La Mujer en la formación de José Gregorio Hernández
Hoy en la Ruta de José Gregorio Hernández, nos referiremos a las mujeres que formaron a ese hombre que se franjó el respeto y un reconocimiento póstumo, por su elogiada práctica de humanitarismo y servicio perenne para con los necesitados
María Isabel Giacopini de Zambrano (*):
Esta formación comenzó, desde su primera infancia, período comprendido desde el nacimiento hasta los ocho años. Esta etapa es considerada la más importante de la vida del ser humano en materia de desarrollo, debido a que durante ella se asientan los cimientos cognitivos, emocionales y sociales que dan forma al adulto en que nos transformaremos. Es decir, todo aquello que los niños experimentan durante sus primeros años establece una base trascendental para toda la vida.
José Gregorio, fue un niño deseado que llevó alegría al hogar constituido porBenigno María Hernández y Josefa Antonia Cisneros, que acababan de perder a su primogénita, a los pocos meses de nacida. Desde que nació, Josefa Antonia y María Luisa le brindaron el más cálido afecto, garantizando así su bienestar y un desarrollo apropiado.
Su primera infancia transcurrió en un ambiente positivo, de estabilidad, cariño y equilibrio, creado por sus padres y su tía paterna María Luisa Hernández. Cuando cumplió el año, le buscaron una niñera, una joven de su comunidad, llamada Juana Viloria, para que ayudara a Josefa Antonia que estaba embarazada, y se encargara de brindarle a José Gregorio la atención diaria, protegerlo de los riesgos y jugar con él. Juana para distraerlo lo paseaba por la casa y el pueblo enseñándolo a reconocer y saludar a los vecinos, lo entretenía con juegos sencillos productos de su imaginación con sus propias reglas, sin imaginarse que con estos cuidados y juegos, estaba asentando los cimientos para aprendizajes posteriores, como el desarrollo de sus habilidades motoras, mentales, sociales, afectivas y emocionales; además de estimular su interés y su espíritu de observación y exploración para conocer lo que le rodea.
A muy temprana edad su madre y su tía María Luisa le impartieron los conocimientos básicos de la lectura, la escritura, la gramática, los números, la Historia Sagrada y el catecismo. Pero también, lo enseñaron a memorizar y rezar breves oraciones al levantarse y antes de acostarse, el Ángelus tres veces al día, y el Rosario al final de la tarde dirigido por su padre, quien tuvo una importante participación en su formación.
Ellas acostumbraban a llevarlo con frecuencia a la iglesia a oír la santa misa, y a medida que crecía le fueron enseñando el sentido de cada rito, las posturas que hay que adoptar, y el comportamiento que debe tenerse en la Iglesia. Estas actividades cotidianas durante su primera infancia sentaron en él las bases para las funciones cerebrales superiores, como la memoria, el razonamiento lógico, el lenguaje, la percepción espacial y visual, entre otras; e iniciaron la formación de ese cristiano consecuente hasta el último día de su vida, que supo distribuir su tiempo para cumplir con sus deberes religiosos y sus obligaciones.
Investigaciones, demuestran, que nada influye tanto en el aprendizaje y el desarrollo de un niño como los modelos y las referencias que tiene a su alrededor. Desde el momento mismo del nacimiento el individuo comienza su proceso de aprendizaje, en donde las conductas adquiridas por imitación de sus padres y familiares cercanos se muestran como las primeras señales del proceso de aprendizaje.
José Gregorio durante su primera infancia observa como su madre, su tía y otras mujeres de la comunidad llevaban consuelo a los enfermos y prestaban apoyo a los más necesitados, les llevaban comida, medicamentos, ropas, y consuelo. Ellas, a través del ejercicio de una conducta piadosa, caritativa y profundamente religiosa, enseñaron las virtudes cristianas a aquel niño, y mostraron la realidad socio-económica de un sector de la población de Isnotú. Estos hechos despertaron en aquel niño una gran sensibilidad humana y amor al prójimo, que lo caracterizó como adulto.
Su primera infancia culmina con la inesperada pérdida de su madre, quien fallece en 1872, cuando él solo tenía ocho años. A pesar del poco tiempo que compartió con ella, le dejó una profunda influencia en su formación, testimonio de ello es la conocida frase escrita por él al recordarla: “Mi madre, que me amaba, desde la cuna, me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad”.
Así vemos que durante su primera infancia su madre Josefa Antonia, su tía María Luisa y su niñera Juana Viloria le ofrecieron, los elementos necesarios para desarrollar armónica y coherentemente todas y cada una de sus dimensiones de ser humano (ética, espiritual, afectiva, cognitiva, comunicativa, socio- política).
