Política en Cuaresma
El Tiempo de Cuaresma no es ensayar amargura en el rostro para mostrar forzada contrición
Bernardo Moncada Cárdenas:
« El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra… Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cf. Pío XI.» Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2020
«Al escuchar la voz del Padre, “los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: ‘Levántense, no tengan miedo’. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo” (Mt 17,6-8). He aquí la segunda indicación para esta Cuaresma: no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones.» Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2023
Sacudir nuestra modorra, convertirnos, es el llamado primordial de toda Cuaresma. Podemos también decir “salir de nuestra zona de confort”.
El Tiempo de Cuaresma no es ensayar amargura en el rostro para mostrar forzada contrición. No es vano repetir: tiempo de “ayuno, oración y caridad”. Uno de los principales soportes para vivir la Cuaresma es la caridad. Nos equivocamos cuando reducimos la caridad al acto de la limosna. Ciertamente, ayudar a quien necesita es muy necesario en una situación cuya injusticia ha agravado tanto la pobreza. Pero la caridad es más que un acto, es una actitud, una actitud personal que sólo puede resumirse en otra palabra: Amor (cáritas). Y reinterpretar la Cuaresma y la caridad como amor es sacudir nuestra modorra.
Amor que predispone a desear el bien ajeno, el bien de los demás, sin distinciones. Nos recuerda el Santo padre en su mensaje 2020 que “Dios ama también a sus enemigos “, la caridad-amor busca el bien común, y el bien común es de todos o no es verdaderamente común. La caridad, entonces, es política en el más alto sentido, “la política es una forma eminente de caridad” pues, sin ese amor moral que busca el bienestar de los demás, aún de aquellos que no concuerdan con nosotros, la política se torna juego vacío y malsano del poder por el poder mismo (como la limosna es un gesto prepotente si se hace por condescendencia, sin amor).
Entonces la caridad es política. No partidista ni ideológica, sino búsqueda de concordia que nace del amor. La Cuaresma nos recuerda que Dios nos ama sin acepción de persona; “manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros”, y retribuir ese amor de Dios ofrece la motivación para la verdadera caridad.
Estos tiempos hormiguean en provocación y manipulación psicológica, tentaciones de desesperanza, egoísmo, afán de logro a costa de los demás, incertidumbre y desconfianza, pérdida del sentido de nuestra propia dignidad. Pedir y encontrar orientación para decidirnos a ser nosotros mismos y orientar a los demás, no cayendo en tentaciones e incidiendo en la medida que podamos en la salvación de nuestra nación, en cada uno de nuestros conciudadanos, es un acto de profunda caridad-política Cuaresmal.
La Cuaresma nos llama a mirar sin miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones, con caridad que se mueve con aplomo decidido hacia el bien común, penitencia que reconoce los errores con que, sin caridad, hemos contribuido al desastre que sufre Venezuela, y oración que pide confiadamente y sin temor que encontremos el buen destino que Dios quiere para nosotros. La verdadera política la haces tú en la calle, cada día, llevando esperanza, sereno discernimiento y, sobre todo, esa caridad de la que hablamos.
La caridad en Cuaresma puede servirnos para promover nuevas formas de política y nuevas formas de economía que ya están en el aire, suscitar nuevas propuestas, no conformarnos con discursos catárticos sobre la realidad, utopías para atraer electores, ni polarizaciones por desquite, sino pedir expeditos cambios, que exigen nuestra propia transformación.
Venezuela tiene ante sí la perspectiva de varios escenarios electorales (en la Universidad se aproximan, pésele a quien le pese), al igual que en el país. Vale protestar pacíficamente en las calles, pero si no tenemos medio más directo de incidencia del ciudadano común en la conducción de la república que las elecciones, deseémoslas y exijámoslas reclamando las mejores condiciones posibles para que se realicen, en nombre de Dios y que sea propósito generoso de Cuaresma. –