lo que está visitando. Si un día uno de ellos va únicamente a un laboratorio de ciencias experimentales, pensaría que al IVIC lo hace el personal científico de determinada disciplina; pero si otro visitante un día de labores solo pasa por las canchas de Guayabal y ve a la cuadrilla rozando el monte, limpiando las instalaciones y haciéndoles mantenimiento pudiera pensar que al IVIC lo hacen únicamente esos trabajadores. Igual pasaría si otros visitantes conocen el área administrativa o la biblioteca. La verdad, en cambio, es otra: el IVIC es mucho más que cualquiera de esos sectores o actividades: es la interacción entre todos los que formamos parte del Instituto y hacemos y facilitamos que cumpla la labor que le ha sido encomendada por el Estado venezolano: generar conocimientos en distintas áreas del saber humano, formar y capacitar recursos humanos y generar respuestas a las necesidades concretas de la gente, sea mediante investigación básica, orientada, aplicada o servicios y docencia en distintas modalidades. Así, pues, el IVIC somos todos y sin cada uno de nosotros, los aportes y esfuerzos a veces anónimos, el IVIC no hubiera alcanzado el prestigio y los logros que puede exhibir ni los podrá mantener ni mucho menos acrecentar en el futuro. Así pues, junto a la tradición y la institucionalidad debemos colocar a la gente que genera ambas cosas: la comunidad de trabajadores ivicenses.
Tradición e institucionalidad son posibles gracias a los miembros de la institución sus trabajadores en todos los niveles, sus pasantes, estudiantes, aprendices y colaboradores. Estas reflexiones, como decía al principio, las debemos hacer en los aniversarios institucionales para poder desvelar su sentido y razón de ser.
El acto de hoy es importante porque premia la dedicación y el esfuerzo de los trabajadores, desde quienes ya empiezan a mostrar arraigo institucional hasta aquellos que se han quedado con nosotros más de medio siglo, como los doctores Andrés Soyano y Rodrigo Medina Arocha, enseñándonos y animándonos con su ejemplo.
Pero también es importante porque en momentos difíciles, actos como este, nos refuerzan el sentido de pertenencia, el valor de nuestra gente, de la tradición y la institucionalidad, como motores y cimientos del IVIC y de su fortaleza. Si todos hacemos el IVIC, el IVIC nos necesita a todos y todos, sin excepción, cabemos en el IVIC, como todos cabemos en Venezuela y todos, con tantas diferencias derivadas de la diversidad sociocultural y lingüística, religiosa, sexual, ideológica, debemos caber en un mundo cada vez más complejo.
En nombre de todos los que hemos sido reconocidos, quiero darles las gracias al Director, al subdirector, a los miembros del Consejo Directivo y todas las autoridades del Instituto y a la ciudadana ministra del Poder Popular para la Ciencia y la Tecnología, Gabriela Jiménez Ramírez, vicepresidenta para Ciencia, Tecnología, Educación y Salud, que ha querido prestigiar con su presencia y compromiso este acto. Gracias a la ciudadana ministra por el nombramiento, hace un año, del Dr. Alberto Quintero como director del Instituto y de su Consejo Directivo, en especial los doctores David Coll, José Cardier y Pedro Silva. Decir solo que lo han hecho muy bien sería poco. Lo han hecho excelente, pese a las dificultades. Gracias a la ministra por ese regalo que le ha hecho al IVIC.
También, por tener más de edad que la mayoría de los agasajados por su dedicación y fidelidad a la institución, quiero darles las gracias a todos, como alguien más del IVIC, que siente que, como dice el refrán, “un solo palo no hace montaña” y que para que podamos crecer nos necesitamos los unos a los otros. Gracias, compañeros ivicenses, por ser parte de esta gran familia que llamamos “IVIC”, bello y familiar sobrenombre del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, nuestra casa, nuestra familia, nuestro sueño, nosotros mismos, a fin de cuentas.
Gracias sin distingo. Muchas gracias.
San Antonio de Los Altos, febrero 09 y 10, 2023
(Palabras pronunciadas en el acto de entrega de botones por años de servicio en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Altos de Pipe, febrero 10, 2023).
*Investigador Titular, Laboratorio de Etnohistoria y Oralidad, Centro de Antropología, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas.
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