La ausencia de Josefa Antonia, pilar fundamental de aquel hogar, fue asumida por su tía paterna María Luisa, quien continuó con la labor iniciada por su cuñada ,la formación moral, religiosa e intelectual de José Gregorio y de sus cinco hermanos.
Dos años después de la muerte de Josefa Antonia, cuando Guzmán Blanco decretó el cierre de los conventos, llegó a la casa de Don Benigno, su hermana Sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús, quien ayuda a reforzar la enseñanza religiosa iniciada por Josefa Antonia y su hermana María Luisa.
José Gregorio, como hermano mayor, presta apoyo a sus tías en la educación de sus hermanos, sin descuidar sus obligaciones escolares ya que había ingresado a la única escuela de Isnotú regentada por el Señor Pedro Celestino Sánchez; distribuyendo su tiempo entre sus actividades religiosas aprendidas , sus deberes escolares y el cuido de sus hermanos.
José Gregorio, dedicaba gran parte de su tiempo a la lectura y a la escritura, y en 1876, con solo diez años, escribe con bellísima letra, adquirida por la constante práctica de la caligrafía, un manuscrito, intitulado “Modo breve y fácil de oír misa con devoción”, publicación, producto de la esmerada educación religiosa impartida por estas tres mujeres.
José Gregorio con trece años, fue enviado por su padre a estudiar a Caracas, por sugerencia de su maestro el Señor Pedro Celestino Sánchez, quien vislumbró en aquel niño su gran capacidad para el aprendizaje de las ciencias, e ingresa en el Colegio “Villegas”, regentado por el ilustre Dr. Guillermo Tell Villegas, ciudadano de ejemplares virtudes, para continuar la educación formal que había iniciado en Isnotú.
En este Colegio, bajo la sabia tutela intelectual del Dr. Villegas José Gregorio realiza en calidad de interno sus estudios de bachillerato. Su destacada dedicación al estudio y su voluntad de servir a los demás, despertó la atención de Doña Josefa Perozo de Villegas, esposa del Dr. Villegas, mujer de la sociedad caraqueña distinguida por su inteligencia, cultura y vocación de servicio.
Ella era profundamente católica, y se percató que aquel adolescente tenía una sólida formación religiosa, y decidió hacerse acompañar por José Gregorio a la iglesia de las Mercedes y/o de San Mauricio, actualmente Santa Capilla, iglesias cercanas al colegio, en el cumplimiento de los preceptos, la oración del ángelus, la adoración al santísimo, y el rezo del Santo Rosario, reforzando durante su adolescencia, las costumbres que eran parte de su vida cotidiana desde niño. También acompañaba a la Sra. Villegas a realizar sus obras de caridad, fortaleciendo sus valores cristianos y ese profundo amor al prójimo, que le habían inculcado su madre y sus tías en Isnotú.
Doña Josefa Perozo de Villegas, no solo continuó y profundizó su formación religiosa, sino también amplió su cultura y cual una madre mejoró sus costumbres, y modales. Bajo su tutela, estudia música destacándose en el piano, literatura, e idiomas. Ella se hacía acompañar por José Gregorio a la casa de sus amigas cuando las visitaba, con el objeto que socializara con otros jóvenes, introduciéndolo en la sociedad caraqueña de aquella época. Aprende a bailar, destacándose en los bailes no solo por bailar bien, sino por su cultura, comportamiento y trato respetuoso. La pregunta que surge es: ¿Quién enseñó a bailar tan bien a José Gregorio? No hay testimonios sobre este hecho, pero lo más probable que haya sido Doña Josefa, alguna de sus amigas o hijas de estas como era costumbre de la época.
Doña Josefa de Villegas, fue su apoyo en la adolescencia de José Gregorio, el momento más vulnerable e impresionable y en el que los adolescentes más necesitan y buscan modelos a seguir de las personas cercanas. Ella no solo dio continuidad y consistencia al modelo de educación que le habían impartido en su hogar, sino transformó aquel adolescente de Isnotú en un hombre que se destacó en la sociedad caraqueña y parisina, no solo por sus conocimientos científicos, sino también por una amplia cultura, talento, y modales.
A través del recuento de esta etapa de la vida José Gregorio Hernández, se observa lo fundamental del papel de estas mujeres en su proceso de formación. La escuela, la universidad como instituciones educativas formales, sin duda alguna tuvieron un papel de suma importancia en su formación como profesional, pero ellas por sí solas no formaron al Dr. JGH reconocido como Pionero de la Medicina social en Venezuela por su gran sensibilidad humana y profundo amor al prójimo.-
(*) Miembro de la Sección de Lipidología del Instituto de Medicina Experimental “Dr. José GH”. Facultad de Medicina. UCV